Comunicate con uno de nuestros agentes x
Comunicate con Guardiana

Como podemos ayudarte?

0

Por Guardiana (Bolivia)

Lunes 13 de agosto de 2021.- En enero de 2021, Roberto Quispe Alanoca solo tenía un deseo: morir en su casa. El periodista contaba con un seguro de salud, en teoría. Sin embargo, la empresa televisiva que lo despidió no había cumplido supuestamente con los pagos. Ni pensar en una atención particular. A él y al resto de sus compañeros, casi 200 en la ciudad de La Paz, les debían meses de salario. “Recuerdo que eran los primeros días de enero de este año. Me detectaron positivo al coronavirus y les dije a mis familiares: ‘No quiero morirme en un hospital’”.

Creció admirando a Carlos Palenque y desde joven deseaba ser periodista hasta que lo consiguió. Hoy es un hombre cincuentón que ya lleva más de tres décadas en el oficio. Como el Compadre, se dedica a hacer campañas –muchas veces anónimas– a favor de los más pobres. Cuando camina en la Ceja suele ser reconocido y la gente lo llama como a él le gusta: "Jilata" (hermano, en aymara). A veces le hablan en su idioma materno y en otras ocasiones en español. Su rostro es bastante conocido porque durante nueve años estuvo en la pantalla chica. Enfermó y lo despidieron. Hoy se reinventa.

No tiene buenos recuerdos de su última etapa en el canal privado. Le pagaron la prueba para determinar si tenía el mal, pero nada más. “Antes de tener Covid-19, estaba en las calles. Iba a mi radio e iba al canal, pero no nos dieron implementos de bioseguridad”.

El Jilata iba a morir en enero de este año. Vivió dos semanas entre despedirse de este mundo y luchar por una nueva oportunidad. “Me quedé en casa, me curé con medicina tradicional y también con medicina occidental”. Aunque aún tiene miedo de salir de su casa, aceptó entrevistarse con Guardiana para contar su historia, que es un denominador común de lo que les ha pasado a otros periodistas durante la pandemia: recibir un golpe de Covid-19 y luego otro del mundo laboral.

Roberto Quispe logró salvarse; pero no así otras 67 personas que un día trabajaron en un medio de información y tuvieron que marcharse del mundo de los vivos para siempre entre marzo del 2020 y septiembre del 2021. De los 67, solo tres eran mujeres y el resto hombres que sobre todo trabajaron en radios y canales de televisión. Muchos de los que se fueron durante la primera ola de la pandemia lo hicieron sin siquiera saber que habían contraído Covid-19 y es que las pruebas escaseaban si es que estaban disponibles a altos precios y a veces los resultados llegaban cuando la persona ya había fallecido.

Ocurrió, por ejemplo, en Potosí. Era un sábado del 18 de julio de 2020 cuando se marchó Vladimir Flores Ríos sin saber muy bien lo que tenía. Ese día, la salud del periodista decayó notoriamente, por lo que sus familiares le llevaron al centro privado Esculapio donde debieron esperar cuatro horas hasta que aparezca algún responsable. Ya cuando llegó el personal de salud, le pusieron respiración artificial, pero cuando le quitaron el oxígeno para tomarle la prueba de Covid-19, se desvaneció. La esposa, que se encontraba presente, se desesperó e intentó reanimarle dándole respiración boca a boca. Todo fue inútil. Vladimir Flores fue sepultado al mediodía del día siguiente.

El periodista David Ovando Aguilar, de la Federación Sindical de Trabajadores de la Prensa de Cochabamba, aclara que muchos de los que se fueron en la ciudad del valle ya estaban jubilados. Los registros de esta entidad indican que sumaron 25 casos positivos de 600 afiliados.

Ovando confirma lo que Guardiana identificó como una tendencia en diferentes ciudades de Bolivia: en tres casos dramáticos que se vivieron en Cochabamba en el gremio, no se consiguieron las pruebas para determinar la existencia del virus y después les solicitaron medicamentos prácticamente imposibles de conseguir.

Y si se habla de dinero, precios, internaciones y medicamentos, uno de los que tuvo que pasar las de Caín en Cochabamba fue Franz Navia, quien lleva 23 años en una emisora cochabambina y es coordinador de prensa. Él estuvo 18 días internado, permaneció un mes y medio en aislamiento y además de sufrir por la enfermedad, tuvo que enfrentar el gasto económico en exámenes y medicamentos. Por ejemplo, adquirió pruebas PCR a 1.000 bolivianos y la internación en la clínica le costó 75.000 bolivianos. También tuvo que costear los gastos de sus familiares contagiados. Asegura que no recibió ayuda de la Caja y que hasta ahora debe comprar por su cuenta remedios. Eso sí, agradece que aún tiene estabilidad laboral y recibió sus sueldos de forma normal.

