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Hay “depósitos” o “telos” clandestinos que cobran Bs 5 por noche en Cochabamba

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Por Shirley Apaza S. y Gabriela Choque C. (Bolivia)

Jueves 4 de agosto de 2022.- Una fachada nueva es lo que se ve. No te equivoques. Por dentro es otra historia. Son alojamientos clandestinos cuyas habitaciones son angostas, peligrosas e insalubres porque han sido invadidas por la suciedad y olores nauseabundos. También existen otros ambientes más amplios que son habitados por una multitud de personas que llegan a hospedarse en estos lugares llamados "depósitos", donde se puede ver en fila colchones o catres adaptados de doble piso para alojar a más almas que duermen en total hacinamiento por un monto que va desde los cinco a los diez bolivianos por noche.

Estos alojamientos son casas particulares disfrazadas de pequeños negocios como tiendas de barrio o depósitos. No cuentan con un permiso sanitario, ni licencia de funcionamiento y están ubicados en el sector del mercado La Pampa de la ciudad de Cochabamba. Hasta allá van carretilleros, consumidores de estupefacientes y personas que provienen del área rural porque no tienen un mejor lugar que sea económico para pasar la noche.

En Bolivia, el derecho a la salud figura en la Constitución Política del Estado como un derecho humano fundamental. Y según el Código de Salud, los funcionarios que se encargan de controlar el óptimo funcionamiento de toda actividad económica o establecimientos prestadores de servicios en Bolivia deben tomar en cuenta aspectos relativos a la salud.

El control de los alojamientos en Cochabamba depende de la Alcaldía de Cercado (si se trata de la ciudad de Cochabamba), mediante la llamada Intendencia, y de la Gobernación, a través de la Unidad Ambiental Sanitaria del Servicio Departamental de Salud (Sedes).

La Intendencia Municipal, mediante el Departamento de Defensa al Consumidor, tiene la responsabilidad de controlar y garantizar la higiene de los alimentos y también de aquellas actividades económicas que prestan servicios a la comunidad, entre ellas están los alojamientos.

La Unidad Ambiental Sanitaria del Sedes, mediante el área de Control Sanitario, tiene la responsabilidad de inspeccionar las actividades prestadoras de servicios, entre ellas están los hoteles, alojamientos, gimnasios, establecimientos educativos, etc.; a la par de ello tienen la tarea de controlar las actividades expendedoras de alimentos y bebidas.

CASAS CAMUFLADAS

Si bien unos llaman "depósitos" a estos alojamientos, otros los denominan “telos”, sobre todo a los que están por el  sector del cerro San Miguel, donde operan de manera ilícita, ya que no cumplen con las normas de funcionamiento y de sanidad para su atención a la población, según quien era supervisor de Control Sanitario de la Unidad de Salud Ambiental del Sedes, Juan Carlos Plata García, cuando se hizo este artículo: “Todo establecimiento que quiere abrir las puertas de su actividad económica (hostales, alojamientos, tiendas, bares, etc.) a la población tiene que sacar su autorización sanitaria de funcionamiento y su carnet sanitario, ya que la Intendencia Municipal es la única que verifica cada actividad económica”.

Don Freddy (quien pidió guardar en reserva sus apellidos) era uno de los clientes más antiguos. Él solía frecuentar esos alojamientos hace unos dos años. Contó que estas posadas llevan funcionando mucho antes de la crisis sanitaria por Covid-19. Para él, estos lugares son como un “área común” y especificó que a pesar del tiempo, las condiciones de atención de estos lugares no cambian.

En la OTB Víctor Paz Estenssoro del cerro San Miguel se encuentra ubicada una de las casas que funciona como alojamiento clandestino. No cuenta con un letrero referencial; sin embargo, sí es posible ver en la planta baja una tienda donde se puede ver un anuncio pegado en la puerta que dice: “Cuartos en alquiler”, siendo esta una de las formas en que este tipo de negocios se camufla.

Si una persona observa la fachada de la casa, puede pensar que se trata de un alojamiento de más de un piso. Luce nueva, pero por dentro es otra historia. Cuando el equipo de investigación ingresó al lugar, observó que en esa casa muy rara vez hacen limpieza, por todo el polvo y suciedad que parecían colarse por todas las esquinas. Las gradas lucían deterioradas y en los escalones se encontraban platos de mascotas sucios.

En el primer piso se pudo evidenciar varias habitaciones frente a frente y separadas por un pasillo, donde se encontraban algunos catres de fierro ya en desuso. Mientras se miraba todo eso, un olor a heces de gatos y perros penetraba en el olfato. En el segundo piso, la distribución de las habitaciones era similar a la del primer piso; las puertas de algunas habitaciones se mostraron rayadas y rajadas.

