Por Guardiana y fotos de Violeta Canedo Céspedes (Bolivia)
Lunes 11 de octubre de 2021.- Hay quienes comparan a Covid-19 con una ruleta rusa. Nunca se sabe con exactitud a quién contagiará ni a quién terminará enfermando o matando. Violeta Canedo Céspedes (39) es una de las 2.293 enfermeras que trabajan en Cochabamba a la que el nuevo virus no pudo atrapar a pesar de que la rondó tanto en el trabajo como en la familia durante su tercer embarazo que se inició en agosto de 2020, en la parte final de la primera ola de la pandemia.
Todo parecía indicar que Violeta terminaría enfermándose. Las primeras semanas de gestación las pasó entre médicos y pacientes, algunos con Covid-19, en la sala de Emergencias del Hospital Viedma de Cochabamba, donde ella trabaja desde hace nueve años.
Su esposo presentó sintomatología de Covid-19. Cayó con la enfermedad. Se cree que se contagió en su fuente laboral en noviembre de 2020. Fue entonces aislado del resto de la familia hasta que pasó el peligro de que contagiara a otras personas, entre ellas a la enfermera.
Meses antes, en mayo de 2020, tres de los cuatro hermanos de Violeta se contagiaron, pero los síntomas eran leves. La enfermera que vencieron la batalla con medicinas naturales y vaporización con eucalipto y jengibre, y algunos medicamentos. Como no viven bajo el mismo techo, ella y su esposo les daban asistencia por teléfono.
Sin embargo, Canedo no se enfermó ni antes ni después del parto. Tuvo algunos síntomas, pero las pruebas de laboratorio dieron siempre resultado negativo.
Cuidados en el embarazo
En el Hospital Univalle, ubicado en las cercanías de la laguna Alalay, la enfermera —que casualmente cumple años el 27 de mayo, Día de la Madre— dio a luz a una niña el 13 de abril de 2021, unos 11 meses después de la confirmación de los dos primeros casos de coronavirus en Bolivia. Ella y su esposo la llamaron Valentina Violeta.
Cuenta que estaba preocupada. Sin embargo, era consciente de que debía cumplir al pie de la letra las medidas de bioseguridad. Reforzó su defensa inmunológica y, para ello, consumió más verduras, frutas y suplementos vitamínicos por consejo de su ginecóloga. E intentó no caer prisionera del estrés. Eso sí, evitaba los carbohidratos porque podían provocar que le subiera la presión. Su embarazo era considerado de alto riesgo obstétrico. También se suele sugerir el consumo de yodo para el desarrollo del cerebro del bebé, y hierro para evitar que la mujer tenga anemia.
La anemia causa la disminución en la concentración de hemoglobina en los glóbulos rojos. Esta proteína es la que ayuda a trasladar oxígeno a los tejidos y órganos del cuerpo, y su baja presencia da lugar a la aparición de síntomas de fatiga, debilidad, mareos, dificultad para respirar y otras, según la Organización Mundial de la Salud.
¿Decisiones oportunas?
Apenas se supo que Violeta estaba embarazada, en su fuente laboral decidieron sacarla del área Covid y trasladarla a lo que se llama el área limpia, donde están acomodados los pacientes con otras enfermedades o lesiones serias. De todas maneras, permanecía en Emergencias del Viedma, un hospital de tercer nivel y de referencia para la atención de pacientes con Covid-19.
Al tercer o cuarto mes del embarazo fue designada como parte del equipo de supervisoras del servicio rotatorio con turnos de 12 horas, lo que significaba que debía recorrer las instalaciones de todo el hospital para asegurarse de que todo marchara sobre ruedas. De alguna forma, igual estaba expuesta al coronavirus hasta que le dieron de baja por maternidad, 45 días antes del parto.
Riesgos para las embarazadas y sus bebés
La preocupación de Violeta no era para menos. El médico pediatra Héctor Mejía Salas comentó a Guardiana que una embarazada tiene cinco veces más riesgos que una mujer no embarazada de contagiarse de una enfermedad infecciosa como la Covid-19 y llegar a terapia intensiva, y el niño tiene un 30 por ciento de posibilidades de necesitar terapia intensiva neonatal y de nacer prematuro.
