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El papa Francisco ha publicado la semana pasada una nueva encíclica titulada "Fratelli tutti”. Además de abordar de manera crítica diversas situaciones sociales contemporáneas, plantea la idea de una fraternidad universal.

Me gustaría reflexionar acerca del concepto de fraternidad en relación con los de libertad e igualdad, principios los tres, de la revolución francesa. Y es que Francisco les dedica pocas líneas y sobreentiende el manejo conceptual de sus lectores, que por cierto, no son solo los creyentes, sino todos los hombres de buena voluntad.

Después de la revolución francesa el mundo se encaminó de manera frenética y siguiendo los principios del liberalismo hacia un progreso económico cada vez mayor regido por el capitalismo. Al final del siglo XIX, el papa León XIII escribe la primera carta encíclica de carácter social de la Iglesia Católica, la "Rerum Novarum", publicada en mayo de 1891.

En este documento León XIII denunciaba la denominada “cuestión social”. Es decir, la precaria situación de los obreros en algunas ciudades de Europa. Muchos migraban del campo y se sometían a condiciones laborales indignas para sostener a sus familias. Esta situación movida por el interés de lucro que es el motor del capitalismo, había olvidado dos de los fundamentos liberales: la dignidad humana y su libertad.

Sin embargo, el progreso, comprendido solamente como desarrollo económico, estaba favoreciendo a reducidos sectores de la sociedad que veían mejorar su calidad de vida y sus condiciones de libertad. No importaba qué suceda con el otro, lo importante era el favorecimiento de cada individuo.

Ya por esos años, comenzaban a circular las críticas marxistas al capitalismo que desvelaban los mecanismos de producción y de lucro en favor del capitalista y en desmedro del trabajador y del valor de su trabajo. Las ideas de lucha de clases, de dictadura del proletariado y de sociedad comunista comenzaron a ganar terreno sobre todo en Rusia.

Con el paso del tiempo hemos sido testigos de cómo se han ido implementando estas ideologías. Por una parte la ideología liberal, que pretendiendo defender el principio de libertad, cayó en un individualismo que se despreocupa del otro y que genera grandes desigualdades en el mundo. Por otro lado, la ideología comunista, que pretendiendo defender el principio de igualdad, descuidó la libertad de sus ciudadanos a partir de regímenes autoritarios como los de la ex URSS.

Al parecer el factor de equilibrio es el principio olvidado, aquel que no fue estudiado ni se erigió como una propuesta política ni económica, el principio de la fraternidad.

Aunque es una tarea de los estudiosos recuperar y teorizar sobre la fraternidad, simplemente para comprenderla superficialmente, podríamos sostener que está relacionada con el reconocimiento del otro como mi hermano, es decir, como uno igual a mí en cuanto persona, por tanto, con los mismos derechos inalienables provenientes de su dignidad.

La fraternidad es un principio que no niega las diferencias históricas, culturales, sociales, etc. sino que las reconoce y las valora. Solo valorando la diferencia del otro puedo darme cuenta de que me aporta y que también le puedo aportar. En este contexto el principio olvidado podría llevarnos a reconocer que solo juntos podremos llegar a ser plenamente humanos.

Por otro lado, ante la utopía del progreso mercantilista que proviene del capitalismo y la utopía de una sociedad comunista, es importante reconocer que la verdadera justicia y la verdadera paz en el mundo no son un estado histórico inmanente al que se llega y se puede descansar.

La fraternidad es una búsqueda constante que no olvida el pasado, que construye el futuro viviendo el respeto al otro y promoviendo su bien, pero sabiendo que las nuevas generaciones deberán seguir trabajando para alcanzarla.

“¿Acaso es mi obligación cuidar de mi hermano?” Es la pregunta de Abel cuando Dios le preguntó por Caín. No lograremos construir una sociedad fraterna hasta reconocer que mi bienestar está relacionado con el bien de mi hermano.

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