Por Syed Anwar para la BBC Afganistán
"Un día oscuro"
El proceso para estudiar en la escuela de medicina involucró mucho trabajo y sacrificio para Rahima, de 27 años.
“A pesar de las dificultades, mi experiencia fue muy placentera porque, con cada día que pasaba, estaba más cerca de alcanzar mi meta”.
La infancia de Rahima estuvo marcada por enfermedades y múltiples internaciones. Cuando se estaba recuperando de una cirugía, empezó a tener grandes sueños.
“Mi cirujano fue muy amable y fue mi modelo a seguir. Él todavía trabaja en el Instituto Médico Francés para Niños en Kabul. Yo quería ser una buena médica como él”.
Rahima se graduó en 2022. Justo nueve días antes de que tuviese que rendir su examen para obtener la licencia de médica, el Talibán emitió un decreto que le prohibía a las mujeres hacerlo.
“Siempre decimos que las noches son oscuras, pero ese día fue el más oscuro”, le dice la doctora Rahima a la BBC, en una voz quebrada por la emoción.
“La vida ha perdido el sentido para mí”.
Bajo el Talibán, las mujeres están matriculadas en enfermería y partería. Las escuelas médicas no admiten mujeres, y a las estudiantes mujeres que ya estaban cursando se les prohibió continuar desde diciembre de 2022.
“Se perdió algo precioso”
La familia de la doctora Salma huyó a Pakistán cuando el Talibán tomó el control del país por primera vez en 1996.
Su familia regresó tras su caída en 2001. Debido a los múltiples desplazamientos, teminó su educación más tarde y recién empezó a estudiar medicina cuando tenía 26 años.
“Mi familia no tenía un ingreso estable. Incluso durante los duros inviernos, solía ir caminando a la universidad bajo la intensa nieve”.
La decisión del Talibán fue un golpe muy duro. Ella suele compartir su frustración con sus colegas médicas.
“La sensación de privación sacudió a todas. He perdido algo muy precioso”, le dice la doctora Salma a la BBC.
Dos de sus hermanas mayores y un hermano ya se han casado y eso pone presión sobre Salma para que también lo haga.
Ella hizo incluso una presentación ante el Talibán, junto con sus compañeras de clase. “Nada funcionó”, dice.
Y nada funcionará nunca, agrega la Dra. Sultana, una médica que se graduó en medicina en Mazar-I-Sharif, una ciudad en el norte del país, en 2021.
“El Talibán nos dio falsas esperanzas muchas veces”, explica.
La doctora Sultana quiere continuar sus estudios y abrir su propia clínica. Sin una licencia, su vida está en suspenso.
Desde su regreso, el Talibán organizó tres exámenes finales. Algunas mujeres participaron en el primero, que fue realizado el 24 de septiembre de 2021.
Luego dieron marcha atrás respecto a esta política, y prohibieron que las mujeres rindieran el segundo (27 de febrero de 2023) y el tercero (1 de septiembre de 2023). En 2022 no se tomaron exámenes finales.
Un portavoz del Consejo Médico Afgano le dijo a la BBC que no saben cuántas jóvenes están esperando para rendir el examen.
Entre 1.600 y 1.800 estudiantes mujeres solían inscribirse cada año en medicina, según un funcionario del antiguo gobierno. Por ello se estima que hasta 5.000 mujeres graduadas en medicina están esperando para rendir el examen final.
Es probable que el próximo se realice a principios de 2024.
Una fuente del Consejo Médico le informó a la BBC que no está claro si las autoridades del Talibán permitirán que se presenten mujeres.
Escasez de médicos
Justo antes de la llegada del Talibán al poder en agosto de 2021, Afganistán tenía 4.6 trabajadores sanitarios (médicos, enfermeras, parteras) por cada 10.000 habitantes.
Esta cifra está muy por debajo de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como umbral crítico de escasez de 23 profesionales de la salud por cada 10.000 personas.
Tras el regreso del Talibán, miles de ciudadanos afganos calificados –incluidos médicos -abandonaron el país.
El Consejo Médico acepta que hay escasez de médicas especializadas, pero dice que hay suficientes médicas generales.
“Hay suficientes ginecólogas, pero no tenemos médicas mujeres especialistas en oido, naríz y garganta, neurología, medicina interna, cirugía y cariología, lo cual es una necesidad urgente”, señaló el Dr. Gul Mohammad Osman, director del Consejo Médico Afgano.
Incluso antes de la llegada de los talibanes al poder, las mujeres en muchas áreas rurales sólo querían ser vistas por una médica.
“No puedo compartir todos mis problemas con un médico. Con una médica, puedo hablar libremente y compartir mis sentimientos. No puedo mostrarle mi cuerpo a un médico”, dice Fátima, una paciente anciana de la provincia de Zabul, en el sur del país.
Pocas esperanzas
La BBC tiene conocimiento de que hay médicas que están trabajando en hospitales de forma clandestina. Como no tienen licencia para ejercer, reciben un sueldo paupérrimo.
La doctora Sultana trató de buscar trabajo en numerosos hospitales, pero hasta ahora no lo ha conseguido.
“Hemos agotado todas las opciones. Años de trabajo duro tirados a la basura. No creo que obtenga mi licencia en un futuro cercano”, se lamenta.
El guardapolvo blanco de la Dra. Rahima descansa sobre su mesa de estudio, junto con su estetoscopio y su monitor para tomar la presión. Son recuerdos de un tiempo más feliz.
“Usaba ese guardapolvo durante mis días de práctica. Me da una sensación de esperanza”.
A un estudiante le toma siete años completar sus estudios de medicina. Después de graduarse, Rahima se compró un nuevo guardapolvo que planeaba usar en su primer día como médica.
Lo tiene guardado en su armario, junto con sus certificados y joyas. “No voy a abrir el nuevo guardapolvo hasta que lo logre”, dice Rahima.
La Dra. Salma estudió en una universidad privada. Su familia utilizó todos sus ahorros para pagar sus estudios, con la esperanza de que la fortuna de la familia mejoraría una vez que ella empezara a trabajar.
Ahora se siente culpable de no poder ayudar económicamente a sus padres.
"Durante el primer gobierno del Talibán, mi familia se convirtió en refugiada. En el segundo régimen, destruyeron mis posibilidades de ser doctora”, comenta.
Recientemente comenzó a visitar un hospital dirigido por un amigo de su padre.
"Visito el hospital con mis amigas tres veces por semana. Acompañamos a los médicos y observamos, pero no tratamos a pacientes”, explica la Dra. Salma, que se consuela teniendo fe en el futuro.
"Un día, voy a abrir mi propia clínica”, dice desafiante. “No les voy a cobrar a las mujeres y niños pobres”.
El nombre de las médicas ha sido cambiado por razones de seguridad.
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