Por Carlos Tellería, Cochabamba (Bolivia)
Los bachilleres tienen un rendimiento bajo en áreas del conocimiento como las matemáticas y el uso del lenguaje español. Esto ha dado lugar a que desde algunas universidades como la Católica se realicen pruebas en los últimos años, a fin de conocer más de cerca el perfil de las y los estudiantes que desean ingresar en esta casa de estudios superiores y ver qué se puede hacer al respecto. No solo eso, han ido tomando medidas; pero éstas no han dado el resultado esperado.
Y la Universidad Católica San Pablo no solo ha ido midiendo el rendimiento de los bachilleres en su central ubicada en La Paz, sino también en Cochabamba, Tarija y Santa Cruz. Y lo ha hecho sobre todo en las áreas de las ciencias exactas y en el manejo del lenguaje (tanto el nivel de lectura como de redacción), debido a que si bien como universidad no toma exámenes para determinar quiénes ingresan y quiénes no, sí le interesa conocer el perfil de las personas que se inscriben debido a que el enfoque por competencias usado requiere de un mínimo de conocimientos y destrezas adquiridos en la etapa escolar.
Esta problemática que se presenta en la educación superior ha dado lugar a que el Gobierno nacional empiece a tomar medidas. En abril pasado, convocó a los actores de las áreas de Matemáticas, Física, Química, Lenguaje y Biología a una primera cita para buscar soluciones consensuadas y evaluar las condiciones de acceso a las universidades, el perfil requerido de bachilleres y establecer metodologías y estrategias de articulación de contenidos.
Guardiana habló con el director departamental de Educación en Cochabamba, Iván Villa Bernal, quien considera que en este tema “siempre se culpa al empedrado”. Dice que los maestros de primaria desmerecen a los de educación inicial, pero son criticados por los de secundaria, los que son juzgados por los docentes universitarios.
Anticipa que para remediar la situación buscará concertar una reunión con representantes de las universidades para dialogar sobre el contenido de las mallas curriculares tanto de la educación regular como de la superior, para llegar a un acuerdo sobre los requisitos mínimos que deben reunir los bachilleres para ingresar a las universidades.
De todas maneras, la autoridad explica que el sistema educativo boliviano tiene una malla curricular base que, en su opinión, no está muy alejada de la que se maneja en el primer año de la universidad.
Sin embargo, admite que algunos maestros de colegio deben actualizarse, a fin de que sus conocimientos sobre ciertos contenidos sean acordes a los exigidos en las materias iniciales de las casas de estudios superiores.
Problema abordado desde hace cuatro años
Era 2015 cuando la Católica decidió tomar al toro por las astas debido a que las y los universitarios habían sufrido un bajón en sus notas en los 10 semestres anteriores a ese año, sobre todo en las carreras de Ciencias Exactas e Ingenierías. Por ejemplo, solo dos de cada 10 estudiantes de la materia Cálculo I (que es de primer semestre) lograron vencerla.
El coordinador de Ciencias Exactas y Laboratorio de la UCB Regional Cochabamba, Jaime Antezana Arzabe, recuerda que se tomaron paliativos para mejorar el rendimiento: el primer intento de solución fue destinar a un grupo de docentes para brindar apoyo al estudiantado, pero el intento fracasó. Se cree que fue por cierto temor hacia los profesores.
Otra iniciativa fue la de designar ayudantes de la materia, pero no hubo respuesta positiva porque de un grupo de 50 estudiantes con problemas, solo asistían a esas clases gratuitas entre seis y siete.
Una tercera salida fue la de aumentar a 21 la cantidad de ayudantes para evitar que los jóvenes rezagados argumentaran que los horarios se cruzan. Tampoco hubo éxito. Es más, según Antezana, los que no necesitaban apoyo eran los que asistían a esas clases y quienes tenían dificultades se aparecían una clase antes de los exámenes.
Como las medidas no daban resultado, en 2017 se decidió tomar una prueba en matemática básica antes de iniciar la carrera (destrezas en álgebra básica, ecuaciones e inecuaciones algebraicas, expresiones y ecuaciones logarítmicas, trigonometría y geometría analítica). Quienes daban dicho examen debían sacarse mínimo 60 sobre 100. La idea era que tal prueba se convirtiera, además, en un prerrequisito para tomar la asignatura Cálculo I. Así se lo hizo en las regionales de la UCB (La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Tarija), ya que la situación era generalizada.
