0

Para Zygmunt Bauman, en “Desafíos de la educación en la modernidad líquida” (2003), el conocimiento tenía valor y se esperaba que durara. La educación debía encararse como “la adquisición de un producto que, como todas las demás posesiones, podía y debía atesorarse y conservarse para siempre”. No obstante, esa lógica ya no es válida hoy en día.

En la "modernidad líquida", las posesiones duraderas, esos productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no reemplazaba nunca más, han perdido su antiguo encanto.  En ese mundo donde rige el consumismo de hoy que no se define por la acumulación de cosas, sino por el breve goce de esas cosas (Bauman, 2003), la educación se ha convertido en mercancía inalcanzable para muchos. A pesar de ser un derecho humano, las condiciones de vida se han deteriorado en los últimos años.

Según los datos para la gestión 2019 de la Dirección General de Planificación del Ministerio de Educación, hubo 78.253 estudiantes retirados por abandono en el sistema escolar. De ese total, el 59,26% de estudiantes fueron varones y el 40,74%, mujeres. Un 94,43% de quienes abandonaron la escuela fueron estudiantes de colegios fiscales, el 63,70 por ciento ubicado en el área urbana. Los departamentos con mayores porcentajes de abandono fueron Santa Cruz con un 30,7%, La Paz con 21,1% y Cochabamba con 16,6% (Nodal, 03/07/2020).

René Polo, presidente de la Asociación Nacional de Universidades Privadas (ANUP), afirmó que cada fin de año tienen un 40% de deserción, pero por la pandemia en el primer semestre de 2020 ya tenían el 35% de abandono debido al costo del internet y la crisis económica en las familias. Según datos recabados por la ANUP, el 57% de las deserciones se debe a la imposibilidad de los estudiantes de pagar el internet para las clases virtuales, un 8% porque tiene un acceso deficiente y otro 8% porque el alumno no cree en las clases virtuales. Un 15% abandonó la universidad porque volvió a su lugar de origen y un 12% por otras causas (Nodal, 03/07/2020).

Adicionalmente, al menos 45% de estudiantes desertaron de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en La Paz durante la pandemia. Según el técnico educativo del Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativas (Cebiae), Israel Lahor: “Un porcentaje muy alto en la UMSA son autofinanciados, necesitan generar sus ingresos para poder solventar su colegiatura, con el golpe de la pandemia al sistema económico y el alto porcentaje de trabajo informal en nuestro país ha debido empujar a que muchos jóvenes tengan que trabajar antes de poder estudiar, que pensar en un futuro de aquí a cinco años” (La Razón, 03/08/2021).

Desde la Confederación Universitaria Boliviana se informó que entre 2019 y 2021, la mitad de los postulantes ingresó a las universidades del país, pero de ellos una gran parte repitió las materias o prefirió desertar porque su desarrollo en el colegio no fue suficiente. Por ejemplo, en la Universidad Mayor de San Francisco Xavier (UMSFX), el 2021 hubo 10.481 postulantes, de los cuales el 49.23% aprobaron y en el caso de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), postularon 23.637 y el 54.37% logró ingresar (Opinión, 31/10/2021).

Si bien la problemática se arrastra desde hace más de 10 años, de acuerdo con los reportes de las universidades, estos últimos años es más evidente. Se identificó, principalmente, problemas en lectura comprensiva y ortografía a causa del excesivo uso de redes sociales y la tecnología. Fernando Salazar, docente e investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE) de la UMSS, observó: “Al margen de aprobar el examen, cuando entran a la universidad se encuentran con vacíos en su formación y la necesidad de nivelación que responde más a la iniciativa personal, sobre todo ahora con la pandemia, donde las universidades mantuvieron las clases a distancia” (Opinión, 31/10/2021).

Por tanto, al parecer la vieja máxima de “estudiar para superarte” ha perdido vigencia ante la pobreza y las necesidades básicas por sobrevivir. ¿Será que emprender individual o colectivamente, formal o informalmente, legal o ilegalmente son las opciones realistas de muchos jóvenes y profesionales en nuestro país?

En ese contexto, cobra sentido, a pesar nuestro, que las nuevas formas de pensar de los jóvenes que cuestionan el seguir una carrera universitaria, casarse o tener hijos en la modernidad líquida en la que han crecido y viven.

"Cualquier juramento de lealtad ―dice Bauman―, cualquier compromiso a largo plazo (y mucho más un compromiso eterno) auguran un futuro cargado de obligaciones que (inevitablemente) restringiría la libertad de movimiento y reduciría la capacidad de aprovechar las nuevas y todavía desconocidas oportunidades en el momento en que (inevitablemente) se presenten. La perspectiva de cargar con una responsabilidad de por vida se desdeña como algo repulsivo y alarmante".

Nada es más lo que era. La levedad y fugacidad de la vida nos obligan cada vez más un destino incierto, sin futuro que prioriza producir, consumir y morir. Lamentablemente, ser feliz o educarse ―como principios básicos de la sociedad que conocimos el siglo XX― no parecen formar parte de esa fórmula.

Movimiento, atención y concentración

Noticia Anterior

¿Este es el mundo que queremos?

Siguiente Noticia

Comentarios

Deja un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *