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Rituales de yatiris en La Paz para sanar a un alma deprimida

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Texto de Madeleyne Aguilar y fotos de Carlos Sánchez Navas de La Nube (Bolivia)

Lunes 19 de febrero de 2024.- “Estás consciente, esa es la peor parte. Hubiese preferido no recordar lo que hicimos en ese ritual”. Andrea (nombre ficticio) se sometió a una limpia porque “había perdido su suerte” luego de una ruptura amorosa y un grave accidente que provocó cuatro cirugías. Desesperada por no encontrar alivio, acudió a yatiris y accedió a que uno le hiciera una limpia que incluía sacrificios animales.

Andrea afirma que los médicos curaron su cuerpo, pero un yatiri alivió su alma. Ella es una mujer paceña de 34 años, blanca, de clase alta y de una familia con dinero. Es médico y, en sus palabras, “siempre fue normal, solía andar feliz y sonriente”, hasta que un día su suerte “cambió”.

En Bolivia, quienes entran en un estado de depresión o tienen un trastorno mental como la ansiedad tienen como opciones ir a un psicólogo, visitar a un psiquiatra o buscar a un yatiri, entre otras. La persona que atendió a Andrea es parte del mundo de la medicina tradicional.

Quiénes son los yatiris, según el mito y la ley boliviana

Para la amauta (guía espiritual) Yomar Ferino Lanza, los yatiris nacen con señales, pero a lo largo de su vida se van formando. Ella, por ejemplo, estudió teología andina en la Universidad Tahuantinsuyo. “(Desde el) nacimiento se sabe que los niños especiales deben tener una educación diferente. Los ‘chimpuwawa’ ven el mundo de otro modo. Ese es un término que yo he creado: chimpu es señal y wawa, bebé nacido”, explica. En su caso, la señal es tener cuatro pezones y viene desde la generación de su abuela. Según su investigación, también hay casos de personas sañaladas por: dos coronas de cabello, ser zurdas, nacer de pie o recibir un rayo.

En Bolivia, la Ley 459 de Medicina tradicional ancestral boliviana identifica cuatro especialidades dentro de la medicina tradicional, las cuales son tomadas en cuenta a la hora de extender una credencial:

  • Guías espirituales: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para comunicarse con el mundo espiritual y realizar rituales de sanación, armonización y protección.
  • Médicos tradicionales: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para diagnosticar, prevenir y tratar enfermedades mediante el uso de plantas, animales, minerales y otros elementos naturales.
  • Parteras: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para asistir a las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio, respetando sus costumbres y creencias.
  • Naturistas: Son personas que tienen conocimientos y habilidades para elaborar y comercializar productos naturales con fines terapéuticos, cosméticos o nutricionales.

“Con médico tradicional nos referimos a alguien que cura. Eso engloba a personas que hacen diferentes acciones y tienen diferentes denominaciones, pero por la ley se lo reconoce”, dice en entrevista con La Nube, Diego Noriega, responsable del Programa Nacional de Salud Intercultural del Ministerio de Salud.

Explica que los guías espirituales trabajan temas del ánimo, el espíritu y el alma. En Bolivia hay 36 grupos étnicos y cada uno tiene diferente denominación para su médico tradicional. “Los yatiris y amautas son parte de ese proceso. Son gente que cura el alma. No sólo a partir de medicina, sino de actitudes, hábitos que te ayudan a coexistir entre la comunidad y con el medio ambiente”, explica Noriega.

Por otro lado, hay casos como el de Yomar Ferino, quien no está de acuerdo con el procedimiento porque cree que se otorgó la credencial a personas que no son realmente amautas.

La amauta  Yomar Ferino luce un vestido bordado tradicional, en La Paz (foto:  Yomar Ferino).
El día en que Andrea perdió su suerte

A inicios del mes de octubre de 2017, Andrea tenía un mal presentimiento. Temía demasiado perder el amor de su novio, con el que llevaba saliendo seis años, eso le hacía creer que ella era cobarde. Dos semanas después, ese temor se hizo realidad. Su pareja embarazó a otra mujer. “Es como si Dios me hubiese dicho: '¿Quieres ver lo valiente que eres?'. Desde entonces mi vida se fue cuesta abajo”.

Intentando superar esa etapa de su vida, Andrea quiso perder el miedo y decidió hacer algo arriesgado: Irse de viaje en bicicleta por el Camino de la Muerte, en los Yungas del departamento de La Paz.

El 20 de diciembre de ese año, la tragedia la encontró en una curva, llegando a la comunidad de Yolosita, donde cayó, dándose un fuerte golpe. "Estaba lloviendo, todo estaba húmedo. Me di la vuelta para mirar al cielo, me costaba respirar. Me saqué el casco. Estaba echada en el filo de un barranco. Fue entonces cuando me revisé y supe que no eran mis costillas lo que me lastimé, era el hígado”.

Sin levantarse llamó por teléfono a su hermana. Necesitaba ir al hospital más cercano, pero los guías del viaje no quisieron ayudarla priorizando la experiencia de los turistas extranjeros. Sólo la llevaron al minibús y todos fueron al hotel. Pero Andrea estaba demasiado herida y pidió auxilio a su familia.

“Mi mamá les llamó y discutió con los de la agencia de viajes. Les dijo: ‘Si mi hija se muere, todos se van a ir a la cárcel’. Entonces volvieron al bus”, recuerda. Estaban camino a la ciudad cuando la madre de Andrea les dio encuentro, la llevaron a un hospital donde ella conocía al personal médico.

Entró a quirófano el 24 de diciembre y siguió con cirugías por cinco días. Se había partido el hígado en tres y su intestino se paralizó. Debía estar 15 días inmóvil en cama. También le dio pancreatitis y sus pulmones se llenaron de líquido, por lo que le tuvieron que hacer punciones. En total, se sometió a cuatro cirugías.

“Yo le decía a mi papá: ‘Ya no... Es mucho dolor, tantos pinchazos, ni siquiera puedo soportar la presión del oxímetro en mi dedo’”, recuerda Andrea. Tres veces al día debían tomarle muestras de sangre. Su cuello tenía dos vías centrales para pasar sangre.

Durante ese tiempo, el psicólogo del hospital la visitó, pero ella no podía ni quería hablar. Cuando al fin le dieron de alta, el doctor le advirtió: “Te va a venir un bajón. Ahora, tu cerebro está luchando por sobrevivir, no se está preocupando ni te da ansiedad, pero luego te va a venir un bajón. Tienes que buscar ayuda”. 

“Cuando salí, al ver mi vida prácticamente destrozada, me deprimí horrible", relata y agrega que visitó a una psicóloga, fue a terapia neuronal y, finalmente, acudió donde un sacerdote. Todas estas experiencias fueron negativas, pues en vez de ayudar, empeoraron su situación. Hasta que su madre le sugirió hacerse leer la suerte en la calle Sagárnaga. Dudosa de ello, Andrea aceptó.

Hay 1.590 médicos tradicionales registrados

En Bolivia, a partir de la promulgación de la Ley de la Medicina Tradicional Nº 459 del 19 de diciembre de 2013 se creó el Registro Único de la Medicina Tradicional Ancestral Boliviana (Rumetrab), con la finalidad de establecer mecanismos de control al ejercicio y la práctica legal de la medicina tradicional. Según éste, hay 1.590 prestadores de medicina tradicional que cuentan con matrícula nacional y así ejercen legalmente la profesión.

Pero el responsable del Programa Nacional de Salud Intercultural, Diego Noriega, resalta que si bien en el registro hay 1.590 médicos tradicionales, sólo son quienes han cumplido con los formularios y requisitos. En cambio, dice, habría que considerar que podría haber al menos un médico tradicional en cada comunidad de los 327 municipios de Bolivia, excluyendo 15 municipios capitales y ciudades donde prevalece la medicina formal.

“Los demás municipios son rurales y en cada municipio debe haber unas  50 comunidades. A su vez, en cada comunidad, según su estructura organizacional, hay un médico tradicional. Así vemos que el número va multiplicándose”.

Diego Noriega, responsable del Programa Nacional de Salud Intercultural
Quienes diagnostican en las calles leyendo en cartas, coca u otros elementos también pueden ser considerados médicos tradicionales si es que cuentan con la acreditación correspondiente.
El ritual de una limpia

En busca de respuestas, en octubre del 2018, Andrea acudió a la calle Sagárnaga de la ciudad de La Paz, zona donde ofrecen sus servicios yatiris, amautas y chamanes, entre otros. “Todos me decían que me debía haber muerto en el accidente. ‘Se te ha ido tu suerte’, ‘se te ha ido tu estrella’. ‘Hay que cambiarte tu suerte’. Yo no quería. Pero cuando fui a todos y todos me decían los mismo, dije ‘tal vez sí’…”.

En la calle Sagárnaga de la ciudad de La Paz, personas esperan en fila para ser atendidas por una amauta (foto: Carlos Sánchez Navas).

Había uno que, según decían, era muy bueno. Dos cuadras de fila para su puesto servía de evidencia de aquello. Mientras hacía fila, Andrea escuchó sólo casos de éxito y curación. Aún así, hizo falta mucha insistencia de su familia para que ella finalmente acepte.

El ritual que describe como terrorífico duró 12 horas. Andrea debía esperar hasta las tres de la mañana porque supuestamente es una hora ideal para que el tratamiento funcione. Al principio, le untaron con grasa de llama derretida en algunas partes del cuerpo, mientras el yatiri y su asistente rezaban en un español mezclado con aymara.

El procedimiento incluía varios elementos que Andrea desconocía, como aceites, o pelaje, típicos de una ofrenda o “mesa” que se realiza como parte de la cosmovisión andina.

— ¿Tú tienes que hacer algo o sólo ellos hacen el ritual?

—Sí, tienes que hacer algo —comienza a llorar— había un conejo, gris, y dos lagartijas. Los mataron. A las lagartijas las pusieron en mis pies y al conejo en mi pecho. Lo asfixiaron y se resistía. Fue horrible porque lo escuché sufriendo. Me hicieron asfixiarlo.

— ¿Por qué o para qué hicieron eso?

— Cambiaron mi suerte con ese conejo. Y él me pasó su suerte.

—¿Y sentiste también a las lagartijas?

— Con ellas es diferente porque al menos su sangre es fría, pero del conejo sentí su sangre aún caliente. Me sentí horrible, porque yo no soy mala. Yo no quiero hacer daño a nadie, ni a nada.

Luego de hacer esos sacrificios, Andrea mantuvo los cuerpos de los animales sobre su cuerpo y fue llevada a una apacheta, un lugar sagrado, en la ciudad de El Alto. Allí, en una especie de muro, pidieron que Andrea escribiera todo lo que quería para su vida. Deseó y escribió que quería encontrar a una pareja, la describió y también que quería estar sana.

La madre de Andrea la acompañó durante todo el ritual. Antes, ellas no se llevaban del todo bien. Para la hora del amanecer estaban en la apacheta y los yatiris sirvieron cerveza. Pese a estar en recuperación de su salud, pidieron a Andrea que beba al menos un poco. “Brindé con mi mamá, cruzamos los brazos y justo en medio, entró el primer rayo de sol. Parecía magia. El yatiri me dijo que desde entonces mi mamá y yo nos llevaríamos bien, porque somos hermanas del sol”.

Le pidieron que se quite la ropa que tenía la sangre y cuerpos de los animales sacrificados. Andrea se alejó del lugar y el yatiri le dio una instrucción clara: "No mires atrás". “Y todo cambió, funcionó”, asegura ella.

Consultada sobre el caso de Andrea, la doctora Elizabeth Patiño, presidenta de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría, identificó que el caso tiene indicadores de una depresión reactiva causada por la ruptura amorosa y el accidente. A pesar de que ella asegura estar curada, Patiño advierte que es posible que todavía no haya superado eso. “Está como con un barniz, como suele ser con la teoterapia o discursos religiosos. Parece que ella aún está cargando una depresión y es peligroso. Aparentemente se ha sugestionado, porque somos muy sugestionables los seres humanos”.

