Texto, fotos e infografías de Erick Ortega para Guardiana (Bolivia)
Lunes 4 de abril de 2022.- Siempre que volvía de su trabajo, a eso de las ocho de la noche, Vania iba al puesto de su mamá y le deseaba las buenas noches. Doña Natty, una mujer de manos grandes y sonrisa franca, le servía un plato de silpancho. Ambas se quedaban unos minutos a disfrutar, la una de la otra. Tenían sus bromas convertidas en claves, se doñeaban entre ellas, al final reían como compinches… a fin de cuentas madre e hija parecían almas gemelas.
El 5 de febrero del 2021 murió su esposo Sevillano Trujillo y el 18 de febrero el concubino de Vania mató a su hija o, como ella le decía, “doña Vania”. Cuando estaba feliz, la hija agarraba las manos de su mamá y la ponía a bailar con la música de La Bamba o Sabor Sabor. A veces simplemente se pasaban horas y horas hablando de la vida que compartían. Hoy la señora Natty es un alma aún vestida de negro.
“Gracias a Dios he rezado y estoy tranquila, pero tengo un dolor aquí adentro”, cuenta la señora de 63 años y se señala el lado en el cual está su corazón. A las familias de las víctimas de feminicidio les arrancan la vida de sus seres queridos y ese dolor no tiene cura. Y los efectos y tormentos que deben soportar son múltiples porque van desde lo mal que se sienten; las enfermedades que les aqueja empezando por la depresión; las amenazas de las que son objeto por parte del agresor y sus familiares; la situación en la que quedan los huérfanos hasta los gastos que no terminan después de la muerte del ser querido. Lo peor es que las familias nunca vuelven a ser las mismas.
¿Y qué pasa con los agresores encontrados culpables por la justicia? La Ley 348 establece una pena máxima de 30 años sin derecho a indulto para los casos de feminicidio, cantidad de años máxima para cualquier delito, por muy grave que sea de acuerdo a la Constitución y el Código Penal bolivianos. Sin embargo, hay quienes consideran que frente a todo el daño ocasionado por un feminicida, esos son pocos años. Por ejemplo, la Organización de Familias de Víctimas en Busca de Justicia Bolivia presentó un proyecto de ley que plantea cadena perpetua y un bono a los hijos que quedan sin la madre. Sin embargo, al respecto no hay consenso en los criterios por cuanto desde los derechos humanos tanto a nivel internacional como nacional, los pronunciamientos van en contra de sanciones como la cadena perpetua o la pena de muerte por considerar que al final no son una solución porque esta pasa más por activar estrategias de prevención que incluyan a los hogares, colegios, universidades, instituciones y toda fuente laboral, entre otro tipo de espacios públicos.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) elaboró un estudio sobre huérfanos y huérfanas por feminicidio, en el cual recuerda que “éstos serán puestos de inmediato bajo custodia de los abuelos u otro familiar cercano por línea materna, con el acompañamiento de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia en tanto se establezca la guarda legal, debiendo acceder toda la familia al sistema de protección de víctimas y testigos del Ministerio Público y al sistema de atención que esta Ley prevé”. Pero luego, uno de los problemas que puede dar lugar a otro reportaje es la guarda legal que se ha convertido en un calvario para los parientes que quedan a cargo de los niños.
"Soy la madre que ahora llora por su muerta"
La pena ha llenado de arrugas el rostro de Martha Hannover Condarco. El 11 de febrero de 2013, Jorge Raúl Clavijo Ovando asesinó a su única hija, Hanalí Huaycho Hannover. La mató ante la mirada del hijo de ambos y luego huyó. Días después, el 4 de marzo del mismo año, apareció un muerto en cercanías de la localidad de La Asunta y las autoridades informaron que era el cadáver del feminicida, muerte que en octubre del 2020 sería confirmada por el fiscal General del Estado, Juan Lanchipa, quien así cerró el caso.
Hannover es una mujer de 66 años llena de dudas y cuenta que tiene miedo. A veces encuentra un palito de fósforo en el piso del patio de la casa y, por un momento, piensa que es del policía que mató a su hija y quien también la acuchilló dos veces a ella antes de huir. A él le gustaba fumar y nunca echaba los palitos al basurero. Para ella, Clavijo sigue vivo y no es aquel cadáver que apareció “suicidado” en un cerro boscoso.
