Al parecer, se ha pasado el escollo de uno de los momentos políticos más complejos de nuestra historia nacional. Luego de los acontecimientos de octubre y noviembre de 2019, el conflicto nunca dejó de estar presente entre nosotros. Vivimos durante casi un año en una tensa calma, con varios sobresaltos.
Las elecciones del 18 de octubre de este año fueron una lección en muchos sentidos. Mostraron que la sociedad boliviana siempre apuesta por la democracia. Y esto nos da esperanza en sentido de que este camino por el que andamos todos y todas podría tener etapas muy positivas, a pesar de voces en ambos extremos. Unas buscan continuar en las calles convocando a juntas militares, como si nuestro país no hubiese pasado durante varios años por esas penurias, que nadie en su sano juicio quisiera repetir. Otras llaman a la venganza, la sindicación, el etiquetamiento de aquellos que presuntamente fueron sus enemigos. Esperemos que olviden esas viejas doctrinas de maniobras envolventes y revanchismo inocuo, que lo único que lograrán será mantenernos en la misma zozobra en la que estuvimos todo este tiempo.
Lo triste es observar que en ambos bandos se habla con odio, con claras muestras de racismo, con marcada discriminación. Los términos despectivos que observamos fundamentalmente en las redes sociales entre “masistas” y “pititas” no escapan a estas conductas por demás reprochables. Esto nos muestra el nivel de fractura en el que se encuentra el tejido social boliviano. Este es un reto para el nuevo gobierno.
El preámbulo de nuestra norma fundamental nos señala que Bolivia deberá ser “Un Estado basado en el respeto y la igualdad entre todos, con principios de soberanía, DIGNIDAD, COMPLEMETARIEDAD, SOLIDARIDAD, ARMONIA Y EQUIDAD (…) con respeto a la PLURALIDAD económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra…”. ¿Cuándo comprenderemos que el país en su conjunto es como un cuerpo que requiere equilibrio? La naturaleza es sabia en ese sentido al mostrarnos que, por ejemplo, nuestro cerebro tiene dos lóbulos (izquierdo y derecho), y no son nada el uno sin el otro para permitirnos pensar, crear, actuar, sentir. Tenemos dos piernas (izquierda y derecha), con las que avanzamos en nuestro andar. Tenemos dos brazos (izquierdo y derecho), herramientas imprescindibles para toda nuestra obra creadora. Y siempre tendremos dificultades si nos falta uno de ellos.
Es imprescindible para nuestros gobernantes retomar el camino que nos marca la Constitución, sus valores, principios, fines y funciones, para brindarnos el equilibrio al que hacemos mención. Es ahí donde se presentan los grandes desafíos que se plantean en cuanto a los derechos humanos.
Ya hemos mencionado la fractura de nuestro tejido social. Si bien muchos segmentos de la sociedad no han dejado su ideario colonial, incluso algunas personas piensan que seguimos en la época previa a la revolución nacional de 1952, así como a otras les encantaría replicar Estados fallidos que cayeron junto con el muro de Berlín, se hace necesario emprender realmente un trabajo de reconstrucción y verdadera pacificación, con justicia y verdad. En ese sentido, las muertes, masacres y excesos cometidos durante muchos años deben ser en verdad investigados y esas heridas por fin cerradas y cicatrizadas.
Esto lleva a una segunda tarea pendiente: no se podrá lograr lo anterior sin un adecuado sistema de justicia, accesible, plural, participativo, transparente, independiente, con enfoque de género, derechos humanos, restaurativo y con un debido proceso. No olvidemos que en muchos estudios de entidades internacionales aparecemos con uno de los peores sistemas de justicia del mundo. Esperemos que esta materia sea realmente asumida por las nuevas autoridades, quienes otorguen las garantías principalmente de independencia a las entidades de justicia y del Ministerio Público, a través de la otorgación de un adecuado presupuesto, personal calificado y que acceda a sus cargos por méritos, se respete la carrera judicial y fiscal, se fortalezcan las instituciones, principalmente el Servicio de Defensa Pública y de la Víctima. Al mismo tiempo se reforme la entidad policial, para que deje ser una institución militarizada y cumpla su importante función de seguridad ciudadana comunitaria y técnica.
