La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que cada 15 de julio se commemore el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, para recordar que los jóvenes son un colectivo estratégico para lograr un avance en las sociedades. Tal celebración busca empoderar a las y los jóvenes para que sean influyentes en el mundo y sean un factor fundamental contra problemas como el cambio climático, el desempleo, la pobreza, la desigualdad de género y la migración. Actualmente, hay 1.200 millones de jóvenes entre 15 y 24 años que representan el 16% de la población mundial.
La educación y la formación son cruciales para desarrollar habilidades que conviertan a los jóvenes en agentes de cambio y tengan una participación activa en los esfuerzos de desarrollo para lograr sociedades sostenibles, inclusivas y estables para alcanzar las metas del 2030.
América Latina tiene una población joven de 140 millones de personas de las cuales un 22%, aproximadamente 30 millones entre 15 y 29 años, no estudian ni tienen empleo según datos del 2012. De esa cifra, un 70% son mujeres del sector urbano, el 55% se dedican al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, el 2% están cesantes o buscan trabajo remunerado y el 15% están inactivas. Esta es la “generación nini” que son jóvenes que están quedando al margen de esas dos instituciones fundamentales para la inclusión social: educación y empleo; una fuerza humana que está abandonada a su suerte y que seguramente engrosará las filas de la delincuencia, las pandillas y la droga y que no podrá ser parte de ese movimiento que menciona Ban Ki-moon como “destinado a romper con los patrones del pasado y situar al mundo en la senda de un futuro más sostenible”.
En Bolivia, según el último censo, se tiene una población joven de 2 millones, de los cuales unos 400.000 jóvenes no tienen empleo y tampoco estudian, según informe de organizaciones especializadas. Esta población es posible que esté dentro de la informalidad; pero su futuro es incierto y su potencial innovador seguramente no podrá ser aprovechado para generar esos cambios en la sostenibilidad de Bolivia y el mundo.
Se requiere una política urgente en el ámbito económico y de educación para generar posibilidades de formación especialmente diseñadas para que esta generación adquiera habilidades, conocimientos y capacidades que le permitan afrontar el futuro sin quedar marginada. Gamero de la OIT señala que “ si no se focaliza la atención sobre esta población, estaríamos desaprovechando el bono demográfico y desperdiciando el talento de una proporción importante de la juventud”.
Por otro lado, los jóvenes que están dentro del ámbito de formación universitaria suman otro medio millón de personas que estarían desarrollando competencias que les permitan ser profesionales y tener un papel más decisivo a la hora de participar en cambios de nuestra sociedad.
El rol que tiene el Gobierno y la academia para desarrollar habilidades en los jóvenes es fundamental por las razones antes citadas. Es por eso importante preguntarnos qué estamos haciendo al respecto tanto con los ninis como con la población universitaria y si realmente estamos valorando el talento y potencialidad que tiene nuestra juventud.
Ya no es suficiente desarrollar habilidades duras en esta población, es decir conocimiento académico que se obtiene por un proceso formativo formal, desde la escuela, colegio hasta salir de la universidad. Que como sabemos es un modelo anticuado que tiene como foco formar personas con el chip de ser empleadas, en un país donde más bien el desempleo se está incrementando por la desaceleración económica que vivimos desde el año 2015.
Hoy es importante dotar a esta juventud de habilidades blandas, aquellas que ahora son incluso más importantes para conseguir un trabajo, es decir toda aquella formación que tiene que ver con la puesta en práctica de manera integral de las aptitudes, los rasgos de personalidad, los conocimientos y valores.
El Gobierno boliviano y las organizaciones educativas tienen que cambiar el modelo de enseñanza anticuado que está vigente. A nuestros jóvenes tenemos que dotarles de habilidades que les permitan comunicarse mejor; que sean capaces de relacionarse y construir redes de aliados; que tengan espíritu emprendedor y sean creativos; que tengan capacidad de trabajar en equipo; que desarrollen actitudes proactivas para resolver problemas y generar ideas innovadoras, y reforzar en ellos los valores como el compromiso, puntualidad, honestidad, etc. para impulsar el crecimiento de nuestras sociedades y empresas.
Una parte de esta “generación nini” son los jóvenes bolivianos que viven en las áreas rurales, quienes, en conmemoración del Día Internacional de la Juventud, han pedido al Gobierno el acceso a créditos con 0% de interés; en efecto, el secretario de la Juventud de la Confederación Sindical única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) ha declarado: “Estamos elaborando una propuesta de ley, que busca que el Estado sea el que capacite al joven del área rural en áreas de producción y luego le otorgue un crédito al 0% de interés. Con ello el joven podrá crear una microempresa y generar empleo”.
Lo interesante de la solicitud de estos jóvenes, al margen de lo que podrá o no otorgarles el Estado, es que tienen la voluntad de iniciar un emprendimiento en el área productiva para, de esta manera, no dejar el campo ni sumarse a esa población juvenil urbana que tiene similares problemas; pero que no se pronuncia por falta de iniciativas o porque no tiene una institución que la represente. Ojalá que se atienda este pedido y se lo haga extensivo al área urbana también.
Y los jóvenes universitarios que suman una población similar a los de la “generación nini” (medio millón aproximadamente), también tienen necesidades financieras para el apoyo de sus iniciativas empresariales. En efecto, muchas ideas/proyectos/investigaciones premiadas en los concursos universitarios de innovación se quedan frustrados porque el Gobierno carece de una política orientada a apoyar con capital semilla y de arranque estas iniciativas. Hay iniciativas privadas que asumen ese rol; pero que no llegan a cubrir el gran potencial empresarial de esa población juvenil.
Esa juventud con sueños innovadores es el futuro de nuestro país y el mundo, atendámosla en sus necesidades básicas porque son nuestro futuro.
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