Texto, fotos y video de Nicole Laura Vallejos para Guardiana (Bolivia)
Lunes 12 de diciembre de 2022.- Nicole Mora Limachi se remanga su uniforme negro de chef para preparar a gusto un queque volteado de plátano ante una diminuta cámara de escritorio. De inmediato, un símbolo de muerte sobresale de su mano derecha. Son dos cruces delgadas unidas entre sí. Es la huella en tinta negra que grabó en su piel de 25 años para recordar el episodio que vivió durante la pandemia y que puso su mundo de cabeza.
Esta joven canela de moño atado y poco maquillaje nació en La Paz. Tenía nueve años cuando su familia, como muchos otros bolivianos, decidió emigrar a España para huir del descalabro económico que azotaba al país en los años 90. Allá, sus padres abrieron una pastelería y tuvieron éxito, tanto que prefirieron no regresar.
Pero Nicole tomó otra ruta y a los 18 años volvió a su tierra natal para estudiar gastronomía. Su tío, Óscar Mora Velásquez, de oficio gastrónomo, la esperaba con los brazos abiertos y un plato humeante de comida en su casa del barrio de Miraflores en La Paz, junto a su hijo Albert Mora Espada, entonces de solo nueve años, quien había perdido a su mamá, Norma Espada, tres años antes por un mal cancerígeno.
Pronto, los tres se hicieron inseparables. Para entonces, el apellido de su tío ya era una marca en el mundo de la gastronomía boliviana, con varios logros, entre ellos, la creación del Instituto Tecnológico Superior de Gastronomía Bolivia Gourmet con presencia en La Paz, El Alto, Sucre, Cochabamba, Oruro y Santa Cruz. Sus recetas eran difundidas mediante periódicos y canales de televisión. Y llevaba encima un récord regional: la elaboración de un pastel de tres mil toneladas, el más grande de Sudamérica.
“Si lo hacía a lo grande era para compartirlo con los demás. La torta que hizo la repartió a 50.000 personas. Era muy solidario, nunca guardaba un secreto de cocina”, le cuenta su hijo Albert Mora Espada a Guardiana.
Nicole y su tío sintonizaron a la perfección. Ambos sentían la misma pasión por la pastelería. Ella solía ser su mano derecha dentro y fuera de la cocina. Sus días empezaban muy temprano en la mañana. De lunes a sábado iban al mercado y compraban verdura y fruta fresca para los cursos que se impartían en Bolivia Gourmet. Por la tarde, Nicole recorría los pasillos de la corporación recubriendo con harina moldes de bizcochuelos, midiendo cantidades exactas de ingredientes, es decir, observando cada paso de su mentor. Y los domingos los dedicaba a explorar junto a tres amigas los nuevos epicentros culinarios de la ciudad. Tenía entonces el sueño de viajar por todo el mundo y construir de a poco su propia cafetería.
Así transcurrieron seis años hasta que llegó la pandemia por el coronavirus y los días se tornaron amargos.
El confinamiento mermó de a poco todo lo que su tío había construido con tanto esfuerzo. La cuenta por el pago de alquileres de los locales era enorme y las ganancias, inexistentes, por lo que decidieron cerrar cuatro sucursales y sostener tan solo a las situadas en La Paz y El Alto.
Las cosas no iban bien, pero ni siquiera esa mala racha pudo borrar el ánimo entusiasta de Óscar. “Un día a mi tío se le ocurrió hacer un curso gratuito en Facebook para aprender a hacer un pastel de api. Le dije que me parecía buena idea, pusimos el aviso en las redes sociales y lo hicimos. No teníamos ni trípode, agarrábamos el celular con la mano. Ese día se conectaron más de 500 personas”, rememora Nicole.
