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No debemos confundir nuestra actual concepción peyorativa de cinismo de aquella doctrina filosófica fundada por Antístenes, discípulo de Sócrates, que en la Antigua Grecia sostenía que la virtud era el único posible camino a la felicidad, pero para ello habría que rechazar las convenciones sociales, acogerse a una vida simple, de búsqueda del conocimiento y con una conducta ascética; incluso su raíz etimológica nos dice que la palabra cinismo, como tal, proviene del griego κυνισμός (kynismós), derivada de κύων (kyon), que significa ‘perro’, en alusión al modo de vivir de los filósofos cínicos.

En tanto que hoy, el diccionario de nuestra lengua nos refiere que cinismo significa: Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables; obscenidad descarada; mostrar desprecio hacia las convenciones sociales y las normas y valores morales. Siendo sus sinónimos descaro, desvergüenza, desfachatez, impudor, frescura.

Desgraciadamente no sabemos exactamente cuándo el término sufrió en su significado tan grandes transformaciones, pero lo más grave aún es darnos cuenta de que estamos rodeados de conductas cínicas por todo lado. Al parecer nadie se salvaría en algún momento, de no tener sangre en la cara para salir bien librado de algún problema, evadir una responsabilidad, sacar alguna ventaja, omitir algún deber, entre otros temas.

Pero donde desgraciadamente estas conductas se han vuelto algo cotidiano, que vamos normalizando, es en la política. El profesor español José Luis López de Lizaga refiere al respecto que lo que denomina cinismo político consiste esencialmente en defender en la esfera pública posiciones políticas sin ningún fundamento, o en sostener afirmaciones manifiestamente falsas o inaceptables.

Y no se trata de caer en el simplismo de señalar que las diferentes facciones piensan de manera diferente y, por lo tanto, recurrir al gastado discurso de izquierda y derecha, progresistas vs. liberales, capitalismo vs. socialismo, etc., cuando al final observas que todos recurren a la mentira, a la desfachatez, muy sueltos de cuerpo además, sólo con el interés de llegar al poder o conservarlo, pero no para beneficio de la gente porque si fuera así se recurriría al diálogo y concertación útil, en suma al ejercicio democrático.

El Presidente de Bolivia ha lanzado una propuesta de referendo, socapando esta noble institución de democracia directa a simplemente cubrir intereses sectarios, ¿Por qué? Nos quiere preguntar sobre la reelección, con el único fin de librarse de SU problema, llamado Juan Evo Morales Ayma (por cierto el campeón del cinismo), ya que no ha encontrado o, en realidad, no se ha animado a ejercer otras acciones contundentes contra el susodicho, porque obviamente un proceso por cualquier delito que haya cometido éste lo jala, lo afecta, ya que a pesar de sus esfuerzos propagandísticos y discursivos se da cuenta de que no puede librarse de haber sido partícipe del origen de todos nuestros problemas actuales, ya que el era el “cajero, contador, tesorero del régimen”.

Y aquí aplica de mejor manera el cinismo con el que actúa el gobierno, señalando que la falta de hidrocarburos, dólares y la crisis profunda que va llegando, es porque don Evo hizo mal las cosas (y un poquito la señora Áñez). Evidente las hizo mal (que espero la gente se acuerde) o no completamente bien en algunos aspectos, ¿pero quién le ayudó?, por supuesto: Don Luis Alberto Arce Catacora.

Por otra parte, nuevamente actúa de manera cínica al lanzar el tema de los escaños parlamentarios a la consulta popular, para no abrir un debate necesario en el país, que si fueran demócratas verdaderos asumirían bajo ese parámetro, pero no, mejor que las regiones se peleen entre ellas, que los cruceños, alteños, chuquisaqueños, potosinos, vean qué hacen; pero no se debe dejar de lado que quien realizará la o las preguntas para el tema será don Luis Arce, es decir tendrá la sartén por el mango, para conducir hacia sus intereses partidarios y personales, porque sabe que este tema le puede traer graves dolores de cabeza para sus pretensiones presidenciales. Aquí, surgen varias cuestionantes, preguntará si las y los ciudadanos queremos subir el número de diputados, bajarlos, eliminar los plurinominales para darles paso a más uninominales, eliminar la Cámara de Senadores, disminuir la cantidad a sólo tres senadores, nadie ahora lo sabe.

Pero donde más puede advertirse la mala fe (nuevamente el cinismo) está en que don Luis, con la complicidad de un diputado nacional, le viene pidiendo a su Tribunal Constitucional Plurinacional que declare que él tiene toda la atribución para poder realizar una reforma parcial de la Constitución, pasándose por encima el artículo 411 par. II de la Constitución Política del Estado, donde el constituyente sólo le otorga este tipo de modificación al pueblo (mediante iniciativa popular) y a la Asamblea Legislativa Plurinacional (mediante ley) y a nadie más, pero don Luis quiere modificar la norma fundamental luego de su referendo, aspecto por demás peligroso. ¿Se acuerdan quién antes quiso cambiar la constitución y se le dijo “NO”, pero le valió, usando a SU Tribunal Constitucional Plurinacional? El alumno supera al maestro del cinismo.

Corresponde en consecuencia a todos los sectores prepararse porque el tiempo que viene será complejo en lo económico, social y político, porque para mantener el poder se vendrán muchas maniobras, mentiras y medias verdades, esas conductas cínicas tan comunes hoy. Ojalá los políticos volvieran su conducta hacia la escuela cínica griega, y que dejen de ser cínicos modernos.

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