Mejía dice que un embarazo produce un estado de inmunosupresión; es decir, el organismo de la mujer es más susceptible a contraer infecciones porque sus defensas están bajas y su sistema está debilitado. Lo mismo sucede cuando se contagia de una gripe como la H1N1, enfermedad con la que tiene tres veces más chance de llegar a terapia intensiva.
El pediatra recomienda a las embarazadas vacunarse contra la Covid-19, pero también contra la gripe cuando se aproxima el invierno, y seguir con las medidas de bioseguridad: uso de barbijo, lavado de manos y mantener el distanciamiento social.
Violeta recibió sus dos dosis de la vacuna Sputnik V. La primera, el 4 de mayo de 2021, y la segunda, el 20 de septiembre de 2021.
Si ya fueron infectadas con el coronavirus, en casa se les podrá dar paracetamol u otra medicina para bajar la fiebre y paliar algunos dolores. En caso de que se presente una infección urinaria se les debe aplicar un antibiótico como la amoxicilina, caso contrario el parto puede ser prematuro. Y si finalmente la situación empeora, tendrán que ser intubadas y recibir ayuda para respirar, como el resto de pacientes que llegan a esa etapa de la enfermedad. "Hay que salvar su vida", enfatizó el médico.
Cuando Violeta Canedo era una adolescente, acompañaba a su madre a sus chequeos médicos en el Hospital Viedma. De allí nació su interés por estudiar Enfermería.
Violeta y su esposo Wilmer Rocabado, un médico con la especialidad de Imagenología, son padres de tres hijos: la mayor tiene 13 años; el hijo del medio, cinco, y la niña que llegó al mundo en medio de la pandemia de la Covid-19.
Violeta, Wilmer y sus hijos viven en casa de los padres del esposo. Ocupan el primer piso superior de la vivienda y los abuelos están en la planta baja. A ellos no se les permite salir a la calle para encontrarse con los vecinos y amigos en la zona sur de Cochabamba. Cuando la familia se junta, todos deben utilizar medidas de bioseguridad para evitar posibles contagios. En broma, Violeta dice que a los suegros se les amenazó con cambiar la chapa de la puerta de ingreso a la vivienda si desobedecían las reglas. El padre de Violeta (de 72 años) vive solo, pero el lugar donde reside está cerca de la casa de sus suegros. Está sano e incluso maneja bicicleta.
Miedo por el nuevo virus
Esta enfermedad apareció en la ciudad china de Wuhan, a finales de 2019, y se expandió por el mundo. Las escenas que transmitía la televisión internacional y las noticias que llegaban de otros países atemorizaban al personal sanitario por el rápido avance de la Covid-19 que se extendía velozmente.
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró a la enfermedad como una pandemia global. Canedo recuerda que en el Viedma había expectativa por lo que se venía, se percibía temor e incertidumbre porque no se tenía idea de cuánto tiempo iba a durar esa situación, pero se trataba de mantener un buen ánimo en el grupo de enfermeras. La pandemia continúa y ahora amenaza con una cuarta ola de contagios.
Primeros casos en Bolivia
La Covid-19 se presentó en Bolivia el 10 de marzo de 2020. La cadena noticiosa BBC Mundo indicaba entonces que el país fue el último de la lista de América Latina que registraba sus primeros casos.
El coronavirus había invadido los cuerpos de dos mujeres de la tercera edad que llegaron a Oruro y Santa Cruz, provenientes de Italia, uno de los países europeos más golpeados en los primeros meses de la pandemia. En esos días las autoridades italianas habían registrado 8.514 casos confirmados y 631 decesos.
Ideas adaptadas
En la ciudad de Cochabamba, las enfermeras veían cómo sus colegas de China y otros países trabajaban y de allí se tomaron algunas ideas para abordar el problema en emergencias del Viedma: personal, equipamiento, áreas de atención a pacientes con Covid-19, recuerda Violeta Canedo. El Hospital Viedma es un centro médico de tercer nivel, así que tenía que estar preparado.
