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Con la fabricación y distribución de la vacuna contra la Covid 19, la humanidad parece ingresar en la etapa final de la pandemia. Las dolorosas consecuencias por la pérdida de más de 3 millones de vidas en todo el mundo (según datos de la Universidad Johns Hopkins), y los desastrosos saldos sociales y económicos que esta experiencia nos dejan, han sido y todavía lo son, oportunidades para el aprendizaje.

Una de las actividades sociales más importantes en el mundo, la educación, también ha sido duramente golpeada por la pandemia. En este contexto nos preguntamos qué lecciones, en el campo de la enseñanza, nos está dejando esta etapa de nuestra historia.

Las primeras respuestas que surgen casi espontáneamente están referidas a la importancia del internet en los procesos educativos. Basta recordar que hasta principios del año 2020 el uso de los teléfonos inteligentes en la escuela boliviana estaba tan rígidamente normado que, en los hechos, estaba prohibido.

En el ámbito educativo, entonces, la pandemia ha permitido hacer ver a autoridades educativas e incluso a numerosos docentes de escuelas y universidades, que no se puede seguir educando sin tomar en cuenta el potencial que el internet ofrece.

Sabemos de sobra que el acceso a la información que hoy nos ofrece la red tiene una consecuencia profunda en la manera de comprender la docencia: el docente no es más aquel que sabe y transmite el conocimiento (de hecho hoy muchos jóvenes y niños saben más que sus docentes), sino que su rol se está convirtiendo cada vez más en el de gestor de conocimientos, de motivador y orientador ético de las nuevas generaciones.

Sin duda, el internet y los adelantos tecnológicos nos están haciendo tomar consciencia de que el mundo se está automatizando cada vez más y nos dirigimos hacia una era de robotización donde la inteligencia artificial tendrá un papel fundamental.

El otro lado de la moneda nos indica que el adelanto científico-técnico, si no es acompañado por niveles de reflexión ética y de sentido de humanidad, puede llevarnos al desastre, como está sucediendo con el tema ambiental y con el surgimiento de enfermedades causadas por la mano del hombre. En este contexto, la pandemia que nos permitió ver los adelantos tecnológicos también nos lleva a advertir la necesidad de una educación que permita la formación de profesionales con un alto grado de responsabilidad ética y compromiso social. No podemos descuidar este aspecto ni en la escuela ni en la universidad, puesto que el hombre tiene que saber hasta dónde llegar en el campo de la manipulación de la naturaleza y de la vida.

La fabricación de las vacunas en tiempo récord es otro de los aspectos que puede ofrecer algunas lecciones al campo educativo. Los científicos productores de la vacuna contra Covid 19 afirman que las vacunas tardan en desarrollarse entre 5 y 10 años, pero en este caso, la respuesta científica ha sido casi inmediata y en distintos lugares del mundo.

Esta rápida producción de la vacuna no es sólo fruto de la presión mundial, sino de la capacidad de investigación y de generación de conocimiento que nuestros científicos realizan como parte de su trabajo cotidiano. Hoy, las universidades tienen que incentivar más que nunca los procesos investigativos y la generación de conocimientos. ¿Cuánto aporta a nuestro país la generación de conocimientos? ¿Cuánto aportan a nuestro país las investigaciones universitarias?

Una vez fabricadas las vacunas comenzaron los procesos de inoculación en el mundo. Los países ricos se dieron cuenta de que no era suficiente mantener inmunes a sus ciudadanos, sino que este es un problema mundial. No se trata pues de un remedio para algunos sectores de la sociedad, sino que se debe vacunar a todos.

Esta enfermedad nos ha obligado nuevamente a reconocernos como iguales más allá de ideologías, religiones o status. Todos somos humanos e interdependientes. Todos, de igual manera, somos vulnerables ante este virus. Reconocernos como humanos necesitados los unos de los otros ha activado en todo el mundo acciones de solidaridad y de entrega. Ejemplos hay muchos, como el de los sanitarios en todo el mundo que arriesgaron su propia vida por la entrega a los demás; también habrá que resaltar a miles de voluntarios hombres y mujeres jubilados que se han ofrecido para apoyar los procesos de inmunización.

La educación no puede ignorar estos hechos. Las escuelas y universidades tienen que educar para la solidaridad. El conocimiento no debe ser comprendido como una mercancía, sino como una oportunidad para colaborar al que necesita.

De seguro la pandemia nos está dejando muchas más lecciones en el campo educativo. ¿Cuáles son las que usted ha aprendido?

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