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La desaceleración económica de toda la región es un hecho. Al finalizar este episodio histórico protagonizado por un virus invisible, nos quedará un país aún más empobrecido. Sin duda que el próximo gobierno recibirá una Bolivia moribunda y tendrá que generar políticas económicas y sociales que permitan levantarnos en el corto y mediano plazo.

Uno de los factores del desarrollo de las sociedades es la educación. Los países que tienen los sistemas educativos más avanzados coinciden con los denominados países desarrollados. El desarrollo que viene de la mano de una mejor educación no es solo económico, es también crecimiento con influencia en el ámbito social, en la generación de empleo, en la más equitativa distribución de los bienes o en el impulso de las industrias.

Para que la educación sea un factor de desarrollo, en primer lugar hay que promoverla. En la medida en que la mayoría de la población tenga acceso a educación y a educación de calidad, un país crecerá más. Una educación de calidad supone ciertamente infraestructura y formación de maestros a lo largo y ancho de todo un país. Implica también una formación acorde con las exigencias de un mundo problemático que pide respuestas oportunas y sabias. No me refiero, entonces, a una educación que impulsa que las cosas continúen como son, sino más bien que responda a los desafíos del mundo para humanizar cada vez más –aunque parezca una tautología– al hombre.

Por esto es necesario el impulso investigativo en el mundo de la educación. Tanto en la escuela como en la universidad deberíamos aprender a investigar, ya que la investigación nos ayuda a comprender mejor el mundo que nos rodea de una manera más natural, pero además, porque esta es capaz de generar nuevos conocimientos.

El mundo del conocimiento es hoy uno de los grandes impulsores de las economías más grandes del planeta. Lo que marca la diferencia en el desarrollo de los países es la generación de conocimiento que a su vez produce riqueza.

La reactivación económica del país después de la pandemia tiene que ser con medidas que en el corto plazo nos permitan levantarnos. La educación que hoy reciben nuestros hijos será fundamental para la generación de estabilidad y crecimiento económico en el largo plazo.

Hoy no sentimos los resultados de la afectación de la pandemia en el mundo educativo. Recién lo sentiremos a largo plazo, cuando a nuestros hijos les toque sostener económicamente y moralmente a nuestro país. Por esto es importante continuar con los procesos educativos virtuales en todas las escuelas donde sea posible. Es necesario activar de una vez las modalidades de atención a las poblaciones que carecen de internet con cartillas, y el uso de la radio y la televisión.

La educación no solo aporta a las sociedades conocimiento y capacidad de desarrollo, sino también una serie de valores morales que son fundamentales para su correcto funcionamiento. Tenemos necesidad -y la pandemia lo ha puesto en evidencia- de gente proba, de políticos preocupados por el respeto de la dignidad de cada ciudadano; de emprendedores con carácter; de investigadores comprometidos con la verdad.

Por todo esto, las declaraciones del señor Víctor Hugo Cárdenas, Ministro de Educación, en el entendido de que este año nadie reprueba el curso, suenan a una posible clausura del año escolar. Sería nefasto. Una decisión de ese tamaño no solo frustraría los esfuerzos de maestros, padres de familia y estudiantes por aprovechar el año lectivo, sino que tendría una repercusión en el largo plazo en todo el país. Sería el peor error de un ministro que hasta ahora no da la talla para asumir los desafíos educativos en el país.

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