“Hemos tratado de adaptar con lo que teníamos”, recuerda Violeta. No se habían tomado las previsiones presupuestarias, además, la demanda de barbijos, máscaras o batas y otros insumos era mundial. Se tuvo que apelar a las donaciones y a los materiales que se tenían en depósito.
Y pasaban los días hasta que el primer caso en Cochabamba fue confirmado el 13 de marzo de 2020. Según los medios de información, que citan al Servicio Departamental de Salud (Sedes), se trataba de un hombre que había sido trasladado desde Oruro, eral el hijo de la mujer que llegó de Italia con la enfermedad.
Primer paciente
Canedo recuerda al primer paciente que llegó a Emergencias del Viedma en uno de sus turnos. Era un hombre de unos 45 años, con problemas renales. Recibió atención como paciente crítico, pero luego corrió la versión de que tenía Covid y falleció en cuestión de tres horas. El personal que estuvo cerca de él fue sometido a pruebas de laboratorio que resultaron negativas. Entonces, se decidió que todos los pacientes debían ser considerados sospechosos de tener la enfermedad.
Violeta dice que los pacientes y sus familiares llegaban en busca de ayuda cuando la situación ya era bastante complicada. Justificaban que no los habían llevado antes porque no tenían dinero, que no había disponibilidad de unidades de terapia intensiva y que por eso los dejaban en su domicilio. En otros casos, los pacientes estaban acompañados de vecinos o dueños de casa, y no de familiares. Algunos cadáveres fueron hallados en las calles.
No faltaban quienes decían que de pronto una persona se había puesto mal, pero el personal médico se daba cuenta de que estaban mintiendo porque la información recogida en los estudios de laboratorio y las valoraciones médicas indicaban que había estado varios días sin atención.
Los adultos mayores que se encontraban en la fase crónica o grave de la enfermedad perdían la vida en tres o cuatro horas después de llegar al hospital, otros sobrevivían pocos días. Dependía de diversos factores como la edad y el deterioro de su salud.
Rechazadas por miedo
Violeta recuerda que en los primeros meses de restricciones duras, algunas enfermeras barajaban la posibilidad de tomar en alquiler o anticrético algún inmueble cerca del hospital para descansar, ya que había casos en los que sus propios familiares no las querían tener cerca por miedo a contagiarse. En otros, los vecinos las rechazaban.
Uno de los casos de rechazo familiar se produjo en Cochabamba. La afectada tuvo que recurrir a la Defensoría del Pueblo para presentar una denuncia en abril de 2020.
En otro caso, también registrado en abril del año pasado, fue el de una doctora que denunció a los vecinos de un edificio donde vivía con sus dos hijos. Esto también pasó en Cochabamba.
Con máscaras y audífonos
Canedo Céspedes cuenta que los equipos de doble protección y el uso de guantes, barbijos y máscaras faciales ofrecían seguridad, pero al mismo tiempo causaba una sensación de encierro y desesperación, porque no se podían cumplir las tareas con tranquilidad. La opacidad de la máscara facial, sumada a la transpiración por el calor, dificultaba la administración de medicamentos, la conexión de equipos o la asistencia en general a los médicos.
Explica que algunas enfermeras optaron por escuchar música con audífonos para disipar la tensión y el nerviosismo. A ello había que añadir que el cambio de uniforme de trabajo tomaba media hora.
El gabinete psicológico del hospital fue puesto a disposición del personal para atender problemas emergentes de una labor estresante. Fueron programadas sesiones virtuales con ejercicios de relajación o para compartir experiencias que se viven en una jornada laboral.
¿Hubo decesos en el personal de Enfermería del Viedma? Canedo Céspedes cuenta que no fueron registradas muertes de sus colegas en Emergencias, pero sí recuerda el deceso de la enfermera Roxana Villarroel Mercado, en 2020. En los medios de información también se reportaron los decesos de las auxiliares Norma Ana Rojas y Mirtha P. Soliz Lafuente.