En otras ocasiones, su nieto tiene pesadillas y le pide no salir a la calle porque quizás su papá, aquel hombre que le dio 15 puñaladas a su mamá, permanezca tras ellos para hacerles daño. Los coches con vidrios ahumados también los ponen en alerta ante cualquier inconveniente. Hubo un tiempo en que hacían turnos para dormir, debido al temor que tenían. El miedo no se ha ido, sino que se ha hecho fuerte con los años.
“Hanalí era mi única hija y durante muchos años vivíamos juntas. Mi esposo falleció en 1995 y quedamos solas. Estudió Comunicación en la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés) y trabajaba en televisión. Ambas nos apoyábamos y luego se conoció con este hombre, en ningún momento estuve de acuerdo en esa relación”. Cuando hablaba por teléfono, él ordenaba: ‘Llama el teniente Jorge Clavijo, comuníqueme con Hanalí’”, mientras recuerda cae la lluvia en Ciudad Satélite y lágrimas ruedan por su rostro: “Le decía: ¡Hanalí! ¡¿Qué vas a hacer con este hombre?!'”.
El día que la mató, el hombre también atacó a doña Martha con dos puñaladas, una en el cuello y otra en el vientre. Sacó el carro de la periodista y se fue. El hijo de ambos fue testigo del crimen. La madre de Hanalí quedó marcada de por vida y no solo por la invaluable pérdida de su única hija porque también arrastra otras heridas. “Yo pues he perdido el sentido del oído. Tenía una enfermedad crónica y no dormía. Tampoco comía durante todo ese tiempo. Ahora mismo siempre me ando cayendo porque estoy mal del equilibrio. Los doctores dicen que es porque no dormía, así me quedé y así estoy pasando todo esto”.
El nieto quedó bajo su tutela. Hace un tiempo que él decidió dejar de llevar el apellido de su padre y ahora se llama como el esposo de Martha, aquel que la dejó viuda hace 27 años. Él ya es un adolescente que está cansado de ir a psicólogos. Su preocupación actual y la de su abuela es poder dormir en paz, sin el miedo a que el feminicida vaya a retornar.
La psicóloga Viviana Tórrez Seoane, quien trabaja con niños, explica qué huellas marcan a los huérfanos de feminicidios. “Como no tienen las herramientas para expresar lo que sienten o asimilar lo que les ha pasado, lo que muestran son cambios repentinos de conducta, se pueden volver agresivos o irritables; algunos se asilan o se quedan callados. Perder a su referente cercano les genera incertidumbre. A largo plazo tienen ansiedad, depresión y estrés postraumáticos. Ciertos episodios pueden llevarlos a recordar y revivir la escena que les ha generado trauma”. Acota que la distimia (depresión continua a largo plazo) es un denominador común.
Si tocan a una, respondemos todas
El 7 de junio de 2019 fue vejada y asesinada Abigail Geraldine Quintana Vega. Entonces tenía 18 años. Salió bachiller del colegio Libertadores de América y estaba ilusionada con sus estudios. Ingresó a la Carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad Loyola. “Es una herida que nunca se va a cerrar. Llega Navidad, los feriados y las fechas que compartíamos y ella ya no estará”, comenta Estela Quintana, la tía de la víctima.
El día en que ella murió, parte de la vida de su mamá, Judith Quintana, se apagó. “Mi hermana ya no trabaja. Ella es licenciada en Turismo y desde ese momento dejó de trabajar, y ha perdido las ganas de salir adelante. Ella dice: 'Para mí ha sido una esperanza criar a mi hija, verla profesional, verla realizada, verla mamá y todas esas esperanzas quedan frustradas’".
Sentada en un café de la zona Sur, la abogada Quintana no logra comprender cómo alguien pudo obrar con tanta saña con su sobrina, que era puro amor para sus compañeras de colegio. “Abigail recibió más de 22 puñaladas. Ella seguía en agonía. Después de eso la trasladaron de la casa del feminicida a una fosa”, narra con una mueca de dolor. El informe forense determinó que un golpe en la cabeza mató a la joven.
El principal sospechoso del hecho, que era menor de edad y en el pasado tuvo una relación sentimental con Abigail, fue enviado al Centro Diagnóstico Terapia Varones por seis años. “Ahí está de vacaciones”, se lamenta Quintana.
