- Semana crucial para Bolivia, por una sola razón: la necesidad de vivir en paz y en libertad.
- Hemos vivido todo tipo de dictaduras, todo tipo de estados de intolerancia, pero también hemos podido terminar con estas situaciones a lo largo de la historia. Podemos hacerlo otra vez, todo depende de una marca de bolígrafo puesta en el lugar preciso.
- Se dice que la democracia es la mejor forma de gobierno posible. Coincido con eso, pero creo que no es un absoluto, porque no existe una fórmula mágica para que sea así: también dentro de la democracia vivimos en sociedades llenas de incertidumbres, violencias e intransigencias. Sin embargo, a pesar de ello, vale la pena buscar una convivencia tolerante, donde el diálogo sea la norma, y del diálogo surja el acuerdo, antes que la imposición.
- Aunque desde 1982 vivimos en democracia continua, ésta ha empezado a ser acuchillada en los últimos años de muchas maneras, irónicamente a nombre de “defender la democracia”, lo cual es una idea ladina. Esta ironía surge del convencimiento de que la democracia es sólo aquello que el pueblo bajo, los más pobres, quieren e imponen, como si estuvieran dotados de una sabiduría trascendente, esencial. Pero no hay grupo humano que tenga la verdad de las cosas, porque justamente no actúa guiado por la verdad, por la razón: actúa guiado por intereses, por ventajas inmediatas para los del grupo. Un gobierno debe estar más allá de todo eso, debe ser capaz de gobernar con moral y con luces, como decía Bolívar.
- Y todo esto nos lleva a pensar en el populismo, que no es más que otro nombre de la demagogia como forma legitimada de gobierno y fácil popularidad. No importa si la demagogia es de izquierda o de derecha: cuando se impone, sus efectos son negativos no sólo para la convivencia pacífica, para los derechos humanos, sino también para el medio ambiente, las plantas y los animales, que son vistos solamente como un botín inagotable de recursos para satisfacer los deseos inmediatos de riqueza fácil y apariencia de prosperidad.
- La demagogia ha sido, casi siempre, la forma “normal” de gobierno en Bolivia. Por lo tanto, no es un invento de los últimos 15 años. Sin embargo, desde 2006 la demagogia se regularizó, se profundizó y se confirmó como si fuera la única manera de gobernar, la única forma virtuosa de conducir un país: si el pueblo quiere esto, pues se lo damos. Y a los que se oponen a los intereses del pueblo (que en realidad son los intereses de grupos de poder que surgiendo de abajo, ganan todo tipo de beneficios y privilegios), entonces los perseguimos y de ser posible, los aniquilamos: así piensan los fanáticos.
- Estamos tratando de curar las heridas de la democracia, cuya recuperación en octubre de 1982 fue un notable logro de nuestra historia reciente. Octubre de 2020 se le parece mucho: depende de cada uno de nosotros el lograr una sociedad mejor, donde los fanatismos y las ideologías, por muy bien intencionadas que estén (se dice, con juicio, que el socialismo, prometiendo el paraíso en la Tierra, construye infiernillos), no se impongan sobre los cuatro grandes pilares del mundo moderno, que hemos heredado de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo. Sólo falta un quinto elemento: la defensa de la naturaleza. ¿De qué lado están los verdaderos progresistas? ¿Del lado del autoritarismo, de la demagogia, del gobierno represor, de las imposiciones populistas, o del lado difícil, pero fértil, de la búsqueda de una sociedad mejor y de un planeta mejor, basada en esos cinco elementos? Lo sabremos muy pronto. La democracia no puede existir sin lo mejor de los seres humanos.
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