Sueldo hasta la jubilación
Violeta Canedo Céspedes trabaja nueve años en Emergencias del Hospital Viedma. Actualmente cuenta con un ítem de trabajo y dejó de trabajar a contrato, pero lamenta que esa estabilidad no le permita tener la posibilidad de ingresar a un escalafón profesional ni mejorar su situación económica mediante exámenes de competencia.
Uno de esos ítems del Ministerio de Salud, gestionado en la gestión de la doctora Daysi Rocabado como directora del Viedma, tiene asignado un salario de 5.000 bolivianos hasta la jubilación, a lo que se debe añadir otro monto por los años de antigüedad y el incremento anual que fija el Gobierno nacional.
Canedo no cree que ese trato salarial sea justo. Compara la situación con los montos que percibe el personal de enfermería contratado por la Agencia de Infraestructura en Salud y Equipamiento Médico (Aisem) para la atención de casos Covid. Dice que las contratadas reciben mensualmente cerca de 8.000 bolivianos, pero también reconoce que los contratos son firmados por tiempo limitado.
Cuestiona también que el personal contratado no hubiera recibido la capacitación suficiente para atender casos de Covid-19 y asegura que esos vacíos tuvieron que ser llenados por las enfermeras con mayor experiencia.
Ella no solo es licenciada en Enfermería, sino que además hizo una maestría en Enfermería Médico Quirúrgico y un diplomado en Administración de Servicios de Enfermería. La primera le habilita para hacer rotaciones en todos los servicios de un hospital (emergencias, quirófanos, pisos y otros) y el diplomado le permite hacer supervisón o acceder a una jefatura.
Turnos en emergencias
El personal de enfermería de Emergencias del Viedma cumple su labor dividido en seis grupos de cuatro integrantes cada uno. Los turnos diurno, nocturno y de fin de semana y feriados son de 12 horas: de 7:30 a 19:30 y de 19:30 a 07:30.
En el lugar han sido habilitadas siete camas para atender a pacientes críticos intubados y conectados a ventilador (casos Covid-19) y en área de urgencias y pasillos se dan modos para recibir a otros 23 o 25 que buscan ayuda por otros problemas de salud. Si se da el caso, se echa mano de sillas de ruedas, dice Canedo.
Antes de que la pandemia llegue a Bolivia, en el servicio de Emergencias se llegó a atender, incluso a 42 pacientes en días de alta demanda, añade Violeta. Aclara que la OMS recomienda que una enfermera debe atender a tres pacientes críticos que necesitan terapia intensiva, intubación y ventilador (en el área más delicada), pero a veces la demanda hace esa norma no se cumpla porque no se puede descuidar al resto de personas que buscan ayuda médica.
Trabaja donde siempre quiso
Violeta Canedo Céspedes estudió Enfermería en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Egresó en 2007. De manera paralela a sus estudios, fue paramédica en el Grupo SAR de bomberos voluntarios. Después de obtener su título profesional se casó con el médico Wilmer Rocabado. Fueron a probar suerte en Argentina, pero al final decidieron regresar a Bolivia.
Dice que hoy trabaja donde siempre quiso hacerlo. Recuerda que cuando era una adolescente acompañaba a su madre hasta el Hospital Viedma, donde su progenitora era atendida por problemas cardíacos y fue entonces que le entró en la cabeza la idea de que podría ser enfermera para cuidar a quien la trajo al mundo. Y así sucedió, pero su mamá partió a la eternidad hace siete años.
Violeta Canedo Céspedes está de regreso en su puesto de trabajo. La vida continúa. Su bebé cumple seis meses de vida este 13 de octubre. Comenta que trabaja donde siempre quiso hacerlo y donde dice haber formado un buen equipo de trabajo con sus compañeras, a quienes considera su otra familia.
Este material forma parte de un reportaje de cuatro artículos que son los siguientes:
1. Covid-19 mató a 130 enfermeras de 22.631 que hay en Bolivia con sueldos desde Bs700
2. La enfermera embarazada cuyo esposo y hermanos enfermaron en la Llajta
3. Caos y muerte por Covid en Emergencias del Hospital Obrero de Trinidad
4. Enfermeras recuerdan esos días de barbijos sucios, pañales, embarazo y pánico cruceño
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