La depresión es un trastorno mental. Se presenta en las personas con síntomas como tristeza, irritabilidad, sensación de vacío, desinterés por todo e incluso pensamientos suicidas. Patiño explica que cuando se supera adecuadamente un evento traumático, por ejemplo un accidente de esa índole, una ruptura de pareja impactante o un hecho de violencia sexual, el indicador de que la persona lo ha superado, es que al hablar sobre ello, no le afecta emocionalmente. “Tampoco va a estar bailando y feliz, pero sí va a hablar con serenidad de ese asunto”, indica la psiquiatra.

¿Está reñida la práctica de curandería y la psiquiatría?

“Los trastornos mentales no son otra cosa que situaciones de enfermedad que se dan, al igual que en cualquier parte del cuerpo, también a nivel de la mente”, explica la doctora Elizabeth Patiño. Casos de depresión, ansiedad y esquizofrenia suelen llegar a curanderos, yatiris, amautas u otras medicinas alternativas. Y eso tiene sus riesgos, pero también existe una oportunidad de sincronización intercultural.

Estos trastornos ameritan tratamiento, ya que no dependen de la voluntad de la persona. De acuerdo a su estado, puede ser psicoterapia o una intervención médica psiquiátrica. Los trastornos mentales se dividen en dos grandes grupos. Los menores, no menos importantes, hacen que la persona siga conectada con la realidad. Ahí están la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático, entre muchos otros. Y otro gran grupo es el de los transtornos mentales mayores, cuando la persona sí se desconecta de la realidad. Aquí están la esquizofrenia, trastorno bipolar y demencias, entre otros. 

“En los trastornos mentales mayores sí se requiere la atención médica urgentemente, porque un trastorno esquizofrenico no se va a controlar sólo con terapia. Es lo mismo un trastorno bipolar. Precisamente por pensar lo contrario, tenemos que lamentar situaciones terribles, las complicaciones que puede haber en una esquizofrenia paranoide es que la persona puede llegar a autoagredirse o agredir a otras personas, a veces de manera irreparable. O una depresión mayor en un trastorno bipolar puede llevar a los suicidios, que se dan con mucha frecuencia”, indica la psiquiatra.

Para casos menores, se trabaja con psicólogos (quienes no están autorizados para dar medicación), ellos fortalecen los recursos intrínsecos de la persona para controlar los arranques de ansiedad, por ejemplo. Es un trabajo en equipo. “Lo mismo podemos decir de la medicina alternativa en la que confían gran parte de las personas, en el área rural pero también en las ciudades. Tiene que verse un trabajo mancomunado. Ahí yo creo se ve la seriedad de ambos lados,los curanderos y la parte médico psiquiátrica. El trabajo coordinado es lo que puede llevar a la recuperación y estabilidad de una persona que esté sufriendo un trastorno mental”, dice Patiño.

Los miembros de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría elaboraron un proyecto de ley sobre salud mental que considera estos aspectos. Éste espera su aprobación en la Asamblea Legislativa.

“Los curanderos y yatiris que llegan a tener mucha sapiencia de nuestros saberes ancestrales merecen nuestro respeto, siempre y cuando no sean impostores. Y, lamentablemente sabemos que muchos de ellos lo son. Nos damos cuenta cuándo actúan con sabiduría y conocimiento porque suelen ser muy honestos”.

Resalta que el proyecto de ley sobre salud mental que proponen contempla los saberes de la medicina tradicional. Fortalece la sincronía entre los curanderos y la medicina occidental. Como un escenario ideal, retrata una escena de una persona que proviene del campo que asustadísima llega a un hospital. De un lado suyo está un médico psiquiatra y al otro está su curandero, para que esa persona se sienta más segura, confiada y pueda salir adelante. “A eso es lo que estamos apostando, a la interculturalidad”, aclara Patiño.

Yatiris, amautas y santeros

Siguiendo la historia de Andrea, La Nube visitó la calle Sagárnaga, en busca de yatiris, amautas y santeros. No fue fácil que estas personas accedieran a una entrevista, ni siquiera a una foto. Se negaron el yatiri de un diminuto puesto en la calle y la señora curandera de una gran galería. “Está prohibido -dijo reticente- un verdadero amauta no dejará que le tomen foto o filmen, porque los impostores podrían ver lo que hace y copiarlo”, explicó brevemente.

