Texto, fotos y video de Nicole Laura Vallejos
Miércoles 14 de diciembre de 2022.- Camila Pérez Arce siempre soñó con ser diseñadora de modas, pero no fue sino hasta finales de 2020 que se animó a perseguir esa meta. Cree que sentir a la muerte tan cerca, casi como una vocecita respirándole en el cuello, la impulsó a tomar esa decisión. Ahora insta a la gente a perseguir ese propósito que quizás olvidó mientras se hacía adulta.
Arce-Prado-Pérez es una de las rutas de minibús más icónicas de la ciudad de La Paz. Pero también es la marca de ropa de una mujer “rara”: Camila Pérez Arce, una muchacha de 27 años a quien el confinamiento le ayudó a redescubrirse y desarchivar un sueño: convertirse en diseñadora de modas.
“Hola mi nombre es Camila y soy rara. Me inspiro en esa rareza para diseñar y confeccionar prendas”. Así se muestra ante sus seguidores de Facebook. Aunque cuando uno la ve en persona no logra detectar ningún detalle inusual a primera vista.
Son las cinco de la tarde y Camila se dirige hacia el estante donde se exhiben sus creaciones en “Altar”, la tienda de ropa que acoge a un variado ramillete de diseñadores bolivianos. Su cuerpo delgado está cubierto por una blusa azul con lunares blancos y cuello con solapas redondas, un pantalón jean plomizo y zapatos de cuero revuelto. Dos mechones ondulados de cabello le caen en el rostro y desembocan en sus labios, que al igual que sus uñas, tienen una película de pintura rojo carmesí.
Hace dos años, durante la primera ola del coronavirus, mientras las calles se convertían en desiertos de cemento y los días parecían ser interminables, Camila cumplía el sueño que tanto había anhelado desde su infancia: diseñar y costurar prendas para mujeres raras, un concepto que ella define así:
"Ser una chica rara significa cosas buenas: habla de diversidad, habla de gente que se permite ser todo lo que es. Ser una chica rara es importante en el sentido de aceptarme, de detectar mis virtudes y aceptarlas, y reconocer también mis limitaciones".
Camila Pérez
Aunque su profesión es otra, ella se animó al cambio. Esta es su historia.
De niña, cuenta, le iba rematadamente mal en la escuela. Tenía 13 años y sentía que no encajaba en ningún lugar, hasta que un día, en una vacación escolar, su mamá le enseñó a coser y supo al fin que su lugar en el mundo estaba junto a las telas, los hilos y las agujas. “Fue la primera vez que me sentí realmente bien y útil”, rememora.
Sin embargo, abandonó esa aspiración cuando terminó la secundaria, después de descubrir que en La Paz no existía una carrera profesional de costura o diseño de modas. Desilusionada por aquel vacío en las currículas universitarias, decidió estudiar Diseño Gráfico y archivó su verdadera pasión.
Llegó el 2020 y la pandemia por la Covid 19, un paréntesis que Camila aprovechó para destronar de su lista de prioridades a su profesión y poner a la costura en el puesto número uno.
“Estaba en otros proyectos que me tenían dispersa, creo que de algún modo estaba postergándome. Vino la pandemia y comencé a cuestionarme, me pregunté: '¿Me subo (a este reto) o no me subo?'. Y al final me subí”, detalla.
El día que tomó esa decisión guardó su título profesional y se conectó con su niñez para materializar sus sueños. Dice que ese es el secreto para retomar el rumbo de la vida si uno siente que lo ha perdido mientras se hacía adulto.
“Cuando no te acuerdas de tu niño, pierdes tu norte, es como andar sin rumbo, porque en la niñez eres y punto, no te cuestionas, vas por lo que quieres. Si creces y nunca recuerdas aunque sea un poquitito de eso, creo que es cómo si no supieras a dónde va tu vida”.
Camila Pérez
Camila lo recordó y pronto se le dio por coser barbijos y chamarras impermeables. Para ello salía a comprar telas y otros materiales esquivando los controles policiales. Su máquina de coser funcionó más que nunca. La gente comenzó a encargarle tapabocas de todo tipo. Fueron tan solicitados que incluso la actriz boliviana Patricia García Valdez le pidió uno para que lo usara durante su visita al Rey de España, Felipe VI.
A finales del 2020 lanzó su primera colección de ropa a la que llamó “Primera Infancia”. “En esta colección me dediqué a reinventar la niñez mediante la indumentaria para sanar y avanzar con la vida de una manera más equilibrada. Creo que hacer este viaje es realmente importante para nuestro crecimiento y evolución personal”, escribió en su catálogo de prendas.
Hoy dice con una sonrisa en el rostro que dejar de posponer sus metas fue la mejor decisión y exhorta a que más personas se sumen a ese reto: “La pandemia nos ha enseñado que la vida es muy frágil, que tienes que hacer lo que te encienda el corazón, lo que te nazca, lo que te gusta y te hace bien. En esta vida no puedes pasar tus días haciendo lo que no quieres hacer o lo que los demás quieren que hagas”.
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