Ya en el tercer y último piso se podía observar más habitaciones, entre ellas los dos cuartos que están disponibles para alquilar. Estos yacen separados por un pasillo en forma de “L”, donde se encuentra un tanque de agua de unos 2.000 a 2.500 litros, dificultando el paso a las escaleras de fierro en forma espiral que conduce a la terraza.

Se observó que uno de los cuartos era de metro y medio por dos metros, espacio en donde solo podía caber un catre de una plaza. Tenía un colchón de paja de una plaza apoyado a la pared. El segundo cuarto era amplio a diferencia del otro y contaba con un catre de una plaza con un colchón de paja.

Tomar en alquiler el pequeño cuarto le sale a una persona 220 bolivianos al mes y el otro, 350 bolivianos. El sanitario estaba al final del pasillo, con dos inodoros y una sola puerta. Cuando se preguntó por la ducha a doña Reina (dueña), evadió la pregunta, solo dijo que la lavandería se encontraba en la terraza. Aseguró que no suele alquilar y que esas habitaciones las usa para alojar; pero que después de la crisis sanitaria optó por brindar ambos servicios. Y acotó que las personas que hospeda son clientes y conocidos, por lo que no deja entrar a ninguna persona extraña, esto para evitar problemas entre los huéspedes y los inquilinos.

En fila y en colchones de paja, así duermen las personas para luego levantarse muy temprano para volver a trabajar.
Alojamiento para carretillas

El segundo alojamiento se encuentra en la calle Moxos del cerro San Miguel. En la entrada está visible un letrero que anuncia el lugar como depósito de carretillas y coches de refrescos. En este caso, se logró conversar con el encargado del lugar y también se ingresó al inmueble.

Al entrar se pudo ver una pequeña recepción con una mesa y una silla. Allá estaba el responsable del funcionamiento de ese lugar. En la mesa descansaba una pequeña caja con fichas enumeradas y listas para ser repartidas entre los carretilleros que necesitan guardar su herramienta de trabajo. El negocio no cuenta con Número de Identificación Tributaria (NIT) de funcionamiento, ni como depósito ni mucho menos como alojamiento.

En la entrada se encuentran dos sanitarios utilizados por los huéspedes; pero también funcionan como “baños públicos”. Allá no se pierde un centavo de la posibilidad de hacer negocios. Más adelante hay dos entradas, una conduce al depósito donde están los catres enfilados y la otra entrada, cubierta con una cortina sucia, lleva a unas gradas que conducen a un sótano.

En el depósito todo está en fila, desde los catres de fierro de dos pisos hasta las carretillas. Allá están colchones de paja desnudos. El encargado ofrece a sus huéspedes una frazada para cubrirse. El sótano es un galpón, donde los colchones de paja duermen en fila en el suelo a falta de catres. El frío en este lugar se cuela y hacer sentir por el cuerpo como una sensación insoportable. La suciedad, el olor a alcohol, el humo del cigarro y la bulla de las personas consumidoras de bebidas alcohólicas son parte de un escenario de precariedad e inseguridad para quien no tenga otra opción que dormir allí.

Si por fuera los alojamientos clandestinos lucen incluso como casas nuevas, por dentro las gradas son como estas.
LOS HUÉSPEDES

Los huéspedes de estos lugares son personas de escasos recursos. Entre ellos están campesinos de provincias que llegan a la ciudad en días de feria para comercializar sus productos. Otros clientes son los carretilleros que inician su jornada de trabajo en la madrugada. También están personas en situación de calle e inhaladores de estupefacientes.

Aurora (nombre ficticio, porque no quiso ser identificada) es una de las clientas frecuentes. Mientras deja su carrito de refrescos, cuenta que le da miedo quedarse en el lugar y que en esa posada duermen personas en situación de calle e inhaladoras de clefa. Comentó que no es seguro dejar los coches o carretillas, ya que cualquier incidente que pase o pérdida de objetos de valor, el dueño del lugar no se hace responsable, razón por la que ella ya no lo hace.

Raúl (quien pidió no mencionar sus apellidos) es un joven de unos 22 años de edad. A él le dicen el “Modle”. Cuando se lo encontró para conversar, estaba en el sector del cerro San Miguel, caminando sin rumbo. Una gorra cubría su rostro. Portaba en la mano un frasco de plástico que contenía una sustancia. Comentó que suele ir a pasar la noche en los alojamientos clandestinos, donde encontró violencia, peleas por espacio, borracheras y allá perdió a dos amigos en peleas, pero los dueños de los lugares mostraron total indiferencia.

