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¿Qué pasa cuando usted, ciudadana o ciudadano, llega a la conclusión de que hay entidades del Estado o servidores públicos que esconden información, no la transmiten adecuadamente, la dicen a medias o la maquillan, en algunos casos la edulcoran para que no tenga efectos políticos y mediáticos fuertes que afecten la gestión, y lo peor, la falsean, mintiendo descaradamente?

Pues en las democracias débiles, en la mayoría de los casos, no pasa nada. Casi la ciudadanía ya lo ha normalizado, y es justamente lo que los gobiernos quieren. Cuántas veces se escucha en la calle, en la movilidad, en las oficinas y fábricas, sólo quejas y lamentos. ¡Éstos siempre son así! ¡Qué desgracia es este Gobierno! ¡Los políticos siempre mienten! ¡Son maleantes, habría que procesarlos! Pero nada más, y luego volvemos a caer en lo mismo: somos un pueblo sin memoria. Seguramente en la siguiente elección estaremos votando por las y los mismos políticos que se van reciclando una y otra vez, con esos aires tan mesiánicos que les caracteriza.

Y no es que en las democracias más fuertes todo sea una taza de leche; sin embargo, la idea de transparencia cuaja un poco más, se encuentra institucionalizada y goza de mecanismos más efectivos para que la ciudadanía pueda ejercer sus derechos a saber y actuar en consecuencia.

Actualmente se habla mucho de transparencia en la gestión pública, la Cepal nos dice que ésta consiste en que la información sobre las actividades de los organismos públicos sea creada y esté a disposición del público, con excepciones limitadas, de manera oportuna y en formatos de datos abiertos sin límites para la reutilización. La transparencia no sólo es una barrera contra la corrupción y los abusos de poder, sino también un derecho de todo ciudadano a recibir información sobre lo que hacen los gobiernos con el dinero de sus impuestos y la forma en la cual se gasta.

En este momento Venezuela vive momentos muy duros y se juega su futuro, entre una reconducción y reconstrucción nacional o, en su defecto, mantenerse en una democracia aparente, con un dictador que basado en una ideología caduca sigue aprovechándose de la cosa pública para sus apetitos personales y de sus acólitos. ¿Qué falló? La transparencia electoral. El 28 de julio, la ciudadanía venezolana fue a votar. Al final de la jornada la entidad electoral proclamó un ganador, que ya casi nadie acepta tanto interna como externamente, y se niega hasta el día de hoy a publicar las actas de escrutinio, como si esa información le perteneciera al régimen y no a la gente. ¿Por qué los antidemócratas no entienden que la información es del pueblo?

Ya han salido varios estudios serios de las actas que fueron recabadas por la oposición venezolana y otras organizaciones de corte internacional, y se puede advertir en ellos que los datos manejados por la entidad electoral no son verdaderos. Desgraciadamente es muy probable que no pase nada, como dijimos al principio de esta columna, porque manda el que tiene las armas y el dinero, y el dictadorcillo por el momento tiene ambos, dado que las Fuerzas Armadas están bien amarradas, ya que son parte de todo el mecanismo corrupto que se ha montado durante tantos años ¿Usted cree que van a soltar la mamadera?, difícil.

Ya volviendo dentro de nuestras fronteras, nos damos cuenta de que el término transparencia se repite aproximadamente ocho veces en la Constitución Política del Estado de 2009 (artículos 8, 93 III, 180, 213, 232, 270, 306, 323), a pesar de ello, no pasa nada. En las últimas décadas, hemos vivido algunas veces en una nebulosa, otras en una burbuja, la gran mayoría en una mentira. Y hoy pagamos las consecuencias de ello.

Durante su gobierno, Evo Morales casi nunca dejaba de falsear la verdad en cada declaración que daba, de paso contraatacaba junto con su séquito a quienes manifestaban verdades muchas veces irrefutables, de ahí surgen intentos de justificar, socapar, dulcificar y, al final, casi obligarnos a creer tantos hechos de corrupción, mala gestión, gastos dispendiosos, hijos desaparecidos, caras conocidas, actividades ilícitas, terrorismo de Estado y hasta muertes, empero transparencia, información real y buena fe, nunca.

En estos últimos años se siguen las mismas líneas, la economía blindada mantuvo su blindaje mientras había dólares en las bóvedas del Banco Central; que el modelo social, comunitario y productivo es la panacea y merece el premio nobel de Economía, ni mención honrosa recibirá. Preguntaremos a aquellos que hoy ganan un sueldo mínimo de Bs 2.500 cómo la inflación los ha llevado de recibir 358 dólares en 2022 a hoy solamente 208, con los precios de los productos cada vez más altos, pero el Gobierno parece que no quiere transparencia en la economía, no tiene la más mínima intención de sincerarla, no realizará un mea culpa con golpes en el pecho por 18 años de mentir y sin asumir medidas dolorosas, pero realmente necesarias. Estimada lectora o lector, creo que tendrá que esperar sentado porque el Gobierno no lo hará, por lo menos no antes de las elecciones.

Se acuerda cuando el año pasado se empezó a sufrir por los dólares, y el Banco Central de Bolivia, que por cierto debería ser una entidad independiente, se negaba a publicar información, indicando que todo estaba bien, nuevamente una total falta de transparencia, y de paso sus ejecutivos, bien gracias, todavía hoy en sus puestos, de paso amenazando la libertad de expresión.

Luego caemos en el tema de los hidrocarburos, nuestro otro gran problema actual que deviene de la gran mentira del “mar de gas” de Luis Alberto Sánchez, a quien no se le hizo ni cosquillas, y que amplificó Morales como parte de su campaña de 2019, nuevamente ¿dónde estuvo la transparencia? que, además es un principio que la Ley de Hidrocarburos pone en práctica, ya que se obliga a publicar fehacientemente información sobre las reservas hidrocarburíferas del país, pero hasta el día de hoy no existen estos datos. Esperemos que el tema de Mayaya no siga el mismo camino; aunque ya la información sale chueca, no se dice que sería una solución a mediano plazo, si se tiene fondos para lograrlo.

Como se puede observar, la transparencia en la gestión estatal y de gobierno es un principio actual fundamental. Tener a la ciudadanía informada real y objetivamente permite mayor control social, combate la corrupción y promueve la participación efectiva en las decisiones y políticas que el Estado debe adoptar, pero como vimos, tanto en nuestro país como en el exterior, existen gobiernos poco democráticos que no actúan con honestidad, ética y responsabilidad, provocando graves consecuencias en la vida y destino de la sociedad. Esperemos que en el futuro la transparencia ya no esté tan ausente y realmente sea una práctica fundamental del Gobierno.

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