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Lisette Balbachan* //

Las mujeres y personas del colectivo LGTBIQ+ sufren históricamente diferentes violencias que les impiden acceder de la misma forma a los espacios públicos. Internet no es la excepción.

La manifestación de la violencia es diversa y si la analizamos desde una perspectiva de género podremos encontrar ciertos patrones que permitirán poner de relieve su invisibilización y encontrar herramientas para luchar contra ellas.

La violencia de género tiene varios niveles  de reconocimiento tanto a nivel del Estado con legislación y políticas públicas como a nivel de la sociedad. Un ejemplo de ello es la Ley 348 que establece como prioridad nacional la erradicación de la violencia hacia las mujeres, violencia que nace de los estereotipos y roles de género que se ha naturalizado y se reproduce también en los entornos virtuales.

Es importante entender que este tipo de legislaciones es un primer paso para la concientización de la problemática; pero no el último. Hay que ir más profundo para sacar de raíz las estructuras machistas que aún hoy no comprenden la complejidad del asunto y tildan de “antihombre” leyes que buscan ni más ni menos una vida libre de violencias para las mujeres. 

Aquí hablaré de la parte del iceberg que no vemos poniendo en relieve las violencias con motivo de género que se dan en entornos digitales.

Es importante subrayar que la violencia por medios electrónicos no es algo nuevo, sino que es un continuum de la violencia machista que atravesamos en otros ámbitos a nivel regional (y mundial).

En nuestro continente son constantes las situaciones en que tenemos que hacer frente a la violencia física, violencia sexual, violencia psicológica y violencia económica, y es fundamental entender que todas estas formas de violencia de género deben ser analizadas desde su interseccionalidad, es decir, debemos tener en cuenta las distintas variables que se cruzan: etnia, clase social, lugar donde se vive (zona urbana, periurbana, rural), etc.

La punta del iceberg

Una característica recurrente en contextos de violencia de género en línea es la revictimización, es decir, la mirada se pone en la víctima en lugar de poner el foco en quien ejerce esa violencia. La frase “Vos subiste la foto” es recurrente y lo que busca es minimizar la agresión, poniendo la responsabilidad en quien sufrió la agresión.

Es fundamental que corramos la mirada hacia lo estructural que enmarca las violencias y hacia quienes las ejercen. Si no hacemos esto, no podremos romper con el círculo de violencia y continuaremos dando información de autocuidados y seguridad digital.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que las violencias de género no tienen solamente que ver con el acoso cibernético, la difusión no consentida de imágenes íntimas, doxing, etc, sino que también, la brecha digital de género es un factor importante, no sólo a nivel del acceso a tecnologías sino también por la baja participación de mujeres y LGBTIQ+ en desarrollo de software, lo que facilita que haya tantos sesgos en la vida online como en la vida off line.

Estas violencias suelen ser invisibilizadas y se les resta importancia, por eso es importante que en algunas ficciones se empiece a hablar de estos temas. La serie española "Intimidad" es un relato de historias cruzadas que se unen en un mismo conflicto: la difusión no consentida de imágenes íntimas. Otra serie, esta vez documental, es "El hombre más odiado de internet" que muestra en primera persona lo que tuvo que pasar una madre para que quitaran fotos íntimas de su hija en un sitio que recopilaba imágenes robadas de mujeres en situaciones privadas.

Ambas producciones también permiten ver algunas de las consecuencias e impactos en el plano físico, psicológico, económico, sexual.

La ONU destaca que tres de cada 10 mujeres que han sufrido algún tipo de violencia de género en entornos digitales afirman que ha afectado su salud mental.[1] Por otro lado, una encuesta de Amnistía Internacional[2] del año 2018, establece que el 55% de las mujeres que sufrieron acoso en redes sociales dijeron que eran menos capaces de concentrarse en sus actividades diarias. El 54%, sufrió ataques de pánico, ansiedad o estrés. Un 57% tuvo dificultades en volver a usar internet y un 41% de las mujeres acosadas en línea sintieron su seguridad física amenazada.

Estos datos muestran algunas de las consecuencias. La violencia digital de género no sólo ataca a una persona en particular, busca disciplinar y silenciar, y lo logra. En esta espiral de violencia se puede ver cómo mujeres y personas LGBTIQ+ se van aislando y dejando espacios tanto online como off line, pierden trabajos, se autocensuran, son señaladas hasta el punto de querer quitarse la vida y en el caso de figuras públicas quedan expulsadas del debate público.

Debemos hacer un llamado de atención a nuestros políticos y políticas, a nuestros legisladores y legisladoras para que la violencia de género sea tomada en serio en todas sus dimensiones para comprender las consecuencias en la vida de las mujeres y diversidades, y en sus entornos. Necesitamos que hagan autocrítica, que legislen desde una mirada empática y con una perspectiva de derechos humanos. No se puede legislar ni plantear políticas públicas si no se entiende la importancia y la necesidad de una Ley como la 348.


[1]     ONU (2021). ‘Bodyright’ campaign https://news.un.org/en/story/2021/12/1106972

[2]     Amnistía Internacional (2018). Toxic Twitter

*Responsable de comunicación de la Fundación InternetBolivia.org

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