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Minuto 39 del partido entre las selecciones de Bolivia y Chile en el estadio Nacional de Santiago. Carlos Lampe recibe un balón fuera de su área. Siente un agudo dolor y cae, levantando la mano y pidiendo inmediata asistencia. El árbitro no detiene el juego o no entiende nada. El chileno Eduardo Vargas toma el esférico, duda unas milésimas de segundo, se adelanta y mete un gol. Inmediatamente es reprochado por los jugadores bolivianos por su falta de juego limpio, fair play en el lenguaje de la FIFA.

¡Vergüenza mundial! Comentaristas deportivos de muchos países critican el hecho por la falta de ética deportiva del jugador, ya que se aprovechó de la desgracia de un compañero de profesión para sacar ventaja. Nuestros periodistas deportivos, comentaristas y ciudadanía de la misma manera reprocharon durante días el hecho, amainado solamente por la gran victoria conseguida, alegando que se hizo justicia.

Observando a la gente en la calle, en el transporte, en el trabajo, todas y todos se sentían sumamente indignados, molestos y hasta violentados por la conducta mostrada por el jugador chileno y comentaban la falta de ética y pundonor deportivo con calificativos duros y hasta soeces.

A partir de ahí se podría meditar sobre el o los motivos por los que nosotros nos sentimos tan molestos por lo que hemos visto en las pantallas, pero ya hemos normalizado la falta de ética en otros espacios habituales o, peor aún, mostramos hipocresía y falta de consecuencia cuando se trata de nuestras acciones y las de los demás.

La ética, como bien sabemos, es una disciplina filosófica que reflexiona sobre qué acciones serían correctas. Es el sistema de valores que guía y orienta el comportamiento humano hacia el bien y la justicia, por ello, la ética aplicada va a cubrir el estudio de esa escala de valores vinculada con situaciones concretas, debiendo estar presente en casi todas las acciones del ser humano, pues de esta manera se protege el bien común.

Pero eso en teoría. La realidad nos muestra que generalmente la vida no es justa, no es como el partido de la anterior semana que nos otorgó una victoria de 2 a 1 a pesar de la falta ética del jugador chileno.

La situación nos muestra que existen sectores que sin ningún miramiento vienen realizando actividades contrarias al bien común, como agroindustriales, ganaderos, mineros cooperativistas, contrabandistas, entre algunos, para quienes su ética ha sido cambiada. En su escala de valores, no están presentes como algo importante el bienestar común, los derechos humanos, el honor, la justicia, etc.

Lo anterior se ve claramente estos días que venimos sufriendo una catástrofe ambiental, donde sectores que desean ampliar la frontera agrícola a costa de destruir el entorno natural, principalmente de bosques y pastizales naturales, inician incendios en tierras fiscales y áreas protegidas, sin mayor reparo, todavía con la desfachatez de negar su responsabilidad como la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) o los ganaderos benianos congregados en Fegabeni. Por otro lado, los interculturales (colonizadores), que tienen hambre de tierras, en muchos casos no para sobrevivir produciéndolas, sino para traficarlas, de paso con la complicidad de los gobernantes de turno.

Y podemos hablar de la ética en la política, que es uno de los sectores que históricamente ha mostrado una falta de ésta casi anacrónica. La mentira, el engaño, las tretas y las “estrategias envolventes” al estilo García Linera son ejemplos patentes de que la escala de valores en los ámbitos políticos está de cabeza y muchas veces ya roza los extremos que colman la paciencia de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, no pasa nada, la gente lo va normalizando cada día más, ya no se indigna, lo deja pasar, manifestando a lo mucho un comentario, pero lo peor es que no actúa, no hace escuchar su voz, no se moviliza.

Ya quisiéramos escuchar la sarta de palabrotas que soltó casi toda la población al ver el gol chileno, cuando vemos quemarse la Amazonía y nuestro futuro; cuando nos mienten sobre la crisis económica que vivimos (sin solución aparente); cuando los políticos se creen mesías y salvadores de esta tierra (queriendo reelegirse eternamente); cuando los hechos de corrupción nos roban a todos y todas.

Y así podríamos continuar y continuar enumerando los hechos donde la ética ha desaparecido, se ha esfumado, esperando que la misma vuelva a las conciencias individuales y colectivas; aguardando un nuevo despertar con actores sociales imbuidos de ella que nos permitan mejores días; actuando con verdaderos valores como justicia, solidaridad, honor, cooperación, libertad, dignidad, transparencia, entre algunos de los más importantes que deberían encontrarse en todos y todo lado.

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