Hoy 15 de mayo de 2025 se celebra el Día Internacional de las Familias. ¿La familia seguirá siendo el pilar la sociedad? Ese grupo de personas con lazos filiales y sanguíneos no siempre reboza armonía y diálogo; pero sigue siendo el núcleo del que emergen las y los ciudadanos que construyen o destruyen este país.
Un tema del que se habla poco son los valores que se cultivan en la familia y que toda persona debe conocer y practicar, entre ellos: el respeto, la tolerancia, la honestidad, la gratitud y la responsabilidad con uno mismo y con nuestros semejantes.
Pero esos valores parecen anticuados en la sociedad en la que vivimos cuando un estudiante no respeta a su maestro si le llama la atención por no prestar atención o una hija responde de mala manera a su padre cuando le prohíbe salir. En ambos casos se alude a los derechos que tienen, pero se olvidan de las responsabilidades por ser estudiantes y ser hijos que viven bajo el techo que les prodigan sus padres. Si el respeto implica reconocer y valorar la dignidad de cada persona, así como sus derechos y cualidades, dónde queda si la juventud de una persona la hace mal educada o impaciente con quienes dirigen una clase o mantienen a su familia pagando todos sus gastos. ¿Y la gratitud? Pues, parece haberse perdido también cuando las y los jóvenes piensan que se les debe educar y mantener “porque no pidieron venir al mundo”. ¿Se les olvida que ya tienen edad suficiente para ser respetuosos y agradecidos con quienes los educan y sostienen: maestros, padres y madres?
Si hablamos de la honestidad tenemos que referirnos a los elevados niveles de corrupción que hacen de Bolivia un país corrupto. ¿Qué están enseñando las familias a sus hijos en relación a la corrupción? En Bolivia, se roba al adquirir bienes con sobreprecio, se chantajea y se pide “coima” (soborno) en cualquier situación, ya sea en la junta vecinal, en la fila para comprar pan o en cualquier entidad pública. Parece ser la única forma de “avanzar” hoy. Si eres una o un ciudadano promedio con pocos ingresos, tienes que soportar el enriquecimiento ilegal de algunos funcionarios públicos prepotentes y mal educados que te piden dinero para realizar tu trámite o hacen “negocios” ilegales con jugosas ganancias porque tienen un “familiar” (consanguíneo o partidario), que les protege y recibe su porcentaje de ganancia.
Adicionalmente, la responsabilidad con uno mismo debería ser un valor esencial en la crianza dentro de las familias. Esa responsabilidad se relaciona con el auto-cuidado, evitar los excesos con la comida chatarra, el consumo de alcohol y/o drogas. Pero, ¿qué ejemplo reciben las y los hijos si sus padres se embriagan, golpean a la pareja con frecuencia o las asesinan, violan a sus hijas o cometen infanticidios? El gran desafío para los padres y madres es velar porque esa responsabilidad con ellos mismos se vea reflejada en relaciones sanas en las que prime el bienestar, no la violencia. Si no, qué podemos cuestionar a los más jóvenes si caen en la dependencia, la delincuencia o la trata de personas por escapar de casa o buscar el cariño y la seguridad que no tienen en sus hogares.
La responsabilidad con una o uno mismo se ve reflejada en nuestra relación con nuestra familia y el resto de la sociedad (escuela, universidad, escuela de danza, club deportivo, vecindario, etc.). De modo que si nuestra relación con nosotros mismos no es positiva, lo más probable es que no tengamos la salud mental para tener relaciones amorosas o parentales sanas. Situación que afectará a nuestro entorno y sin duda a nuestro desempeño educativo y laboral.
Por otro lado, según la Encuesta de Hogares de 2018 del Instituto Nacional de Estadística, un 41.6% de los hogares son nucleares completos (padres e hijos), pero existen muchas familias llamadas “disfuncionales”, donde la mamá sostiene a su familia sola o con la ayuda de las abuelas y abuelos, primas, tías y demás. Velar por el cuidado de cada miembro de la familia debería ser un legado -no sólo una obligación- que nos permita tener el apoyo cuando estamos enfermos o muy ancianos. Heredar ese ejemplo de generación en generación, sin duda, puede aportar a la calidad de vida de los más pequeños y de nuestros mayores.
Desafortunadamente, esa situación ideal se torna difícil de lograr en una sociedad profundamente individualista y regida por la fugacidad de las vidas y de los objetos. Como resultado de este proceso de los últimos 50 años, la población en muchos países en el mundo ha tomado la decisión de no casarse o hacerlo sin tener hijos. “Las familias bolivianas cada vez optan por tener menos hijos, reduciendo la tasa de fecundidad nacional, de 7,5 hijos por familia en la década de los 70 del siglo pasado hasta 2,1 hijos por matrimonio de acuerdo a la última Encuesta de Demografía y Salud (EDSA), realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2023, cuyos resultados se han visto reflejados en el último Censo de Población y Vivienda de 2024 (Filomeno, 30 de agosto de 2024).
Para Tatiana Montoya, psicoterapeuta familiar y docente de la Carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz (2024): “Esta tendencia se debe, en gran manera, a una alta competitividad, a la prolongación de los procesos de formación y a los altos costos de vida, entre otras motivaciones, como la conciencia ambiental, mayor libertad o la estabilidad emocional y económica”.
A ese panorama se debe acotar que las familias bolivianas están siendo duramente afectadas por la crisis económica actual y un sistema económico que obliga a hijos e hijas a empezar a trabajar a edad más temprana, no importa en qué, la idea es generar ingresos económicos. Se están teniendo más limitaciones en poder alimentar a las familias porque el dinero que se obtiene no permite comprar lo necesario debido a su elevado costo.
Son tiempos difíciles para las familias en una sociedad que premia el egoísmo y la falta de empatía. Se debe sobrevivir a cualquier precio y, por desgracia, eso está poniendo en riesgo nuestra integridad y dignidad como seres humanos.
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