Por Steffen Heinzelmann*//
La sequía, el calor y los fenómenos meteorológicos extremos que sufrimos en los últimos meses son sólo un anticipo de lo que está por venir. Las investigaciones científicas sobre el cambio climático y la destrucción de la naturaleza demuestran que vivimos ya en una crisis climática, ambiental y social. Nos encontramos al borde de un colapso que muy probablemente cambiará nuestro modo de vida.
Parece que somos una sociedad que ignora estas señales claras y perceptibles. Por ello, es importante primero aceptar esta grave situación y después prepararse para las consecuencias globales y locales, tanto de manera psicológica individual como a nivel de sociedad. Y, entonces, nacen muchas preguntas como, por ejemplo, qué papel desempeñan la tecnología y la digitalización en la relación entre los humanos y las demás formas de vida en la naturaleza.
El avance de la tecnología ha cambiado sin duda nuestras vidas en muchos aspectos; pero también está dejando profundas huellas en el medio ambiente. La relación entre tecnología digital y justicia ambiental, es decir, la distribución equitativa de cargas y beneficios ambientales entre todas las personas de la sociedad, plantea importantes interrogantes. Si bien algunas innovaciones tienen el potencial de promover la protección del medio ambiente, no debemos olvidar los inconvenientes que las tecnologías digitales traen consigo.
En años pasados se habló mucho sobre el papel de las energías renovables como supuestas salvadoras en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la realidad es que, a pesar de la expansión de energías como la solar y eólica, los combustibles fósiles siguen constituyendo una parte importante de la matriz energética mundial. El paso a las energías renovables se ve a menudo frenado por intereses políticos y económicos.
Otro tema es la tecnología del reciclado y la economía circular, que se ve como una esperanza para el problema de los residuos. Sin embargo, muchos territorios del mundo carecen de la infraestructura necesaria para un reciclaje eficaz y los materiales recogidos suelen acabar de forma ilegal en vertederos. Los residuos electrónicos que contienen sustancias tóxicas como el mercurio y el plomo se eliminan de forma inadecuada, lo que envenena las vidas, el agua y los suelos.
Además, la creciente demanda de dispositivos electrónicos y centros de datos está provocando un consumo desorbitado de energía, que en muchos casos procede de fuentes insostenibles, lo que contribuye a un aumento de las emisiones de dióxido de carbono y a enormes impactos ambientales.
Parece que entramos en un dilema entre una visión optimista, la que cree en el progreso y los efectos positivos de las tecnologías, y una visión negativa de las tecnologías y de sus efectos malos en la sociedad y la naturaleza. Pero, ¿para qué queremos utilizar la revolución tecnológica? ¿Qué herramientas digitales tienen sentido y cómo podemos lograr la emancipación social global de las estructuras autodestructivas y encaminarnos hacia la sostenibilidad ecológica y un mundo justo?
Para responder a estas y otras preguntas es muy importante tomar en cuenta que existe una discrepancia entre la disponibilidad de tecnologías digitales y su distribución equitativa. En un sistema mundial neocolonial, a menudo los recursos necesarios para la producción y el uso de tecnologías, como las tierras raras o el litio, se extraen explotando a la naturaleza y a los humanos en territorios marginalizados; sin embargo, el acceso a esta tecnología en su mayoría suele estar restringido a sectores privilegiados de las sociedades.
Por eso es crucial adoptar una perspectiva crítica sobre la relación entre tecnología, sociedad y justicia ambiental. Las innovaciones tecnológicas no sólo deben juzgarse por su rendimiento, sino también por su distribución equitativa a escala mundial y por el impacto que tienen en las comunidades desfavorecidas y en el medio ambiente.
Esta perspectiva crítica puede basarse en ideas centradas en la justicia social y ambiental, principios democráticos descentralizados y de base, y el beneficio colectivo: hay que centrarse en tecnologías que sirvan al bien común y aborden retos sociales en lugar de servir a intereses económicos; hay que tener en cuenta el impacto de las tecnologías digitales y promover enfoques sostenibles para su desarrollo y uso; y hay que poner énfasis en sistemas de comunicación y autoorganización descentralizados, libres, inclusivos y accesibles para todes.
El reto consiste en diseñar el desarrollo y uso de la tecnología digital de una forma que sea compatible tanto ecológica como socialmente. La innovación sostenible y una integración consciente de los aspectos medioambientales en los desarrollos tecnológicos son esenciales para encontrar un equilibrio entre el progreso tecnológico y la protección de nuestra sociedad y la justicia ambiental. Esto también incluye reflexionar sobre el sistema económico capitalista, sobre nuestra organización y nuestras necesidades, y sobre nuestro consumo y sus consecuencias.
- * Integrante cooperante en Fundación InternetBolivia.org
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