No tuvo la misma suerte el Jilata, aunque él no concibe vivir alejado de los medios de comunicación, por eso ahora se dedica a un programa diario en aymara. Ya no piensa en morirse, ni en un hospital ni en su casa. Vuelve despacio a ejercer el oficio que lo enamoró cuando él era un adolescente.

Si bien Roberto Quispe en La Paz y Franz Navia en Cochabamba lograron vencer a Covid-19 con todos los gastos y penurias que eso significó, su realidad laboral terminó siendo diferente: el primero se marchó de su trabajo y el segundo logró mantenerlo. Al primero tardaron meses en pagarle su salario y al segundo le dieron el dinero a tiempo. Y es que la pandemia llegó al microcosmos del periodismo con múltiples rostros, uno de ellos fue el despido y otro la disminución salarial hasta el punto de que muchos periodistas, sobre todo de soportes impresos, hoy ganan menos que el año 2000.

Un caso en un diario como botón de muestra

Se toma un caso de muestra porque si bien en Bolivia las y los periodistas que trabajan en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba casi siempre lograron percibir mejores salarios que en otras ciudades del país, no se puede hablar de montos fijos o iguales porque en cada medio existen variaciones, incluso dentro del mismo dependiendo de la negociación que la o el periodista realiza antes de su contratación. Normalmente si en el medio requieren a dicho periodista a como dé lugar, están dispuestos a pagar más. Pero hasta eso cambió por la pandemia debido a que algunos medios terminaron dejando ir a sus mejores periodistas porque estos últimos se negaron a que les disminuyeran su sueldo. Así, personas reconocidas con premios a nivel nacional e incluso internacional terminaron marchándose.

El periodista Diego (nombre ficticio porque la fuente pidió guardar su nombre en reserva) ganaba unos 7.000 bolivianos el año 2000 como Editor en un diario importante de la ciudad de Cochabamba. En el mismo periódico, un editor que fue incorporado en los últimos años gana hoy alrededor de 5.000 bolivianos.

Pero el costo de vida los años 1998, 1999 y 2000 no son los mismos de ahora. Diego recuerda que compraba cuatro panes por un boliviano y hoy ese monto le alcanza para dos panes. Pagaba a un taxista por un recorrido desde el centro de la ciudad de Cochabamba hasta la avenida América en el norte alrededor de tres bolivianos y hoy ese trayecto no cuesta menos de 10 o 12 bolivianos. Y cuando después de largas jornadas de trabajo, Diego se detenía frente a un carrito de hamburguesas en la calle, entregaba a la vendedora tres monedas de un boliviano y una de cincuenta, hoy debe darle casi el doble. Y cuando recuerda, respira al mencionar los alquileres porque, felizmente, estos no subieron, algunos incluso bajaron durante la pandemia. Pero no puede decir lo mismo de los alimentos, el transporte e incluso la educación superior privada.

Antes del gobierno de Evo Morales, el salario mínimo nacional era de 440 bolivianos y actualmente es de 2.164 bolivianos.

Sueldos en prensa, radio y televisión

Por el año 2000, quien ocupara el cargo de Director o Subdirector de un periódico considerado grande e importante en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba ganaba por encima de los 20.000 bolivianos, incluso en un diario de Cochabamba el sueldo alcanzaba los 35.000 bolivianos. Ese monto fue bajando por debajo de los 18.000 bolivianos y en un periódico de La Paz cayó incluso a 11.000 para el cargo de Subdirector antes de la pandemia.

Una o un Jefe de Redacción percibía el año 2000 alrededor de 10 mil bolivianos o más dependiendo del tamaño, antigüedad e ingresos del medio en cuestión, y también de la ciudad. Quienes eran redactores percibían diferentes montos que oscilaban entre tres mil y seis mil bolivianos, y hasta más en el caso de diarios grandes de Santa Cruz de la Sierra.

En los últimos años antes de la pandemia de Covid-19, las y los editores con buenos años de antigüedad cobraban arriba de los 12 mil bolivianos de sueldo al mes, mientras los recién contratados ya estaban en algunos casos con sueldos entre 6.000 y 8.000 bolivianos. Estos últimos montos han seguido sufriendo reducciones en algunos medios durante la pandemia y hoy un editor de una sección importante como Política de un diario considerado grande puede percibir alrededor de 5.000 bolivianos en Cochabamba.