Ese 2017, solo aprobó el 19 por ciento de los estudiantes. Las calificaciones entre cero y 20 se acercaban al 53 por ciento del total. En 2018, dice el coordinador, la sorpresa fue ingrata porque el nivel de aprobación bajó al 7 por ciento (37 estudiantes que aprobaron de un total aproximado de 520 postulantes), y por si fuera poco, el grupo que sacó entre 0 y 20 puntos subió al 65 por ciento.
En 2019 hubo una ligera mejoría. Los aprobados sumaron aproximadamente el 11 por ciento; aunque el porcentaje de reprobados en el bloque de 0 a 20 puntos se mantuvo.
Actualmente, las y los estudiantes que no superan la prueba deben llevar la materia de Matemática Básica fuera del pénsum. Antezana considera que esta medida consiguió de a poco mejorar la situación. Hasta mayo pasado la aprobación en Cálculo I llegaba al 37 o 40 por ciento.
De ese modo, el problema del bajo rendimiento se trasladó a la materia de Matemática Básica; aunque se trata de un repaso de lo que los estudiantes deberían haber aprendido en el colegio, pero la respuesta de los jóvenes es que jamás vieron geometría analítica o trigonometría, o que parte de álgebra han visto con mínima profundidad.
Las fallas en aritmética van desde la resolución de operaciones básicas como la suma, resta, multiplicación o división, o en despejes simples en ecuaciones. “Realmente es triste –dice Antezana –cómo nos llegan los estudiantes del colegio a la universidad”.
EL LENGUAJE, EN LA MIRA
Para este 2019 también se ha programado una prueba de lectoescritura en el área de Ciencias Exactas de la UCB. Jaime Antezana comenta que, sin necesidad de contar con una prueba, se nota que los estudiantes tienen dificultades en la lectura comprensiva.
“Con las nuevas tecnologías, la ortografía es otra batalla perdida”, dice el coordinador. Considera que es inadmisible que una persona, incluso profesional, no pueda redactar un texto con claridad y sea incapaz de concretar sus ideas por escrito y sin errores.
En otras universidades como la San Simón de Cochabamba, existe una materia vinculada a lenguaje que las y los bachilleres deben cursar durante un mes y vencer, entre otras tres asignaturas, para postular a carreras como Comunicación Social. Con dicha materia, esa casa de estudios superiores busca nivelar y determinar quiénes deben ingresar y quiénes no porque los jóvenes no pueden aplazarse en ninguna de las cuatro materias que llevan durante 30 días. Y las pruebas de lenguaje que se toma para tal efecto son de elección múltiple.
"Realmente es triste cómo nos llegan los estudiantes del colegio a la universidad" (Jaime Antezana).
El Departamento de Cultura de la UCB Regional La Paz presentó, en 2011, los resultados de un estudio sobre las destrezas de estudiantes en lectoescritura. No fue el único que, en realidad, realizó. En todo caso, en todos los levantados se demostró que no solo el nivel de redacción es muy bajo y básico, sino también el de la lectura, lo que da lugar a una mayor preocupación porque una lectura que solo está en condiciones de repetir de manera textual y memorística lo escrito, no está en condiciones de enfrentar de manera adecuada estudios superiores que requieren de niveles críticos en la lectura.
Ese tipo de diagnósticos y otros estudios como qué necesitan los empleadores que sepa hacer bien un recién titulado de carreras como Comunicación Social llevaron, por ejemplo a la Carrera de Comunicación Social de la Católica en La Paz, a incorporar en su nueva malla curricular, puesta en vigencia en 2012, hasta siete materias relacionadas con redacción y narración a cargo de una persona que coordine el trabajo con los docentes. Y es que los empleadores también requieren que en determinadas áreas de trabajo se sepa redactar bien.
Y ese tipo de preocupación ahora parece estar en más de una ciudad de Bolivia. En febrero de 2019, la vicerrectora de la Universidad Mayor de San Simón, María Esther Pozo Vallejo, le dijo al diario Opinión que en esa casa de estudios superiores también hay problemas. Solo tres de cada 10 bachilleres tienen un nivel adecuado para seguir una carrera y el resto está en una situación crítica.