A continuación, deberá trabajarse y garantizarse el ejercicio de las libertades fundamentales. Hemos sido testigos de cómo durante muchos años se ha vulnerado la libertad de expresión, mediante diversos ataques a la prensa libre e independiente, incluso a la misma sociedad, durante las medidas asumidas en los momentos álgidos de la pandemia. Esta materia nos trae también la importancia del acceso a la información. Las y los bolivianos no podemos seguir sin saber, sin conocer aquellos temas de vital interés. Quisiéramos conocer, por ejemplo, los pormenores de los proyectos del Bala y del Chepete, así como toda la problemática de los famosos respiradores. No olvidemos que este derecho es una de las garantías más grandes contra la corrupción y muestra la vocación democrática y de transparencia de cualquier gobierno.
La libertad de asociación deberá tener una reconducción urgente, con el fin de que las entidades de la sociedad civil puedan ejercer sus labores de manera libre, tal como lo señalan los estándares internacionales sobre derechos humanos, sin mordazas o presiones de ningún poder institucional o fáctico.
Habrá que exigir a las nuevas autoridades que se ocupen inmediatamente de la salud y educación, porque a pesar de algunos esfuerzos y resultados sobre infraestructura en salud, la pandemia ha desnudado realmente la debilidad del Estado e incluso del sistema privado de salud. La Covid-19 se ha llevado la vida hasta ahora de más de ocho mil compatriotas, y quizá perdamos en un futuro próximo a muchos y muchas más.
Pero no solo esta enfermedad aqueja a nuestra población, las carencias en infraestructura, personal, material y programas afectan a personas con cáncer, VIH, tuberculosis, insuficiencia renal y diabetes, solo por mencionar algunas. Seguimos siendo uno de los países con mayores índices de mortalidad infantil.
Sobre la educación, si bien se logró mayor inclusión y algunas mejoras materiales, todavía no hemos avanzado en la calidad educativa ni en la modernización del sistema. Duro ejemplo lo observamos y vivimos en este año por la presencia de la pandemia, que agregó mayor atraso al ya deficiente avance anterior. La educación realmente es una materia que requiere una atención especial, pues es a partir del sistema educativo que se deben trabajar muchas otras variables de convivencia social. Así de preocupante y triste es observar el fracaso del sistema educativo cuando vemos jóvenes y jovencitas que se han hecho adultos en los últimos años, con discursos de odio, racismo y discriminación, machismo marcado, contravalores democráticos y un ejercicio ciudadano lamentable, fuera de las deficiencias educativas y técnicas que continúan hasta hoy.
No se puede dejar de lado la gran deuda con los pueblos indígenas, los cuales son actores fundamentales del Estado Plurinacional, extremo que hemos podido atestiguar en estas justas electorales pasadas; naciones y pueblos que buscan su verdadero y legitimo espacio. Debe ser un momento de abandonar las prácticas utilitarias de esta vigorosa población. Corresponderá trabajar en la profundización de la autonomía en sus territorios, puesto que en 10 años de la vigencia de la Ley de Autonomías y Descentralización Andrés Ibáñez, tenemos la vergonzosa cifra de solo cuatro autonomías indígenas plenas.
Por otro lado, será menester fortalecer su sistema de justicia, que se constituye en una herramienta de pacificación y armonización de la vida social de sus comunidades. No se puede dejar de lado la protección de sus tierras y territorios, limitando las políticas económicas extractivistas, el intento de ampliar las fronteras agrícolas, la deforestación y sobreexplotación, los grandes proyectos sin mercados que solamente afectan sus comunidades y sus espacios vitales, fundamentalmente en parques y reservas naturales. Por último se apostará al fortalecimiento y unidad de sus organizaciones matrices, con el fin de que retomen su agenda de reivindicaciones y luchas históricas.
Como se observa, el trabajo que se despliega para el nuevo gobierno es amplio y difícil. Solo hemos tocado algunos de los temas de derechos humanos. Hay deudas pendientes en temáticas de agua, saneamiento, vivienda, alimentación, derechos sexuales y reproductivos, derechos de poblaciones en vulnerabilidad como TLGBI, adultos mayores, niñez y adolescencia, trata y tráfico de personas y transparencia entre otros, por lo que deberán recuperar los años y oportunidades perdidos. Esperemos que estén al nivel del gran desafío que se les presenta y comprendan que el gran apoyo popular que han recibido tiene un mandato, tiene una misión y un objetivo claro.
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