El santero Alberto Ticona atiende a un cliente en su puesto en la calle Sagárnaga de La Paz (foto: Carlos Sánchez Navas).

Alberto Ticona se identifica como santero. “Maneja” casos con seres como el tío (demonio) o la Pomba Gira (un espíritu afro-brasileño). “Estoy más allá que un yatiri o amauta, porque trabajo con diferentes entidades”, explica. El cuarto donde ofrece su servicio está lleno de figuras de apariencia satánica, estatuas de seres mitad animal y mitad humana.

Él trabaja en Bolivia desde hace dos años, pero antes realizaba esa práctica en Argentina. Ticona asegura que la santería no se estudia, llega por descendencia, su madre recibió un rayo y él también. Actualmente, también realiza curaciones.

“Muchas veces cuando las personas se separan, entran en amartelo. En esos casos, se hacen baños de flores y reencarnación para volver a lo normal. Y lo que es lo más común es la llamada de ánimo, cuando una persona ha gastado o perdido toda su energía. Algunas personas cuando han perdido un amor, siempre están llorando. Otras se intentan suicidar. Esas cosas sí se cambian. Esos cambios son más profundos. Para algunos casos se hace tomar sangre de toro, pero a veces la sangre los vuelve locos. También se hierven piedras. En otras ocasiones, se hacen cambios de suerte a base de plantas, flores o animales. Pero maltratar a un animal no es bueno. La naturaleza no nos ha dado para que hagamos eso”.

El santero Alberto Ticona

Si bien en Bolivia existe la "Ley para la Defensa de los Animales contra Actos de Crueldad y Maltrato", en la misma se permite el uso de los mismos en "los actos ejercidos en la medicina tradicional, ritos ancestrales, que se rigen conforme los usos y costumbres de los pueblos indígena originario campesinos, debiendo realizarse evitando el sufrimiento innecesario y agonía prolongada". Esta autorización fue, en su momento, motivo de polémica.

Los rituales no solo son con conejos, también usan gatos, gallos y chanchos. El santero explica que, para ello, se debe conocer bien a qué apacheta ir, dependiendo de la intención. Los expertos en ese ritual son los chamacanes, el más alto rango de todos. Hay pocos y usualmente no están en las ciudades.

Ticona señala que en Bolivia hay magia blanca, magia negra, africana y de otros tipos. Están en todas las regiones del territorio nacional. Destaca que sus clientes son de todo tipo y clase social. Llegan a su puerta, rodeada de figuras demoníacas, hasta personas religiosas.

Según el responsable del Programa Nacional de Salud Intercultural, Diego Noriega, llamar brujería a la práctica de ritos es una valoración descalificadora y peyorativa del conocimiento de la medicina tradicional.

“Desde la colonia, brujería es todo lo que no es occidental. También sabemos que en Europa o Estados Unidos, en el siglo XVI, toda mujer que sabía curar era bruja”, comenta.

Señala que un rito sólo son pasos a seguir. En su criterio, no se diferencia mucho de los pasos para recibir atención médica en un hospital. “Hay una admiración y respeto casi mítico al médico, es el que salva la vida ¿Por qué? Porque está dando respuesta. Entonces, cuando hablamos de la medicina tradicional y los rituales de brujería, hablamos de aquellas acciones que nos curan en relación al equilibrio con la naturaleza. Creemos que es brujería porque se hace en secreto, pero eso es porque en el siglo XVI se la prohibió. Porque en ese entonces quien hacía salud y educación era la Iglesia”.

En el mundo andino, “la salud no se trata de curarse, se refiere a un equilibrio”. Entonces, ¿por qué Andrea perdió su suerte? Según le explicó el yatiri que la “curó”, ella “amó de más” a su ex pareja (desequilibrio). Al dar todo de sí, se quedó sin nada. Perdió su energía, su luz, “su estrella”.

Han pasado siete años desde el accidente y seis desde la limpia de Andrea. Actualmente, ella goza de buena salud, se acaba de casar y tiene una linda relación con su madre.

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Esta investigación fue realizada gracias al soporte del Consorcio para Apoyar el Periodismo Independiente en la Región de América Latina (CAPIR), un proyecto liderado por el Institute for War and Peace Reporting (IWPR).

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