Que caiga con fuerza el feminicida
Mientras el sonido del perol aumenta, doña Natty continúa recordando a su Vania. “Extraño todo de mi hija, todo extraño. Era alegre, era una chica muy alegre. Me trataba de mamita, me trataba de doña Nattycita y me lo traía chocolates a mi puesto (de venta de comida). Cada que llegaba de su trabajo por aquí siempre venía y me daba chocolates, ella sabía muy bien qué me gustaba. Traía charque, gomitas, empanadas… En el último tiempo siempre sabe estar preocupada”.
Las últimas charlas con Vania fueron sobre sus planes a futuro: “Mi hija bien harto quería ser mamá”. La alegría comenzó a extinguirse en su hija durante los últimos meses, solo se dedicaba a su concubino, quien no trabajaba y la mujer tenía que encargarse de llevar adelante el hogar. Natty renegaba porque sentía que el hombre abusaba de la buena voluntad de su hija y la muchacha ya no era la de antes.
El abuso de todo tipo de parte de los agresores hacia las víctimas es común en los casos de violencia hacia las mujeres, el que puede terminar al final con la vida de ellas. Y dicho abuso, reflejado en situaciones de control por parte del hombre, suele empezar a nivel psicológico y verbal para continuar con violencia física. No hay que olvidar que la Ley 348 estipula en su artículo séptimo 16 tipos de violencia.
Hasta que llegó lo inevitable, la noche del 18 de febrero Vladimir Sergio Irahola Villanueva fue la última persona que vio con vida a Vania Sandra Trujillo Blanco. Él intentó crear la escena de un suicidio, pero fracasó. Escapó, fue detenido y acabó admitiendo su culpabilidad. La presión del colectivo feminista Mujeres Creando ayudó a esclarecer el feminicidio. “Además, cómo mi hija se iba a matar si era alegre. Una madre siempre sabe”, cuenta doña Natty, la mujer que ya lleva un año vestida de luto y ahora permanecerá otro año más con prendas oscuras.
"¡Justicia, justicia, justicia!"
Ni muerta Lizeth Alarcón Tito puede descansar en paz. Le dejaron velas negras en su tumba del cementerio de Sica Sica, en la provincia Aroma del departamento de La Paz. Además, su familia fue agredida por los parientes del acusado de feminicidio, Ariel Campos Chirinos. Tenía 15 años cuando fue vejada y después asesinada.
Estela Quintana ayudó a la familia de Lizeth en el proceso judicial. “A partir de lo que sucedió con mi sobrina Abigail -detalla- llegué a conocer a otras mamás que lloran y esperan en las gradas de los juzgados. Pedí números de teléfonos y creamos un grupo de WhatsApp orientando a mamás y papás, fue entonces que creamos la Organización de Familias de Víctimas en Busca de Justicia Bolivia”.
Son un centenar de familias que están en la organización. Se apoyan entre ellas, reciben ayuda psicológica e incluso comparten experiencias para no sufrir en su peregrinaje por justicia. Quintana afirma que con la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, más conocida como Ley 348, no se ha garantizado la justicia para las víctimas de feminicidios.
Las cifras le dan la razón. La Ley 348, con la que se buscaba disminuir la violencia hacia las mujeres, entró en vigencia el 9 de marzo de 2013; sin embargo, anualmente los números de feminicidios son superiores al centenar. Si se compara la cifra de muertas en 2013 con las de 2021, se podrá advertir que el número de feminicidios aumentó en 415 por ciento. El año en que más mujeres murieron por ser mujeres en manos de sus agresores fue en 2018 cuando se contabilizaron 128 casos. El año pasado fueron contados 108 feminicidios.
La psicóloga Viviana Tórrez indica que la depresión se instala en las familias que son víctimas de feminicidio. El pedido de justicia de la abogada Quintana intenta paliar en algo el sufrimiento… Sin embargo, las heridas permanecen abiertas pues este dolor no tiene fecha de expiración. Irremediablemente la señora Martha seguirá hablándole a la foto de Hanalí al llegar a su casa, doña Natty ya no recibirá las golosinas de su Vania mientras prepara la comida para sus clientes y Abigail no asistirá a las cenas de Navidad, ahí queda una silla vacía por siempre.
Este trabajo periodístico se logró en alianza con OXFAM en Bolivia.
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