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Por Rafael Sagárnaga L.//

Hace 44 años la vida me puso en una tan paradójica como conmovedora coordenada. Vivía en La Paz, en un departamento de una casa de tres pisos en la calle Costa Rica del barrio de Miraflores. El tercer piso lo habitaba la familia Velasco. De esos vecinos, siempre recuerdo a don Alex Velasco, el patriarca. Era un hombre muy cordial que lucía conmigo su buen humor y hacía sentir su presencia cada vez que pasaba cerca nuestro con alguna ocurrencia. También recuerdo a su hijo, Ramiro, que me saludaba amablemente de cuando en cuando.

Exactamente, al frente de casa, en una mansión a la que se accedía por un callejón de unos 150 metros, vivía la familia Benavides. Los tres niños de aquella familia jugaban casi diariamente conmigo y mis hermanos. Su progenitor, don Guido Benavides Alvizuri, solía también saludarnos, de cuando en cuando.

Ese 15 de enero de 1981, una gran tragedia cambió la vida de los Velasco. Ramiro figuraba en la lista de los ocho dirigentes de la Dirección Nacional del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) asesinados aquella tarde. Tenían una reunión clandestina para analizar las recientes medidas económicas de la brutal dictadura derechista y narcotraficante que gobernaba el país. Un agente infiltrado los vendió y la dictadura de los “Luchos”, es decir, de Luis García Meza y Luis Arce Gómez decidió masacrarlos.

Ocho jóvenes valerosos, de esos que se jugaban el pellejo en el país, que no escaparon al exterior, fueron asesinados sin contemplaciones. Todos eran muy destacados en sus áreas. Ramiro, a sus 30 años, ya era catedrático de Macroeconomía en la Universidad Católica y tenía un postgrado que había logrado en Polonia. Recuerdo el dolor en el rostro de don Álex, su dinamismo alegre transformado en desesperación y preguntas al cielo. Recuerdo a otro de los familiares de los masacrados, el general Hugo Suárez Guzmán, quien aseguraba que a su hijo lo habían hallado aún vivo y que lo torturaron hasta matarlo.

Me enteré entonces de que don Guido Benavides era una de las cabezas de la represión. Director, nada menos, que de la Dirección de Orden Político (DOP), en otras palabras, la dirección de crímenes y torturas. Seis meses antes ya me había conmovido la muerte de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el día del golpe de los “Luchos”. Esa muerte fue ejecutada por el equipo de seguridad de la familia de Hugo Banzer, ex dictador que apadrinó el golpe de García Meza.

Meses antes, Banzer había fundado la derechista Acción Democrática Nacionalista (ADN) y era recordado por su también feroz gobierno de crímenes y torturas. En esa dictadura, Guido Benavides ya había hecho buena parte de su turbia carrera como represor. Por aquellas experiencias y otras más, tan grabadas en un adolescente, como muchos de mis contemporáneos, me fui informando más y más sobre las dictaduras. Estudiamos a los dictadores, así como a las mentalidades criminales que se sienten destinadas a tomar el poder.

Con más de un amigo, colega o pariente analizamos sus discursos, sus hechos y sus siempre gravísimas consecuencias sobre sus respectivos países. Soy de la generación que creció en los tiempos de las dictaduras militares. Fui testigo de las crisis sociales, económicas y políticas en las que dejaron a Bolivia. Era un paquete completito: corrupción, nepotismo, entreguismo, derroche de recursos, represión, prevaricato, persecución, conculcación de derechos… Después, fin de mandato y luego que otros carguen la crisis.         

Este tipo de mentalidades aparecen en la palestra política de cuando en cuando, como promocionándose ante ingenuos y desmemoriados. Y en estos tiempos preelectorales ya hay algunas. Una en especial trata de hacerse sentir, afortunadamente, con poco éxito, todavía.   

Un poco más y este precandidato cambia su siempre bien moldeado peinado por una melena desgreñada. Sólo eso, y algunas palabras de grueso calibre, ya le faltan para ajustar su imitación a Javier Milei. En las últimas semanas ha asumido el remedo, que no estilo, mileista–“libertario” con cada vez más frecuencia.

“Soy Branko y vengo a liberar Bolivia (SIC) por siempre de los zurdos y de los tibios”, dijo en su mensaje navideño. “(…) Se terminó la fiesta de estos terroristas que hicieron del Estado un enemigo de los bolivianos de bien”, añadió ese 25 de diciembre. A los terroristas que tomaron la plaza Murillo yo los hubiese sacado a palazos hasta el Chapare o a la cárcel. Con los terroristas no se negocia”, escribió en su cuenta de X este 14 de enero.