Una fuente que pidió no se mencionara su nombre contó que antes de la pandemia ganaba como editor de un medio en La Paz 8.000 bolivianos y recién le ofrecieron trabajo en otro medio por 4.000 bolivianos. Un periodista de un diario importante en Santa Cruz relató que en su medio hubo por lo menos unas tres reducciones de salarios en los últimos tiempos.

Actualmente, las y los jefes de prensa de los canales de televisión grandes en la ciudad de Cochabamba ganan entre 11.000 y 12.000 bolivianos. Sus periodistas perciben entre 3.000 y 5.000 bolivianos, el primer monto quienes son nuevos y el segundo quienes tienen mayor experiencia. Un Jefe de Prensa que no quiso ser identificado contó que el año 2000 se pagaba a un periodista novato unos 3.000 bolivianos; sin embargo, quien fungía como una especie de Subjefe de Prensa no ganaba mucho más puesto que su sueldo alcanzaba los 5.000 bolivianos. Estos montos en las ciudades de La Paz y Santa Cruz se incrementan cuando de canales de televisión se trata.

Sin embargo, quienes siempre tuvieron un mejor trato salarial en los canales de televisión fueron las y los presentadores, por cuya presencia en un medio televisivo siguen disputándose las gerencias. Por ejemplo, a una presentadora que se llevaron en pandemia de un medio a otro le ofrecieron el doble de sueldo, terminó ganando unos 10.000 bolivianos. Pero eso pasa en canales grandes y antiguos en los que incluso un Jefe de Prensa que cumple otros papeles más puede llegar a percibir 20 mil bolivianos.

¿Y qué pasa con las radios? En una emisora de alcance nacional que cuenta con una red de radios que incluye cobertura en el área rural,  el coordinador puede acceder actualmente a un sueldo de 5.000 bolivianos, el Jefe de Prensa a 4.500 bolivianos y los periodistas a 3.500 bolivianos.

Los ingresos actuales que reportan periodistas de otras ciudades como Potosí son aún menores. Algunos hablan del mínimo nacional de 2.164 bolivianos sin beneficios sociales y con turnos que no son reconocidos salarialmente. Y en otros casos alquilan espacios en un medio, cubren los costos con publicidad y el excedente es su ganancia. Otros trabajan con porcentajes. Por ese motivo, los datos consignados en este material sobre los salarios corresponden más a La Paz, Santa Cruz y Cochabamba.

Menos beneficios y estabilidad laboral

Junto con la disminución de salarios y la contratación de gente recién salida de las universidades llegaron durante la pandemia diferentes modalidades de trabajo y contratación de periodistas. Incluso, gente que se fue de algunos periódicos en Santa Cruz, luego terminó como freelance del mismo con un pago por artículo entregado. Esta forma de trabajo que ya existía hace años y por la que se pagaba entre 700 y 1.000 bolivianos por reportaje, ahora está de moda.

Otra de las opciones asumida por algunos medios de información fue contratar personal solo por tres meses, a fin de evitar que este ingrese en planillas. Por ese motivo aparecían los nombres de periodistas como editores y redactores durante menos de 90 días y luego dichos nombres cambiaban y luego volvía a suceder lo mismo.

Periodistas de La Paz y Santa Cruz que trabajan en medios impresos contaron a Guardiana que en el último tiempo se ha optado por la modalidad del contrato. De este modo, el medio "se ahorra" la carga económica que implica el pago de beneficios que tiende a encarecer las planillas, además de tener en sus manos la posibilidad de deshacerse de los condicionamientos que no le permiten despedir personal cuando así lo vea por conveniente. Sin embargo, no hay que olvidar que cualquier empleado que sigue trabajando en un medio pasados los tres meses, por ley debiera entrar automáticamente en planillas. Pero, los directivos de los medios siempre cuentan con el asesoramiento de abogados que buscan rajaduras en la ley.

Pandemia aceleró colapso del modelo de negocios

Los medios de información tradicionales como los periódicos, las radios y los canales de televisión vivieron durante muchos años gracias a la publicidad, porque ya ni la venta, en el caso de los diarios, reportaba ganancia importante desde el año 2000. Es que el costo del papel y la tinta, entre otros insumos para la impresión, se había elevado demasiado. Fue un problema desde entonces. Así, el volumen de las ediciones tendió a disminuir y algunos suplementos fueron incorporados en el cuerpo central de los periódicos hasta casi desaparecer como tales, sobre todo los que eran difundidos entre lunes y sábado, porque el domingo se quedó como el día estrella de ventas y momento en el que los diarios subían el número de páginas de manera muy significativa. Al final del mes, el mayor reporte por ingresos provenientes de la publicidad venía de cada domingo. Y eso lo sabían también las empresas porque incluían en las ediciones sus revistas, trípticos y separatas, pago previo por inserción que podía rondar entre 500 y 800 dólares, dependiendo del periódico, puesto que en Santa Cruz siempre costó más.

