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Hace unos días se conoció del caso de Drayke Hardman, un niño de 12 años que se quitó la vida tras sufrir acoso escolar (bullying) por más de un año en su colegio en Utah, Estados Unidos. La noticia conmocionó a esa nación debido a que volvió a colocar en agenda pública un problema muy grave latente y que ocurre en la mayoría de los países del mundo.

Según la definición consensuada entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, el bullying o acoso escolar es cualquier intimidación o agresión física, psicológica o sexual contra una persona en edad escolar de manera reiterada, con el fin de causar daño, miedo y/o tristeza en la víctima o en un grupo de víctimas. En ese sentido, la señalada organización ha difundido un estudio para América, Europa, África, Oceanía y Asia; realizado entre enero de 2020 y diciembre de 2021, en el que muestra que los casos de bullying en todo el mundo han aumentado en forma explosiva con relación a las últimas mediciones que estaban disponibles del año 1990.

Se reporta que el país en el que más hechos de bullying se producen es México, donde 7 de cada 10 niños y adolescentes sufren todos los días algún de tipo de acoso. Después está Estados Unidos de América con 6 de cada 10 niños y adolescentes que lo sufren y muy cerca China con casi 6 jóvenes y niños (5,8) por cada 10 que sufren el flagelo, cifras realmente alarmantes.

De acuerdo a estos estudios, México que cuenta con aproximadamente 40 millones de estudiantes de nivel primario y secundario reporta la friolera de 28 millones de niños y adolescentes que diariamente sufren acoso, una cifra que provoca vértigo y que equivale a más del doble de la población boliviana.

Un punto a anotar es que el contexto generalizado de violencia que vive México, una nación con varias regiones controladas por el narcotráfico y otros flagelos delictivos, coadyuva al bullying. Allá ser un “matón o matona”, el “malito o malita de la clase”, “el más macho y fuerte” comienza a ser bien visto entre los adolescentes, pero también entre niños de corta edad de ambos sexos. Así, esa manera de comportarse contra los más débiles termina disparando los niveles de acoso escolar en establecimientos públicos y privados de todo el país.

El estudio indica que en los Estados Unidos de América el bullying se ceba con la tranquilidad, la salud y en algunos casos incluso la vida de niños y  jóvenes a lo largo y ancho de todo el país. En este caso, la estadística muestra que seis de cada diez niños y jóvenes padecen bullying, con especial énfasis en los niños de ascendencia hispana. Pero también el bullying universitario está muy desarrollado a través de la vida en los campus universitarios y en las llamadas "novatadas". Esas ceremonias de ingreso a la universidad son protagonizadas y sufridas por miles de jóvenes y señoritas que son violentados física, moral y psicológicamente, lo que es causa de numerosos suicidios.

Aunque parezca muchas veces lejano el problema, lo cierto es que el acoso escolar está presente en las unidades educativas públicas y privadas de Bolivia; aunque desgraciadamente es poco estudiado y atendido. Se han conocido pocos casos públicamente y no muy bien gestionados por las autoridades educativas de bajo y alto nivel, generalmente tratando siempre de ocultar el hecho (casi como un embarazo adolescente), culpando a la víctima y precautelando más el supuesto buen nombre del establecimiento. Incluso en muchos hechos se ha pedido a los padres del niño/a que sufrió acoso que más bien sea él o ella quien abandone la unidad tachándola de “problemático/a”.

Una de las profesionales que trabajó con ahínco en la temática fue la Lic. Karen Flores Palacios, una mujer valiente y realmente pionera en este campo en nuestro país. Luchó más de 10 años en contra del acoso escolar, elaborando material informativo y realizando capacitaciones, incidencia ante el Estado y sus entidades, además de emitir reportes importantes que constataron que al menos 4 de cada 10 escolares habían sufrido alguna vez acoso escolar y 5 de cada 10 se reconocieron como acosadores en Bolivia. Incluso llegó a crear la entidad educativa “Voces Vitales”, que brindaba un espacio seguro y con una visión de cultura de paz digna de ser copiada en todo el sistema educativo boliviano y que continúa prestando sus servicios, a pesar de que su fundadora ya no se encuentra entre nosotros.

A pesar de los datos de las primeras investigaciones de la Lic. Flores, parecía que Bolivia no estaba como México o Estados Unidos en esta problemática, pero según un estudio realizado por Unicef en la gestión 2019 en la ciudad de La Paz, el 90 por ciento de las y los estudiantes de secundaria perciben la existencia de violencia escolar en sus unidades educativas. Un 27 por ciento afirma que todos los actores en las unidades educativas muestran conductas agresivas, especialmente aquellos de cursos superiores.

En Santa Cruz, 7 de cada 10 estudiantes están expuestos a algún tipo de violencia en el ámbito escolar. Los casos de violencia que ocurren de manera frecuente afectan a 5 de cada 10 estudiantes en primaria y a 6 de cada 10 estudiantes en secundaria. La violencia escolar afecta por igual a mujeres y varones; sin embargo, en el caso de las mujeres esa situación las afecta más a medida que van creciendo.

En atención a estos datos, nos vamos acercando a las estadísticas de los países antes expuestos y seguramente tenemos algunas causas en común. La violencia está creciendo cada día y es algo que no debería sorprendernos. Los hechos de intolerancia común y principalmente política que vivimos desde hace muchos años y que se profundizaron desde finales de 2019 no tienen visos de acabar. Delitos cada vez más sangrientos y de una violencia sin parangón, hechos con arma blanca y de fuego son noticia cada día. Los feminicidios, infanticidios, violaciones y abusos sexuales ya dejan de ser titulares y los vamos peligrosamente normalizando.  

Entonces, dada esta realidad, cómo podemos pedir que nuestros hijos e hijas no vivan en violencia dentro de sus relaciones interpersonales, si son apabullados por un torrente de información, donde se observa que el fuerte debe sojuzgar al débil; que las minorías no tienen voz ni voto; que el hombre es fuerte y, por lo tanto, debe dominar; que el pillo, el matón, el malito, el macho es quien manda; en una sociedad donde no se vive bajo valores democráticos y una cultura de paz; no se protege a las minorías de cualquier tipo; no se respetan las ideas y dignidad de todas y todas; un país donde no parece posible aplicar el diálogo como solución y mecanismo de transformación de conflictos; un Estado donde la violencia se quiere solucionar con más violencia, como el restablecimiento de la pena de muerte y otras barbaridades. Entonces, será muy complicado en este contexto que no exista acoso escolar (bullying) en las aulas de los colegios bolivianos.

Realmente, para que este problema desaparezca o sus niveles bajen deben producirse transformaciones más profundas en toda la realidad nacional. Hasta entonces, protejamos a nuestros hijos e hijas de la mejor manera.

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