Desde aquel día, centenares de familias bolivianas y extranjeras se conectaban cada tarde a la red social de Bolivia Gourmet para elaborar las ingeniosas recetas del gastrónomo durante los días de encierro. “Si preparábamos algo tradicional como la salteña llegábamos a 5.000 vistas. El recibimiento de la gente fue muy grande. No sólo aquí. Nos mandaban saludos desde Ecuador, Chile, Japón, Perú, Estados Unidos, Virginia, Colorado, Italia, Alemania”, añade Nicole, quien en esa época se ocupaba también de leer los mensajes que la gente le enviaba durante las transmisiones.
Parecía que todo empezaba a recomponerse, hasta que el virus tocó con violencia el cuerpo de Óscar. El 65 por ciento de sus pulmones fueron infectados. Nicole afirma que hicieron todo lo posible para verlo recuperado. Se endeudaron, pidieron préstamos y acudieron a la solidaridad de la gente para costear el tratamiento. Pero sus esfuerzos fueron vanos. El chef falleció el 16 de junio de 2021.
Dos meses después, la vida de Nicole dio un giro rotundo. Tuvo que asumir la dirección académica del Tecnológico Superior de enseñanza gastronómica Bolivia Gourmet y la tutela legal de su primo Albert, de 15 años.
Hoy sus días son ajetreados. Su nuevo rol dentro de la empresa la ha transformado en una mujer sin tiempo. La primera vez que quisimos hablar con ella se disculpó y pidió que la entrevistemos otro día, pues alegó que estaba muy ocupada atendiendo sus diligencias académicas. “Tengo que salir volando a El Alto”, aseguró sujetando una mochila en el hombro derecho. Y se fue como volando luciendo una chaqueta negra, pantalón jean y botines color tierra. Parecía que mientras se iba, medía los minutos en su celular.
El centro de enseñanza que debe dirigir
La institución que dirige está enfocada en la enseñanza de las artes culinarias a nivel técnico superior en La Paz, El Alto y Monteagudo (Sucre). Sus cursos resguardan a más de 40 estudiantes. Y su personal está constituido por un gerente, una rectora, una directora académica, 10 docentes y siete administrativos que se ocupan de actividades como la contabilidad, atención al cliente, limpieza y marketing.
Cuando no está de pie, Nicole se encierra en su oficina de paredes blancas con bordes color uva y se sienta en su escritorio de madera caoba para revisar milimétricamente boletines de notas, estados financieros y formularios del Ministerio de Educación.
También asiste a reuniones escolares y está al pendiente de que a Albert, el único hijo del chef Óscar Mora, no le falte nada. “Es como ser su mamá. Tengo que estar en sus actividades del colegio y en los quehaceres de la casa. Es algo que no lo tenía planificado, pero tengo que asumirlo”.
Pero los cambios no sólo fueron de roles, sino también de mentalidad, pues tuvo que aprender a enfrentar situaciones con las que nunca antes se había topado.
“A los tres meses de la muerte de mi tío aparecieron problemas con Impuestos y también con los ministerios de Educación y Trabajo, porque algunos trabajadores no estaban cumpliendo sus funciones. Tuve que reaccionar rápido para que no nos afectara y lo logramos, pudimos resolver todo. Otra cosa que tuve que hacer fue perder la timidez para hacer las transmisiones en Facebook que también hacía mi tío”.
Nicole Mora
Aunque son pocos, todavía, en sus ratos libres, planifica cómo será su cafetería y los destinos turísticos que visitará fuera del país. Dos metas que por ahora las ha archivado para enfocar todas sus energías en tres objetivos: expandir el negocio de su tío en los nueve departamentos del país, perpetuar sus acciones solidarias llevando masitas, empanadas, panetones y vasos humeantes de chocolate a los lugares donde casi nadie llega; y hacer de Albert un hombre apegado a los valores y a la gente que más lo necesita, tal como era su padre.
La cámara se apaga y el horno comienza a soltar un coctel de olores que la sacan del presente y la transportan a los días dulces del pasado. Le basta sentir ese aroma para seguir adelante y recordar “que nada está escrito, hoy podemos estar vivos y mañana no, y que por esa razón debemos pasar más tiempo con la familia, no ser tan serios, y olvidar rencores”.
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