Otro botón de muestra... Hace unos 10 años, una revista dominical paceña tenía 28 páginas, hoy la misma publicación cuenta con 16. En el pasado, tres periodistas se encargaban de la revista en cuestión; en la actualidad es un editor que debe encargarse del producto final, eso sí, cuenta con colaboradores ad-honorem. Los espacios en publicidad cubrían el 40 por ciento de la mencionada publicación, en la actualidad solamente el 10 por ciento.

La pandemia empeoró la situación porque obligó a suspender la venta de periódicos en papel, con lo que se perdió el ingreso por publicidad durante muchos meses porque tampoco se logró que esta migrara en su totalidad a la web de los medios. Este hecho puso en apuros a los propietarios que solo para cubrir, por ejemplo, una planilla de unos 150 sueldos necesitaban, en algunos casos, más de 800.000 bolivianos al mes.

¿Qué hacer? Algunos propietarios de diarios grandes plantearon la necesidad de reducir los salarios en un 40 por ciento y ese es uno de los porcentajes al que se aproximaron las disminuciones, unos más, unos menos. Por ejemplo, un redactor antiguo de un periódico grande en Santa Cruz que ganaba 10.500 bolivianos, hoy percibe 7.000, lo que significa que a esta persona le han disminuido su sueldo en un 34 por ciento.

No es un fenómeno solo boliviano, sino internacional. Sin embargo, a diferencia de otros países, en Bolivia no se apoyó desde el Estado en general ni desde el Gobierno en particular a los medios de información, salvo la conocida contratación por publicidad con medios afines al Gobierno de turno, lo que ha ocurrido desde hace muchos años. El resto de medios se vio librado a su suerte con la necesidad de ofrecer a la venta incluso edificios emblemáticos. Por eso, la Asociación Nacional de la Prensa dijo que los periódicos estaban al borde del colapso. Y también se dijo una y otra vez que el modelo de negocios basado únicamente en la venta de publicidad no iba más en Bolivia ni en el resto del mundo.

Sin embargo, pretender vivir solo de la publicidad en las web de los medios no ha dado resultado. Por muchos millones de likes que reciba un medio, el ingreso por los anuncios digitales no representa ni la cuarta parte del dinero que los medios necesitan para cubrir sus costos mensuales. En algunos medios de Cochabamba se decía que la publicidad digital solo cubría el cinco por ciento del total de dinero necesario para el mes, eso antes de la pandemia.

Los medios que solo son digitales no suelen tener planillas de empleados que superen las 30 personas en Latinoamérica. El medio colombiano de renombre internacional La Silla Vacía tiene en promedio 12 personas para pagarles a fin de mes y de ellas dos suelen ser practicantes. Eso solo para tener una idea. Dicha cantidad contrasta con lo más de 150 empleados que algunos periódicos tenían en planilla al empezar la pandemia.

Por eso, ya incluso antes de la pandemia hubo despidos masivos, sobre todo de personal antiguo que representaba mayores costos. Y cuando necesitaron personal, primero echaron mano a practicantes, freelancers y si aún así seguía faltando, terminaron por contratar jóvenes recién salidos de las carreras de Comunicación de las universidades, a quienes les ofrecían algo más del salario mínimo nacional de 2.164 bolivianos. En Santa Cruz, un periódico importante realizó tres reducciones salariales en los últimos años.

Despidos, a veces contra la ley

Los despidos han estado a la orden del día; aunque a veces disfrazados de "renuncias". Desde enero hasta julio de 2020, en Bolivia se registraron más de 520 despidos, según un reporte de Guardiana. Hoy no se conoce a cuántos ascienden desde 2020 a la fecha. Si bien no solo en Bolivia hubo despidos de trabajadores de los medios (la BBC se deshizo de 450 periodistas), en el caso boliviano muchos de estos fueron en contra de la Ley 1309 que Coadyuva a Regular la Emergencia por el Covid-19. Según esta norma no se podía despedir a empleados durante la época de la emergencia sanitaria.

