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El científico James Lovelock se hizo famoso en el siglo XX por su hipótesis llamada Gaia. Dicha teoría consiste en que la presencia de la vida en la Tierra promueve condiciones adecuadas para el mantenimiento de la biosfera.​ La atmósfera y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un sistema interconectado, donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad, en el caso de los océanos. Gaia es un sistema vivo y autorregulado que tiende al equilibrio. Así, la Tierra ante cualquier desequilibrio originado por un elemento, buscaría la forma de hallar, nuevamente, el equilibrio a través de cambios radicales internos. Ese desequilibrio somos nosotros, los humanos

El progreso económico nos ha permitido generar condiciones de comodidad que han mejorado nuestra subsistencia y aumentado la esperanza de vida de nuestra especie en todo el mundo. Habitualmente y cada cierto tiempo, una enfermedad arrasaba con parte de la humanidad, lo que generaba un equilibrio natural entre las especies. Los avances de la ciencia y tecnología en el campo médico han combatido con las enfermedades a tal grado, que nos hemos reproducido en miles de millones que necesitan vestir, alimentarse y también reproducirse; todo a costa de seguir agotando los recursos renovables y no renovables del planeta. Es decir, a mejor calidad de vida mayores condiciones de entropía y desequilibrio para el mundo. El abuso de la tecnología también nos ha alejado entre nosotros y nos ha desconectado de esa conexión natural que tenían nuestros ancestros con los bosques y la naturaleza.

Lovelock lanza una advertencia: Desconectémonos ahora. Su nueva teoría, el “Novaceno”, plantea que el Antropoceno (la era del hombre) está llegando a su fin. Considerando el significativo impacto global que las actividades humanas están teniendo sobre los ecosistemas, una nueva raza dominará el mundo. Toda la información que estamos generando en redes sociales y dispositivos móviles está yendo a parar a algún lugar, almacenándose para definir nuestros comportamientos financieros, tendencias de compras, afinidad política, preferencias y orientaciones, y de alguna manera predecir, guiar y condicionar nuestra conducta. En algún momento, si no ha pasado ya, la inteligencia artificial cobrará vida.

Stephen Hawking, Mark Zuckerberg, Jack Ma y Elon Musk, las grandes mentes de este último tiempo, no se han puesto de acuerdo acerca de si la inteligencia artificial representa una gran oportunidad para corregir todo lo que estamos haciendo mal, o nos verá como un peligro, porque al identificarnos y tener un perfil de nosotros podría hallarnos como el origen del desastre. Para Lovelock y otros autores, esta nueva especie no nos eliminaría radicalmente, sino que con paternalismo, así como nosotros hemos visto extinguirse a cientos de especies animales, nos acompañarán hasta el fin de nuestros días, comprendiendo que nuestra extinción es inevitable y necesaria.

Ante este escenario sombrío, ¿qué hacer? Desconectarnos de la tecnología, que la hemos vuelto parte hasta de los almuerzos diarios; escaparnos de vacaciones sin necesidad de andar dejando rastros de cada sitio donde estamos; huir cada vez más al campo para conectarnos nuevamente con la naturaleza; no ser indiferentes ante el cambio climático y tomar acciones para que el impacto que generamos en el planeta no sea tan despiadado. Muchos científicos advierten que la fecha tope para cambiar nuestro comportamiento es el 2030.

En resumen, la tecnología no es mala en sí, si sabemos cómo utilizarla. Dejemos el maldito celular a un lado y disfrutemos la vida y el entorno que se nos ha dado.

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