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Otra vez resurgen en Bolivia problemas que no han sido resueltos por ningún gobierno, como la pobreza, la discriminación y la violencia estructural. Diversos sectores reclaman por la falta de gasolina y dólares, así como por el incremento del precio de alimentos. Las y los bolivianos producen muy poco y consumen muchos productos extranjeros en el día a día. De hecho, nuestra economía depende de la importación de combustible, alimentos, ropa y todo tipo de productos desde hace varios años.

Las promesas políticas de uno y otro gobierno son quimeras que sólo esconden el interés por acceder al poder y disfrutar de sus beneficios “en nombre de los demás”. Como en todo, seguramente existe gente que cree y apuesta por una fuerza política, eso es bueno, pero desafortunadamente son muy pocos porque el resto busca su beneficio personal y el de sus sectores, no el bienestar de la mayoría de la población.

El bien común puede ser entendido como aquello que influye para bien de todas y todos los ciudadanos o de la comunidad, como los sistemas sociales, instituciones y medios socioeconómicos de los que ellos dependen.​ Se supone que este concepto no es nuevo y emergió con especial fuerza durante la campaña lanzada por Naciones Unidas Convivir, Sembrar Paz allá por el año 2010 a la que se sumó la plataforma Pacto por el Bien Común de la Fundación Unir el 2015 en torno al Pacto Fiscal con participación amplia y democrática. Qué lejanas y ahora difíciles se hacen esas experiencias en el contexto actual.

Sin desmerecer esas iniciativas positivas que fueron de utilidad en su momento, al menos en varios centros urbanos, hoy han emergido algunas plataformas desde la sociedad civil que luchan por la defensa de los derechos humanos ciudadanos y la justicia. Están también las plataformas que ahora denuncian y luchan por conseguir el apoyo solidario para la atención de los animales rescatados por los incendios y/o brindar ayuda a los bomberos y rescatistas que luchan para apagar los incendios en nuestro herido país.

El gran desafío es atender lo que ahora debería ser prioridad. En Bolivia existen actualmente 3.036 focos de incendios (El País de España, 13/09/2024), una “situación de desastre” cuyas consecuencias se traducen en la pérdida de 10 millones de animales que murieron por los incendios forestales en Bolivia y 400 millones de árboles que habrían sido calcinados (El País de Tarija, 18/09/2024), más que ningún otro país. Otro efecto devastador es la contaminación del aire en los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz, Cochabamba y La Paz que llegó a niveles incompatibles con la vida humana. Otros departamentos han sido también afectados, aunque en menor medida.

Estamos destruyendo la fauna, flora y la calidad de aire de quienes habitamos en este país. Ya se lanzó una “alerta sanitaria” y se suspendieron por varios días las clases en colegios y universidades en varios departamentos. Lo evidente es que necesitamos conocer los nombres de quienes velando por sus mezquinos intereses han enviado a quemar grandes extensiones de territorio en nombre de la autorización de ampliar la frontera agrícola. Se han anulado algunas de las leyes denominadas “incendiarias”, pero el daño está hecho y no siento que hagamos lo suficiente para recuperar las vidas que se están perdiendo. Aún existe insuficiente información sobre las personas afectadas por enfermedades respiratorias, cutáneas o complicaciones por otro tipo de enfermedades.

Hemos hecho de nuestro coexistir una irracional contradicción, si no podemos producir lo que consumimos, contaminamos con minería y quemamos nuestro hábitat. ¿Es que dejamos de pensar?

Siento que jalamos de la soga que nos ahoga, es suicida e insano. Oscura realidad en la que más gente se reúne para protestar y bloquear en contra de una facción de su partido, para no jubilarse a los 65 años o contra los resultados del censo de población y vivienda. Con todo el respeto de pensamiento y expresión que esos sectores ciudadanos puedan tener, sin un lugar dónde habitar en condiciones mínimas, nada puede ser más importante.

Cómo podemos pedirles sin hipocresía a nuestros hijos y estudiantes que estudien y se esfuercen si no sabemos qué mundo les espera, qué país y qué mundo les dejaremos. Quiero pensar que reaccionaremos y haremos más a favor de ese futuro que ya no sé si llegará.

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