La crisis migratoria en los Estados Unidos es una bomba de tiempo. En primer lugar, porque no es posible mantener en la ilegalidad a millones de personas que esperan la amnistía para una inserción que facilite la vida de los migrantes y de las instituciones estatales. En segundo lugar, la cultura latina e hispánica es una influencia de alcance nacional en Estados Unidos, un país que, en los hechos, es absolutamente bilingüe y donde el español marca una fuerza inusitada en el sistema educativo y miles de escenarios laborales. La hegemonía cultural se transmite por medio del lenguaje y las costumbres que fueron arraigándose como parte de un patrimonio socio-político que convirtió a Estados Unidos en un país más de América Latina.
Éste es el eje del problema. Aunque el sistema democrático formalmente se empeñe en negarlo, la hegemonía cultural del idioma español y las prácticas culturales latinoamericanas están dejando una huella indeleble que amenaza con alcanzar las esferas políticas. Esto es lo que, en el fondo, une a los partidos demócrata y republicano para frenar la inmigración. Lamentablemente, sus acciones degeneran en políticas antimigratorias de carácter racista.
Según los datos del Pew Research Center, se estima que la población de inmigrantes latinos llega a unos 41,3 millones de personas. Esta cifra incluye tanto a inmigrantes documentados como a aquellos que se encuentran en el país de manera ilegal (cualquiera sea la forma de ingreso). Sin embargo, la hegemonía de su lengua y cultura atentan contra el sistema de castas políticas y económicas que, sutil pero profundamente, permean las decisiones dominantes en contra de los afroamericanos y latinos. En los hechos, la cultura ganó la partida. El voto latino y sus futuros representantes tienen, de todas maneras, un duro trabajo para legalizar esta hegemonía cultural.
La mayor parte de los académicos en Estados Unidos piensan que la cuestión de la amnistía para los inmigrantes es un tema complejo y multifacético que está sujeto a diferentes perspectivas. Para muchos profesores universitarios, no se puede afirmar de manera generalizada que la negativa a otorgar amnistía sea exclusivamente parte de una tendencia racista. Consideran que las políticas de inmigración suelen estar influenciadas por una combinación de factores políticos, económicos, sociales y de seguridad.
Existen diversas posiciones sobre cómo abordar la crisis y regularizar el estatus de los inmigrantes. Algunos argumentan que la amnistía podría ser una forma de reconocer la contribución latina a la sociedad y legalizar su situación. Otros sostienen que la amnistía enviaría señales para fomentar la inmigración ilegal. Todo depende de las preocupaciones económicas, laborales, de seguridad fronteriza o consideraciones legales.
Si bien es cierto que la inmigración en Estados Unidos estuvo signada por debates que afectan de manera desproporcionada a los inmigrantes latinos, también existe la necesidad de abordar sesgos como la discriminación o desigualdades que amenazan el logro de acuerdos. Por esto son fundamentales las visiones de la escritora Isabel Wilkerson, quien abordó el problema, agregando el conflicto generado por un sistema de castas que está muy arraigado en Estados Unidos. En su libro “Caste: The Origins of Our Discontents”, Wilkerson explora las similitudes entre el sistema de castas en la India, el sistema de apartheid en Sudáfrica y las estructuras de desigualdad racial en Estados Unidos.
Para los migrantes latinos, el sistema de castas puede tener un impacto significativo en su experiencia. Aquellos que son racialmente identificados como latinos o hispanos, enfrentan una serie de rechazos, basados en su origen étnico y su estatus migratorio. En el sistema de castas de Estados Unidos, los latinos sufren exclusión y barreras en diversos aspectos de la vida, como la educación, el empleo, la vivienda y la justicia. También son víctimas de estereotipos negativos, así como de políticas migratorias restrictivas.
La intersección entre raza y estatus migratorio exacerba aún más las desigualdades. Los migrantes indocumentados se enfrentan a una mayor vulnerabilidad y riesgo de explotación laboral, detención y deportación. Es importante destacar que el impacto de la estructura de castas en los migrantes latinos no es homogéneo y puede variar según diversos factores como el país de origen, estatus migratorio, nivel socioeconómico y lugar de residencia en Estados Unidos. La hegemonía cultural latina determina una lucha política y, al mismo tiempo, choca con un sistema de castas que, según Wilkerson, perpetúa la discriminación que enfrentan los migrantes por 36 años. La última amnistía fue en 1987 y desde entonces la migración continúa en aumento, así como el rechazo con fuertes ribetes segregacionistas. Sin embargo, esto no cambia cómo los Estados Unidos se han latinizado y españolizado para bien y para siempre.
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