Definitivamente ni sabe ser original, pero ese, aunque muy chocante para muchos, puede ser el menor de sus defectos. Total, hasta Tuto plagió un discurso de John Fitzgerald Kennedy (JFK) en su discurso de asunción a la presidencia aquel agosto de 2001. Luego, su equipo de campaña solía jugar con el acrónimo “JFQ”. Lo que resulta indignante es el desparpajo con el que se presentan aprendices o pichones de dictadores cada vez que una crisis sacude al país. Crisis de las que, por lo general, ellos mismos cargan culpas y pecados.

Marinkovic es uno de los posmodernos barones de la soya boliviana, digamos el candidato transgénico. Él mismo así lo reconoció al escribir en otro mensaje de X: “Yo represento a la soya y Evo a la coca”. Casi retrocediendo a los tiempos de mayor injusticia para el país fue identificado como latifundista porque su familia llegó a detentar 33 mil hectáreas de tierra. Logró legalizar semejante concesión durante el catastrófico Gobierno de Jeanine Áñez, donde, valga recordarlo, Branko fue Ministro de Economía. Notoria señal a la hora de hablar de corrupción y demás abusos del poder.

Pero es más, los posmodernos señores de la soya son claramente los mayores destructores de la Amazonía boliviana. Tras la llegada de productos transgénicos (gestionada ya en el segundo gobierno de Banzer por Monsanto) y su autorización (en 2004, gobierno de Carlos Mesa), optaron por arrasar el bosque. La dinámica soyera se hizo incontenible, tanto que en 2019 ya habían tocado el corazón (¿o bolsillo?) del cada vez más autoritario Movimiento Al Socialismo (MAS). Entonces, en la Cumbre Agropecuaria, el vicepresidente Álvaro García Linera propuso extender la frontera agrícola a 13 millones de hectáreas. Entonces también soyeros y masistas pactaron la próxima autorización de más eventos transgénicos.

Es decir, buenas noticias para la familia Marinkovic y para su supuestamente aborrecido MAS, y muy malas para el país. Porque obviamente, la propuesta de aquella cumbre prácticamente se consumó en 2024. Como es sabido, se quemaron más de 10 millones de hectáreas, se autorizaron nuevos eventos transgénicos y se lanzaron diversas medidas para la agroindustria más depredadora. Fiesta total para los latifundistas soyeros, desde ya beneficiados por combustibles subvencionados y los impuestos más bajos del continente durante 18 años de Gobierno masista.  

Tragedia completa para el país al contemplar y padecer el mayor ecocidio de la historia boliviana y la destrucción de una de sus mayores riquezas: la biodiversidad. Para colmo, los agroindustriales nacionales ni siquiera pueden demostrar altos niveles de productividad, son virtualmente los más bajos entre los contados países que producen transgénicos. Para más detalles incómodos, huelga recordar el origen de estos latifundios, nada menos que en la era de las dictaduras militares.       

Lo documentan libros como La Veta Blanca o El Dictador Elegido, el primer Gobierno de Banzer repartió tierras a diestra y siniestra entre sus acólitos. Luego, les concedió generosos créditos con vistas a la siembra de algodón. Muchos de ellos no pagaron, varios otros usaron parte o más en un negocio fácil: la cocaína, esa que Branko hoy condena tanto. Eran ya tiempos de la dictadura de los “Luchos” y cosas parecidas.  

Con el paso de los años, a fines de los 90 (segundo Gobierno de Banzer) y tras el retorno a la cordura democrática, apareció otro negocio fácil: la soya. Resulta tan o algo menos rentable como una muy sacrificada y sana producción orgánica, pero es más fácil y tiene mejor respaldo económico y técnico gracias a Bayer – Monsanto, la banca privada y los políticos corruptos. Pero nos está arruinando el futuro, tanto como nos arruinaron el presente las dictaduras militares y el autoritarismo masista.

Quién sabe si el imitador de Milei croata–boliviano elija no una motosierra, sino un soplete o un lanzallamas como símbolo. Y nada raro que se siga quemando solo.  

Por todo ello, a Branko, el nuevo candidato de ADN, del partido del dictador, le será bueno reinventarse y reflexionar mucho. Paradas y palabrotas no sólo lanza el neoaprendiz de dictador argentino, también las lanzaban García Meza y Arce Gómez, y mire cómo acabaron.

Que la memoria de este 15 de enero, que los asesinatos cobardes de los miembros de la Dirección Nacional de aquel MIR y de Marcelo Quiroga nos sirvan nuevamente para conjurarlos.  

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