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Hace unos días se conmemoró un año más de la constitución del Estado Plurinacional, un hecho que casi no tuvo notoriedad debido a la pandemia y una cuarta ola de contagios que azota al país. Sin embargo, eso no le quita su gran importancia, aunque todavía existan sectores que niegan o rechazan esta realidad. Principalmente este fenómeno se ve en las redes sociales cuando comienzan a salir publicaciones de muchas personas denostando, minimizando, burlándose de la condición plurinacional de Bolivia y lo que ello significa. No se dan cuenta de que rechazar el modelo de Estado que la Constituyente ha establecido es como negarse a sí mismas al verse al espejo.

Bolivia nació como una República en 1825, pero este modelo nunca respondió a la realidad social del país con su gran diversidad, la presencia de pueblos indígenas tan significativa, así como poblaciones y grupos tan variopintos. La respuesta más adecuada era seguir un modelo plural y pluralista, no monocultural ni homogenizante como se planteó desde la fundación y se intentó profundizar en varios momentos de la historia, inclusive en la misma revolución nacional de 1952, donde los grupos hegemónicos y gobernantes buscaban el paradigma de una sola nación–Estado presuntamente para salir del atraso en el que nos encontrábamos, sin dejar, además, el toque racista que aquello conllevaba.

Es evidente que el concepto de Estado Plurinacional se refiere a que en un mismo territorio cohabitan múltiples naciones, en el entendido de que este es un conglomerado de personas que comparten lazos distintivos como el idioma, la cosmovisión, tradiciones, cultura, etc., que construye su identidad particular distintiva de otros grupos humanos. El desafío se plantea en lograr que los grupos puedan convivir bajo premisas de respeto, tolerancia y diálogo intercultural constante sin que un grupo predomine sobre otro.

Desgraciadamente todavía nos falta mucho para construir una sociedad como la que plantea nuestra Constitución Política del Estado de 2009. Para empezar, el sustento del Estado Plurinacional, los pueblos indígenas, vienen siendo vulnerados en sus derechos, se mantienen en la marginalidad y en la pobreza muchas veces extrema. El mismo Estado que se dice plurinacional les niega su derecho al territorio, ataca su cosmovisión y su sentido de desarrollo armónico con la naturaleza.

Para nadie es extraño que muchos de los pueblos indígenas, principalmente de tierras bajas, estén destinados a la desaparición, a una especie de asimilación y aculturación. Ahí tenemos claros ejemplos. Si el modelo económico del Estado continúa, la explotación minera, hidrocarburífera, maderera, etc., están claramente afectando, desde afuera y también desde adentro, las bases fundamentales de la vida de estos conglomerados humanos y, aunque no se crea, los mismos pueblos indígenas, al verse avasallados en sus territorios, prefieren ellos mismos adscribirse a la línea extractivista y comenzar a dilapidar los recursos que tienen, lo que también viene creando conflictos internos, divisiones y rupturas que son difíciles de reparar.

Por otra parte, la falta de impulso al Estado Plurinacional todavía hace mella a la representación política de los pueblos indígenas que desde hace mucho tiempo siguen luchando por la misma. Claro ejemplo lo tenemos en varios municipios, donde su presencia es relevante e incluso mayoritaria, pero no tienen representación en alcaldías ni concejos municipales, menos en gobernaciones y ni hablar del Gobierno central. Esperemos que con el censo de población de este año esto pueda modificarse y se les otorgue los espacios políticos que correspondan, modificando por ejemplo la normativa electoral que todavía maneja circunscripciones que no responden a la realidad.

Otro elemento a ser tomando en cuenta para la construcción del Estado Plurinacional es el reconocimiento de las autonomías indígenas. Es increíble que en más de 10 años solamente se tenga seis territorios bajo esta condición, pero con muchos problemas todavía de gestión y coordinación. Al parecer al Gobierno no le interesó nunca impulsar el modelo territorial autonómico, obviamente porque su línea hegemónica chocaba con el mismo; sin embargo, parece que es el sendero más propicio para desconcentrar el poder y responder a las necesidades de la gente. Ojalá se pueda trabajar mucho más en este aspecto.

Un tema realmente importante en la edificación del Estado Plurinacional está circunscrito a la justicia indígena originario campesina, la misma que todavía está subordinada a la ordinaria. No olvidemos que la Constitución Política del Estado determina claramente la igualdad jerárquica de ambas jurisdicciones, algo que no se ve en la práctica cotidiana, donde la lucha continúa por parte de las autoridades naturales de los pueblos indígenas para que se respeten sus decisiones, procedimientos y normas. En la futura cumbre de justicia, que se viene organizando para marzo por parte del Ministerio de Justicia y Transparencia Institucional, no se observa que sea un eje importante, quizá todavía estemos a tiempo para incluirlo.

Por último, algo que debemos afirmar es que el Estado Plurinacional no es de un partido o de un grupo solamente, por eso muchos se equivocan al rechazarlo, es de la gente, de la sociedad boliviana en su conjunto y, por supuesto, del ejercicio de los derechos humanos individuales y colectivos. Cuando comprendamos a cabalidad el significado y trascendencia de nuestro modelo de Estado, seguramente se lo respaldará porque significa aceptarnos como somos.

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