La respuesta a esta pregunta es compleja. Me parece pertinente recordar que constitucionalmente somos un país laico. Esto no significa que Bolivia sea no creyente, al contrario, quiere decir que el Estado boliviano reconoce el derecho de todos sus ciudadanos de profesar una fe y practicar una religión, así como de no creer en religión alguna.
La inclusión de este artículo en la actual Constitución Política del Estado (CPE) fue motivo de debates y discusiones en su momento. En la anterior Constitución, el artículo 3 sostenía que la religión católica era la oficial de nuestro país, con lo cual las instituciones católicas gozaban de algunos privilegios con relación a otras iglesias y religiones. Por tanto, el hecho de ser un Estado laico hace que todas las religiones gocen de los mismos derechos y que ninguna se vea privilegiada sobre las demás.
En este contexto, la pregunta sobre el retorno de la Biblia a Palacio de Gobierno puede sonar fuera de tono. Sin embargo, no es así. Los acontecimientos de noviembre nos muestran algunos hechos que nos plantean directamente la pregunta: me refiero a la llegada de Luis Fernando Camacho al Palacio, el 10 de noviembre, y al gesto de triunfo de la presidenta Jeanine Añez cuando asumió el poder, levantando una Biblia (más concretamente los cuatro evangelios). Estos dos hechos nos hacen pensar que evidentemente el libro sagrado de los cristianos ha retornado al Palacio Quemado.
Pero, el simple regreso de la Biblia a Palacio no se refiere al retorno de la fe. Durante estos años, se ha venerado a la Pachamama desde las esferas gubernamentales, lo cual indica que la fe ha estado presente. Valga la aclaración sobre todo para algunas facciones cristianas fundamentalistas, que la creencia en otras deidades fuera de Cristo también se llama fe. Incluso el ateísmo está profundamente imbuido de una fe; aunque esta no fuera en un ser trascendente o en una vida después de la muerte.
Al parecer, el reingreso de la Biblia a Palacio coincide con el retorno del cristianismo. Pero ¿qué cristianismo? ¿La fe original transmitida por un tal Jesús y expresada en los evangelios? ¿La fe expresada por la ética protestante de Weber? ¿El catolicismo de derecha?
Comencemos por el catolicismo de derecha, aquel que estuvo ligado al conservadurismo liberal y a las fuerzas militares, el catolicismo cómplice de los golpes militares en varios países de Latinoamérica durante los años 70 y 80. Espero que no sea este cristianismo católico autoritario y jerárquico el que “regresa”.
¿La ética protestante de Weber? Weber observó que el protestantismo norteamericano de principios del Siglo XX entendía como una bendición divina el bienestar económico, es decir la riqueza. Para los norteamericanos protestantes, todavía hoy, las personas ricas lo son porque han cumplido con los preceptos divinos y Dios las ha bendecido. En esta lógica los pobres lo son por pecadores. Me niego a creer que este sea el cristianismo que ha vuelto a Palacio de Gobierno; aunque no se puede negar que algunas iglesias cristianas protestantes e incluso algunas facciones católicas plantean la pobreza como pecado y que solo la fe y la bendición divina podrán superar este problema.
Se trata entonces de una fe que incita al capitalismo y, por tanto, al consumismo y con este a una vorágine de producción que está desechando cosas, medio ambiente y personas. Espero que no sea este cristianismo de intereses económicos el que retorne a Palacio.
Está finalmente, aunque cronológicamente fue el primero, el cristianismo primitivo, aquel que proviene de Jesús de Nazaret, el hombre galileo que se enfrentó con los poderes religiosos y políticos de su época en favor de los más pobres. Cualquiera que lea esos evangelios que la presidenta Añez levantó como trofeo de victoria, se dará cuenta de que ser cristiano es buscar el Reino de Dios, es decir una sociedad de justicia y de paz, denunciando las injusticias evidenciadas en personas descartadas e indefensas por la sociedad, viviendo la regla de oro que supone no hacer al otro lo que uno no quisiera que se haga consigo mismo y rompiendo los círculos de violencia a través del perdón.
El verdadero cristianismo, el que está en la Biblia, está justamente del lado de los sectores empobrecidos como las mujeres, los indígenas, los ancianos, los enfermos y los niños. Los últimos, diría Jesús. Espero que sea ese cristianismo el que haya vuelto a Palacio Quemado, una fe inclusiva, no discriminadora, dialogante y no arrogante, pacífica y no abusiva.
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