Hubo situaciones en las que los empleadores hicieron firmar a los despedidos documentos en los cuales se hacen conciliaciones por menos dinero del que manda la ley para casos de despidos. Además, se conciliaron planes de cuotas de un año, cuando este tiempo no debería superar los 15 días según la ley.

En los contratos de los despedidos “por voluntad propia” de una firma televisiva existían frases como esta: “Como consecuencia de la terminación de la relación laboral entre partes, la empresa puso a disposición del beneficiario oportunamente y dentro del plazo de 15 días previstos por ley desde la finalización de la vinculación, el pago de todos los derechos sociales adquiridos que le corresponden…”  o esta: “… respondiendo por tanto a lo que legal y legítimamente le corresponde, no existiendo reclamo sobre el particular”.

Periodistas como pulpos

La Sala de Prensa de la Alcaldía de El Alto debe ser uno de los lugares más bulliciosos de Latinoamérica o al menos de Bolivia. Periodistas van y vienen con los celulares en las manos. Impostan sus voces, hablan fuerte, mandan despachos y ajustan sus aros de luz, mientras comparten con sus colegas las novedades de las últimas horas. Les gusta andar en grupo y juntos deciden hacia dónde van a ir. A veces, la noticia está en las oficinas policiales y en otras ocasiones en las instituciones de salud.

El sitio no debe medir más de cinco metros cuadrados y cruzando la puerta de madera del recinto hay un patio grande donde se suelen ofrecer conferencias de prensa. Los periodistas de El Alto son, se nota a leguas, multioficios: graban las declaraciones de un entrevistado y un instante después le toman una fotografía. Luego sus dedos son conejos que saltan deprisa en las teclas del celular y zas tienen una nota.

Periodistas en su cobertura

Edwin Apaza es parte de este grupo. Y no es uno más, él es de los más respetados porque ya lleva once años reporteando y los últimos seis forma parte de una firma nacional. Dice que hoy se ha convertido en un todoterreno. “Recordemos que hace años no había redes sociales y teníamos que ir a la radio y descargar los audios de los casetes, luego de las reporteras digitales; y ahora ya estamos en todas las redes sociales, estamos en Facebook, WhatsApp, utilizamos todas las redes para que la gente pueda estar informada al momento”.

“Actualmente – continúa – tenemos que hacer de todo. Una nota ya no va solo con la descripción en texto, debes acompañarla con fotografías y videos para que esa noticia llegue a mayor cantidad de personas”. Cierto, la competencia es dura y cada cierto tiempo se suman más medios digitales en busca de un espacio para ganar algo de dinero.

La periodista Rosa Mujica secunda las palabras de Apaza; pero le pone un pero a su mensaje. Advierte que en los últimos meses hay una precarización del oficio. “Hemos visto que hay mucha demanda de trabajadores, pero esa demanda  ha hecho que merme el tema del salario. Ahora hay jóvenes que tú puedes ver agarrados de un celular y un micrófono, que solo cobran 200 o 300 bolivianos por un salario al mes”.

Todo esto, continúa Mujica, es por la necesidad que tienen los jóvenes de tener experiencia en el oficio. “Esos sueldos es lo que pagan algunos independientes y esa es una realidad que queremos combatir”.

Obviamente son estos trabajadores de la información quienes no cuentan con sus derechos laborales, ni reciben implementos para enfrentar la pandemia. Algo similar sucede en algunos medios potosinos, donde se han registrado pagos de 500 bolivianos al mes.

Allá por 1996 el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez calificó al periodismo como “el mejor oficio del mundo”. Por entonces no había ni premoniciones de la pandemia. Hoy, muchas y muchos periodistas han visto cómo su sueldo en cuestión de meses se ha reducido hasta tres veces, mientras siente que cual pulpo debe trabajar con textos, audios y videos. En resumidas cuentas, este no es momento para las buenas noticias a la hora de hablar de periodistas, medios e ingresos económicos.

Este material forma parte de un grupo de artículos que conforman el reportaje "Periodistas en Pandemia":

  1. Reducción tras reducción, muchos periodistas ganan menos que el año 2000
  2. Las 4 muertes del periodista Roberto Soliz y el día en que calló la voz de San Ramón
  3. 67 trabajadores de medios murieron en las primeras 3 olas de la pandemia en Bolivia
  4. El periodista “errante” que anda por el mundo cargando libros y revistas

Embarazo después de los 50: Bolivia tiene más de 100 casos cada año

Noticia Anterior

Incendio en el Tunari mostró lenta coordinación y reacción de autoridades

Siguiente Noticia

Comentarios

Deja un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *