Lima, 1986, una tarde de mayo o de junio, no lo sé bien, en la calle Roma, en San Isidro, veo por mi ventana hacia el horizonte esta tarde, las cuatro, las casitas, los techos, se pierden a la distancia y no hay un solo edificio, y el cielo está bastante azul para ser Lima.
De alguna casa, de alguna ventana, de alguna habitación lejana o cercana, suena la radio, Mister Mister, Broken Wings. Estoy solo en mi pieza, pensando quién sabe en qué, solamente viviendo, preguntándome por la vida, mirando por la ventana, y escucho a lo lejos… la melodía de Broken Wings.
Era tremendamente joven: 19 años, 20 años…20 años. Y la extensión del cielo, y Broken Wings flotando en el aire, en la atmósfera, en las gotas de vapor, llenando mi corazón de nostalgia, en un instante suspendido de no saber qué es la vida, o para qué es la vida, hacia dónde voy, o de dónde vengo, o por qué estoy ahí en la tarde limeña, sintiendo simplemente esa música que llega, quién sabe de dónde, de qué casa, de qué ventana, de qué persona, de qué corazón que en ese momento escuchaba Broken Wings a la distancia, y que me llegaba al alma, tal como me llega al alma cuando lo recuerdo hoy.
Cuando el tiempo pasó, y la canción se quedó incólume gracias a la magia de la grabación, de la tecnología, de la vida moderna, la canción como una emoción encapsulada, como una máquina del tiempo que me permite volver a esa tarde, a ese cielo de Lima, a ese sol, a esa música distante, a esa ventana, como fotografía que vibraba en mi corazón.
No sabía de dónde llegaba la música, sólo veía las casitas de San Isidro, o las mansiones, los techos, uno detrás de otro, y los músicos, que no sabían que estaban siendo sonados en una ciudad peruana, tan lejana, y tan próxima sin embargo, porque su sensibilidad, su melodía, su voz, su sonido atmosférico, su increíble profundidad en un universo musical colapsado dentro de una canción, me llegaba desde la distancia a través de los oídos, los oídos cargados del vapor de la tarde, suspendido, de la humedad de la tarde suspendida en el aire de Lima, al centro mismo de mi corazón.
Toma estas alas rotas. Tómalas.
Lima, 1986.
Sí, al final siempre me queda esa ventana
(Poema del 28 de enero de 2019)
Sí, al final siempre me queda esa ventana de San Isidro
Viendo a lo lejos los techos bajos de la tarde urbana
Y la luz se disipa en un cielo gris de húmeda memoria
Sí, al final me queda el aire nuevo de esa esperanza
Sí, ahora vuelvo a flotar en el riff de un bajo
Y en el trance del synth por horas, y años, y décadas
Suspendido allí
Con las alas rotas
Como entonces
Como ahora
Sí, pero al final la vida se abre al éter como esa tarde sola
Esa soledad en los ojos y lágrimas que flotan en la atmósfera
Sí, como entonces estoy yo, y soy yo esto que apenas llora
Con las alas rotas
Con las alas nuevas
Resplandeciendo entre nubes
Con la música que alguien escucha lejos
Y me llega
Y me lleva
Y me agita
Y me toca
Desde esa ventana
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