MÁS DIÁLOGO ENTRE ACTORES
Uno de los colegios que ha demostrado preocupación por el nivel con el que las y los estudiantes salen del colegio e ingresan en las universidades en Cochabamba es Pedro Poveda, el que ha optado por invitar a quienes han estado realizando este tipo de estudios desde las universidades para que den charlas a los padres de familia con el uso de estadísticas y haciendo hincapié en la importancia del papel que en este problema juega la familia; aunque los factores que inciden en esta problemática son varios, no uno.
Así lo hace notar la coordinadora de Secundaria del Colegio Pedro Poveda, Narda Lara Flores, quien recomienda revisar los contenidos programáticos y las estrategias de enseñanza en matemáticas y lenguaje.
Explica que el nuevo modelo educativo permitió dar pasos hacia adelante, pero también hacia atrás. Por ejemplo, en un primer momento se había reducido las horas de clase para las materias de Física y Química, pero en la actualidad la tendencia es aumentar la carga horaria.
Opina, además, que los medios de comunicación y las redes sociales han dado lugar a que la juventud esté distraída en otro tipo de contenidos no vinculados con los procesos educativos, situación con la que deben lidiar los maestros. Además, considera que los métodos de enseñanza y la didáctica en clases ya no guardan relación con la realidad.
“Estamos ante una generación que lee rápido, escribe mal y no le da suficiente tiempo al hábito del estudio” (Narda Lara).
Lara también comenta que la universidad también se ha quedado estancada, porque todavía emplea procesos memorísticos y mecánicos. Los exámenes de ingreso en la UMSS no concuerdan con las propuestas del Ministerio de Educación de formar conciencia crítica y de análisis.
Da un ejemplo que apunta en esa dirección: si un profesor en el colegio hizo un análisis de la historia, en la prueba de ingreso de la universidad las preguntas tienen una respuesta específica sobre la fecha de nacimiento de cierto personaje o quién construyó algo y cuándo lo hizo.
Los problemas también son vinculados con la procedencia de los estudiantes. En marzo de 2019, el diario Correo del Sur de Sucre difundió partes de un estudio que hacía notar que los bachilleres de colegios particulares tienen más éxito que los egresados de establecimientos fiscales al aprobar el examen de ingreso a la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca.
Si bien en ese estudio se mantiene la tendencia privados-públicos, en cifras globales hay una caída que refleja la decadencia en la formación de estudiantes, señala la investigación del docente Franz Flores, que analiza los datos registrados entre 2005 y 2018.
En esos 13 años, el porcentaje de ingreso de bachilleres de colegios privados cayó de 81 a 66 por ciento, mientras que el ingreso de estudiantes de colegios fiscales bajó de 40 a 34.9 por ciento.
¿CUÁL ES LA SALIDA?
Jaime Antezana y Narda Lara coinciden en que es necesaria una coordinación de esfuerzos entre las instituciones educativas de todos los niveles para cerrar las brechas existentes.
A esas voces se suma la del director del Colegio San Agustín de Cochabamba, René Cardozo, quien observa que hay una especie de divorcio entre la educación escolar y la educación superior. Además sugiere tener un sistema educativo más exigente, de manera que los estudiantes no sientan que pueden aprobar un curso sin esforzarse lo suficiente.
Antezana recuerda que en Francia recientemente fue aprobada una ley que obliga a los colegios y profesores a retomar la práctica del dictado, cálculos mentales, lectura de compresión, etc., porque el nivel de aprovechamiento había bajado.
Está convencido de que la educación debe potenciar las habilidades y no tener a los estudiantes entre cuatro paredes. Más bien se les debe enseñar conocimientos que les van a servir para el resto de su vida.
Puso como ejemplo lo que pudo ver en Dinamarca: se enseña algunas materias básicas como matemáticas, danés, inglés y otra asignatura que conglomera los conocimientos para la vida. Una vez que termina primaria, viene el turno de áreas más específicas para potenciar las habilidades en artes y se refuerzan los temas científicos.
Generalmente no se dan clases en aulas. “Si pasan historia –explica Antezana –, van al lugar donde se ha producido el hecho histórico. Viven la experiencia de primera mano. Los niños de tres o cuatro años están con su profesor aprendiendo a subir solos al bus, al metro”.
