¿Se ha dado cuenta estimado lector o lectora de que los hechos que vamos atestiguando en la vida política nacional y particularmente en la Asamblea Legislativa Plurinacional son una muestra de que el espacio democrático está cada vez más pequeño?
Esos gritos, insultos, jalones, violencia que llega a extremos de agresión física; el uso de grupos violentos para presionar, secuestrar y extorsionar pueden parecer normales a una parte de la población (lo que sería muy preocupante). Quizá para otra porción, serían mirados como actos vergonzosos o hasta jocosos. Pero en realidad son acciones dirigidas y bien pensadas por las facciones político-partidarias para conseguir sus objetivos. El problema es que al final destruyen la democracia.
¿Será difícil para nuestras y nuestros políticos darse cuenta del daño que les hacen a esos principios y valores que juraron defender? No olvidemos que todos los servidores públicos y ciudadanos de Bolivia juramos defender la Constitución y las leyes.
El artículo 8 de la norma fundamental señala que el Estado se sustenta en una serie de principios ético-morales y valores, pero que desde hace muchos años éstos han sido defenestrados sin miramientos y sin una gota de sangre en la cara.
Olvidan que Bolivia se ha constituido en un estado plurinacional democrático (art. 1) y ha tomado como forma de gobierno esa doctrina política. No sólo un país que realiza elecciones cada cierto tiempo debe enorgullecerse de ser democrático, nosotros -por cierto- vamos muy seguido a las urnas a votar, pero no por eso podríamos decir que vivimos en una democracia plena.
Varios medios de comunicación hacían eco a finales del mes de febrero de que se había publicado el Índice de Democracia 2023, por parte de The Economist Intelligence Unit. Esta investigación ubica a nuestro país en el nivel más bajo desde el 2006 cuando obtuvo una nota de 5,98; el año pasado obtuvo 4,20, sólo por encima de casi dictaduras plenas como Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití. Lo más grave es que solamente el 6,4% de los países del mundo podría decirse que viven en una democracia plena.
Seguramente parte de los políticos bolivianos aplaudirán el señalado resultado y la otra facción lo rechazará, sin darse cuenta de que todos son culpables de la catástrofe democrática en que vivimos.
Es muy interesante analizar las variables que toma en cuenta el estudio anterior, y quizá abstraerse de los resultados, para hacer un razonamiento propio. El informe señala que se basa en cinco criterios, a saber: 1. Los procesos electorales y el pluralismo político, 2. la gobernabilidad, 3. la participación política, 4. la cultura política democrática y 5. las libertades fundamentales.
En la primera variable, podríamos decir que cumplimos raspando. Después de que Bolivia pasara por la famosa banda de los cuatro en los años 80 del siglo pasado, se había propuesto fortalecer su órgano electoral y todos los procesos. Nadie olvidará la elección de notables personajes nacionales a la cabeza de Don Huáscar Cajías que supo colocar las bases fundamentales de una Corte Nacional Electoral, que nos otorgó tranquilidad durante muchos años, hasta que el ansia de concentración del poder fue destruyendo una institucionalidad electoral consolidada, y comenzaron las dudas, temores y desconfianza, hasta que el cherry sobre la torta se plantó en la elección de 2019, desde ahí esa suspicacia contra el Órgano electoral no se recuperará (al parecer jamás) y seguramente hasta que exista la voluntad política de institucionalizar, la ciudadanía siempre irá a votar, pensando que quizá sólo está cumpliendo una formalidad.
En cuanto al pluralismo político, de la misma manera, desde la merma de los partidos políticos al principio de este siglo, la idea nuevamente de desear un partido único ha estado en la cabeza de Morales, García y seguramente ahora Arce, dándonos cuenta de que la oposición política es casi inexistente, de la misma manera prebendal, interesada y sin un norte claro que permita la construcción de una alternativa política atractiva. Esto es tan claro, que para la siguiente elección, varios analistas están vaticinando una elección entre el MAS-1, el MAS–2 o incluso un tercero, si la cosa va como hasta ahora el show nos lo muestra.
Pero aquí un paréntesis en relación a lo anterior: la construcción de un movimiento político. Estamos mal acostumbrados al líder mesiánico, al “salvador del país”, el único, “el jefazo” y eso también daña la democracia y el pluralismo de ideas, porque ese líder deseará obediencia total, casi servilismo. Para ejemplo tenemos muchos tanto en el oficialismo como en la oposición.
Respecto a la gobernabilidad, ésta no sólo significa la forma en que los dueños del poder transitoriamente llevan las riendas del Estado, sino que debe ser democrática. Según la Organización de Naciones Unidas, la “gobernabilidad democrática se refiere a la manera cómo se relacionan los gobiernos y la ciudadanía bajo principios de garantía a derechos humanos fundamentales, como la libertad política y la participación en las decisiones públicas sin dejar a nadie atrás (…) busca garantizar instituciones con gobiernos eficaces, eficientes y transparentes, en un ambiente político que haga posible el crecimiento económico, la construcción de paz y resiliencia, y la entrega eficaz de bienes y servicios públicos a las personas. Derribar brechas de participación entre personas por razón de su pertenencia étnica, de clase, género o cualquier otro atributo es fundamental para la democracia. Al parecer el concepto contradice en gran parte la acción gubernamental actual y pasada y, por supuesto, se explica sola, la forma tan poco democrática de hacer política y gobernar el país bajo los lineamientos propuesto es evidente.
La participación política, como tercera variable, es realmente limitada. Si bien se ha mejorado mucho en los últimos años luego de la promulgación de la Constitución Política del Estado en 2009, ésta ha quedado estancada, puesto que no demuestra claramente el criterio plurinacional del país. Todavía los indígenas de tierras altas y bajas no han ingresado al juego completamente, no se les permite, sólo se los usa. Ni siquiera hablemos de la participación de otros grupos vulnerables como el de las mujeres, personas de diferente orientación sexual y de género, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad; todas y todos ellos siguen siendo ciudadanos de segunda categoría.
El cuarto elemento a ser tomado en cuenta es la cultura democrática, aquí tenemos un aplazo rotundo. Las y los bolivianos pensamos que democracia es votar, y que el que obtiene la mayoría es dueño y señor de cualquier decisión. No adoptamos los valores democráticos en nuestros hogares, menos en nuestras labores cotidianas. El diálogo está ausente en todos los espacios. Sólo el más fuerte predomina. Hay un bajo nivel de ciudadanía y cumplimiento de la ley, de ahí muchos de nuestros problemas como sociedad y Estado. La corrupción está vigente en cada rincón y actividad. Ni el sistema educativo se salva, menos las diferentes iglesias y denominaciones religiosas. Realmente grave.
Ahora ingresando al quinto y último elemento, la cosa no mejora. Las libertades fundamentales siguen siendo limitadas. Me parece jocoso cuando una autoridad del gobierno señala que hay plena libertad de expresión, sólo porque puedo decirle muchas cosas, pero ¿qué consecuencias tendré a futuro? ¿Cuántas personas o instituciones lo han hecho y no han sufrido alguna venganza o mínimamente una reprimenda disimulada? Otro ejemplo palpable del uso de mi libertad se encuentra en el acceso a la información. ¿Realmente puedo ejercer este derecho? ¿Cómo está mi libertad de asociación? ¿Puedo hacer mi asociación, fundación o ONG que no atienda las políticas gubernamentales? Definidamente no.
Realmente tenemos que reflexionar como sociedad. Si queremos seguir en este camino, mantenernos como una democracia híbrida o lanzarnos al abismo, al que poco a poco vamos llegando. Es cierto que el pueblo boliviano ha luchado mucho por ser un país democrático, pero parece que todavía no ha comprendido lo que ello significa en su real dimensión. Convendría hacer un repaso histórico para finalmente despertar.
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