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Lisette Balbachan* //

Mucho se habla en estos días sobre la adicción a las redes sociales por la demanda que hizo el Estado de Nueva York a TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube, por los efectos en la salud mental de las y los niños y adolescentes que las usan.

Las redes sociales se volvieron plataformas de validación social en las que la carrera por los “likes” (me gusta) y la búsqueda por ser como los influencers de moda se imponen. En una etapa de formación de la identidad, esto conlleva riesgos especiales que habilitan a muchas niñas y adolescentes a perseguir ideales y cuerpos mediados por filtros de TikTok o Instagram.

La presión por la imagen corporal no es nueva y desde ya no se puede culpar a las redes sociales por ella; pero sí puede ser un canal para la desinformación, publicidad engañosa, dietas y remedios milagrosos para la bajada de peso y distorsiones en la autopercepción de los cuerpos que pueden conformar factores de riesgo para desencadenar un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), entre otros problemas de salud mental.

Filtros y ¿belleza?

Las redes sociales son el espejo en el que se miran las y los adolescentes. Un espejo que proyecta ideales estéticos basados en una perfección irreal, que perpetúa estereotipos de belleza hegemónicos que dejan fuera a una gran parte de la población del mundo y cuyo uso puede generar fuerte impacto en su autoestima, autoconcepto e imagen corporal.

En ese sentido, el uso intensivo de los filtros, las fotos editadas para afinar la cintura o agregarse labios hacen que las usuarias de estas plataformas tengan una imagen poco realista de los cuerpos que las lleva a una obsesión por encajar en los cánones de belleza digitales que se termina trasladando a su mundo físico donde, cada vez en edades más tempranas, se experimenta insatisfacción con la cara y el cuerpo.

Hace algunos años, me saqué una foto con mi celular nuevo y me vi rara, investigando encontré que la configuración de la cámara venía por defecto con el “Beauty Mode” (modo belleza), en esa oportunidad lo que hizo fue aclarar el tono de piel y quitar las “imperfecciones” como las pecas. Este tipo de filtro es furor en redes como TikTok, una de las redes más usadas por niñas y adolescentes.

Influencias

Las y los influencers también tienen un rol importante en el impacto en la salud mental de las jóvenes. La promoción de centros de estética, dietas o pastillas para bajar de peso, la ropa que usan y las imágenes editadas de sus cuerpos y rostros, eliminando la noción de que existen diversas formas de cuerpos y diversos tipos de piel, formas de caras, etc. habilitan en quiénes las ven que se comparen con cuerpos irreales, lo que puede generar frustración, rechazo consigo mismas, especialmente en adolescentes.

Estas plataformas multiplicaron este fenómeno y su visibilización, y pusieron en el centro de la escena contenidos que en personas con TCA pueden dificultar la identificación de esta situación al normalizar conductas poco saludables y manteniendo las creencias negativas acerca de una misma.

Las chicas no están pudiendo alcanzar el nivel de vida y el cuerpo de sus referentes o, incluso, no alcanzan esa imagen de ellas mismas que se ven transformadas mediante los filtros, cosa que les lleva a sentir angustia, frustración e insatisfacción con su imagen corporal que, muchas veces, desencadena en conductas pocos saludables, que las pone en riesgo con el objetivo de encajar en ese ideal de belleza inalcazable.

Del filtro al ácido hialurónico

El impacto en la autopercepción lleva a un creciente interés de llevar los filtros a su vida física a edades cada vez más tempranas: niñas con nail art (tendencia de manicuría en la que se decoran las uñas), haciendo tutoriales de maquillaje, adolescentes haciendo challenges (desafíos virales de redes sociales), ajustando sus cinturas con cables para afinarlas, entre otras cosas.

A nivel mundial, vemos rostros cada vez más parecidos, los mismos labios, las mismas formas de ojos y pómulos, el uso de bótox y ácido hialurónico como moneda corriente para encajar dentro de los estereotipos de belleza que se imponen socialmente y se refuerzan desde los filtros.

Prohibición nunca, diálogo siempre

Las y los adolescentes tienen acceso a estas plataformas donde encuentran un espacio dónde hacer comunidad y si bien en muchos aspectos es positivo, también tienen línea directa a la desinformación, consejos de personas no certificadas y recetas mágicas que resultan atractivas para conseguir llegar a estos modelos de belleza que pueden ser perjudiciales para su salud.

¿Todo esto quiere decir que quienes son adolescentes no deben usar redes sociales? No, pero definitivamente debemos prestar atención a su salud mental, abrir diálogos y canales para que puedan contar lo que les pasa.

Todos y todas usamos algún filtro que otro, el problema está cuando se vuelven centrales para ser aceptados y aceptadas en una sociedad que impone cánones de belleza irrealizables que llevan a querer trasladar esos filtros a los cuerpos físicos con graves consecuencias. Repitamos como un mantra: «Los cuerpos que invisibilizan los algortimos tambien son valiosos».

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Lisette Balbachan es Coordinadora Responsable de comunicación de la Fundación InternetBolivia.org

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