Don Viviano Poma, de 35 años de edad, uno de los clientes que suele andar con su carreterilla en mano, relató que en las posadas algunos carretilleros se quedan a dormir los días de feria, porque tienen que madrugar para ir trabajar en el mercado La Pampa.

También se pudo verificar que por este sector hay poco control policial. Raúl, el “Modle, dijo al respecto: “Si viene la policía, hace su patrullaje y no se percata de lo que sucede por dentro”.

Los dueños de los alojamientos suelen conocer a sus clientes, quienes normalmente son conocidos del sector del mercado La Pampa, transeúntes de escasos recursos y personas que no tienen un techo, por esta razón en estos alojamientos no piden cédula de identidad ni registran el ingreso de los clientes.

Como se puede observar en la foto, muchas veces los dueños de una carretilla o un pequeño carro para la venta de refrescos o comida en los mercados prefieren dormir cerca de su herramienta de trabajo porque saben que este tipo de alojamientos clandestinos no son un lugar seguro.
HORARIOS DE ATENCIÓN Y COSTO

Los horarios de atención varían según la disposición de las posadas. Según don Freddy, a la casa de doña Reina se puede ingresar en cualquier momento, de lunes a domingo. Los clientes tienen que tocar la puerta. De esta manera se deduce que solo llegan a esos alojamientos clientes conocidos.

El alojamiento de la calle Moxos de igual manera funciona de lunes a domingo. Con respecto a los horarios de atención, don Juan Flores Vergar, propietario de la posada, dijo que “los carretilleros ingresan a partir de las siete de la noche hasta las tres de la mañana y el resto de las personas hasta las seis de la mañana. En el día nadie se queda”. Recalcó que generalmente los carretilleros se quedan los días de feria. También se constató que los días domingos están más llenos, incluso los clientes llegan a reservar espacio para descansar.

Con el fin de ganar un poco más de dinero, algunos carretilleros optan por quedarse en sitios clandestinos, sin importar las condiciones ni la comodidad, para salir de madrugada al trabajo.

El costo del alojamiento de doña Reina fue variando con el transcurso del tiempo. Doña María (quien pidió no mencionar sus apellidos), una clienta antigua, cuenta que antes de la pandemia esta posada cobraba ocho bolivianos la noche, pero actualmente cobra diez bolivianos, solo por haber refaccionado el exterior de la casa. Sin embargo, por dentro sigue en pésimas condiciones.

Flores mencionó que en su posada el costo del hospedaje es de cinco bolivianos la noche, esto incluye uso del sanitario y agua. Y añadió que “los costos por guardar las carretillas y los diferentes coches de refrescos y coches sandwicheros son de dos bolivianos la noche". Por los carritos más grandes cobra entre dos bolivianos con cincuenta centavos y tres bolivianos.

Y no es que los funcionarios públicos desconozcan la existencia de estos lugares hasta los que alguna vez han llegado para hacer controles sanitarios como fue confirmado para esta indagación. Sin embargo, esos negocios siguen allí en condiciones insalubres que son un atentado para la salud de las personas que no tienen más recursos económicos que les permitan pagar por un alojamiento en mejores condiciones.

Así luce uno de los sanitarios de estos alojamientos disfrazados de casas familiares.

"Cobramos Bs 2 por carretilla"

Aunque normalmente sobre este tema ni propietarios ni encargados de los alojamientos quieren hablar, se logró conversar con el propietario de un depósito y alojamiento: Juan Flores Vergar.

¿Cuál es el apoyo que realizan a las personas que trabajan con su carretilla?

Ellos (los huéspedes) dejan (su carretilla y coche) mayormente en la noche. A partir de las ocho hasta las cuatro de la mañana, los carretilleros y los coches sacan (del depósito), pero hay diferentes horarios. Unos sacan más temprano y otros más tarde, pero la atención es hasta las diez de la noche y en la mañana salen a las tres de la mañana. Ellos pagan según al tamaño de su coche y su carretilla.

¿Cuánto cobra por noche?

Cobramos dos bolivianos por el coche y la carretilla; y si son un poco más grandecitos, dos bolivianos con cincuenta centavos a tres bolivianos máximo. En el día no se les cobra porque los sacan, solo en la noche se les cobra.

¿Hay personas que se quedan a dormir?

Sí, se quedan, algunos se quedan los días de feria, después casi no se quedan mucho.

¿El costo para las personas que se quedan cuánto es?

El costo es aparte. Les damos una colcha y un colchón, y ellos pagan cinco bolivianos, esto incluye baño y agua.

¿Qué tipo de personas se hospedan?

Mayoría son gente del campo, creo que anteriormente hospedaban a personas en situación de calle y personas de bajos recursos.

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