El docente de la UCB considera que en Bolivia se deben asumir políticas que mejoren la calidad de la educación primaria; tener organismos que certifiquen la calidad del desempeño docente y que haya mayor interrelación entre las universidades y las autoridades para analizar los contenidos que se deben enseñar en los colegios.
Narda Lara opina que hace falta diálogo entre las universidades y el sistema de educación regular para conseguir que los colegios respondan a las demandas de la educación superior.
Antezana, Lara y el docente universitario Jorge Buitrago Navarro coinciden en que los formadores de bachilleres y profesionales deben aprovechar el acceso a la tecnología para tratar de acercarse más al entorno de sus estudiantes.
EL PAPEL DE LA FAMILIA
En la cita convocada por el Ministerio de Educación, el mes de abril, participaron también representantes de padres y madres de familia. Su dirigente nacional Franklin Gutiérrez hizo conocer la preocupación de las familias porque los estudiantes tienen que prepararse en institutos u otros centros de capacitación antes de afrontar su ingreso a la universidad.
Jaime Antezana dice que uno de los principales factores que influye de forma negativa es el papel sobreprotector de los padres de familia que le echan la culpa al colegio o al profesor por el mal rendimiento de sus hijos, quienes, además, son parte de una generación carente de motivación y que siempre busca una recompensa, generalmente una calificación extra, por algún esfuerzo que deba realizar.
Añade que esa sobreprotección paternal también provoca que los estudiantes sean intolerantes al fracaso porque desde niños nunca han recibido un "no" como respuesta..
Recuerda el caso de una maestra que fue denunciada sin fundamento en siete oportunidades por padres de familia que se resistían a aceptar que sus hijos no merecían ser reprobados.
Narda Lara aconseja a papás y mamás reforzar las habilidades que tienen sus hijas e hijos, ya sea en materias en las que destaquen por su rendimiento o en otras áreas que sean de su interés, como las artes, que complementen su formación.
René Cardozo opina que padres y madres no le dan tiempo a sus hijos, pero no por mala voluntad, sino porque ambos deben trabajar y atender las necesidades de un hogar.
En su opinión, hay progenitores que hacen mal cuando creen que los problemas de bajo rendimiento se van a resolver con castigos o clases extra o particulares, cuando en realidad deberían pasar más tiempo con ellos, dialogar acerca de las dificultades, buscar opciones que se adapten más a las y los estudiantes.
Recomienda a los jóvenes no olvidar que nada se logra sin desvelos; aunque en la sociedad de hoy se desarrolla la cultura del poco esfuerzo por triunfar y ser los mejores.
El docente universitario Jorge Buitrago opina que padres y madres tienen que estar más cerca de sus hijos e hijas, darles tiempo de calidad y motivar en ellos, también, la práctica de actividades extracurriculares como deportes o pasatiempos artísticos.
Buitrago cuenta que sus estudiantes de ingeniería, que en el colegio siempre sacaron notas altas y se dedicaron casi exclusivamente a sus estudios, tuvieron buen rendimiento en los primeros semestres de la universidad, pero luego sufrieron un bajón.
Cardozo explica que en el colegio que dirige se trabaja de manera transversal la resiliencia, que es la capacidad de las personas para superar las frustraciones y que en ese momento es importante el apoyo del entorno íntimo. Aconseja a las y los estudiantes no tener miedo de mostrar alguna debilidad o falencia.
“Los papás –dice el Director del Colegio San Agustín– deben ser conscientes de que sus hijos pueden tener caminos distintos, talentos que no se imaginan… Tiene que haber un diálogo abierto”.
El Director Departamental de Educación recomienda a padres y madres de familia dejar en manos del maestro la tarea de desarrollar los conocimientos de sus hijos y limitarse a velar por el trato que ellos reciben en las unidades educativas y encargarse de que sus retoños cumplan otro tipo de obligaciones, como por ejemplo que tengan un buen comportamiento, que sean puntuales y sean respetuosos.
El articulo es muy interesante para analizar las dificultades metodológicas que tiene el modelo educativo
Si desea, puede escribir al respecto y mandarnos el texto incluyendo sus datos y foto para considerar la posibilidad de publicarlo. Saludos.