Tengo el agrado de ser invitado a las presentaciones en la Feria Internacional del Libro de Cochabamba, como comentarista, de dos libros muy valiosos de la colección Biblioteca Biográfica de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, cuyo lema es “rumbo al Bicentenario 2025”. Se trata de una gran colección de libros valiosos de nuestra importante tradición artística, literaria, cultural y de reflexión sobre las vidas de grandes bolivianos y bolivianas que merecen ser recordados y conocidos por las nuevas generaciones. A tiempo de agradecer a los organizadores de estos eventos, así como a los que impulsan esta colección valorable de biografías, me refiero aquí, brevemente, a los dos libros que tengo el honor de presentar, uno el viernes 4 de octubre, el otro el viernes 11 de octubre de 2024.
Los hermanos Fabrizio y Maurice Cazorla Murillo, a quienes considero amigos antes de conocernos, y celebrando el hecho de que podamos coincidir en la vida, han escrito un destacado libro sobre grandes personalidades de Oruro. Hablo del libro: Biografía colectiva: Oruro, el primer volumen de esta Biblioteca Biográfica y también el primero de lo que los editores han llamado “biografías colectivas”, una serie de investigaciones que, centradas en los nueve departamentos de Bolivia, se ocupan de rescatar la vida y el legado cultural y humano de memorables bolivianos y bolivianas. Se trata de una investigación y publicación de gran calidad y valor, ya que aúna en un solo libro las biografías de varios hijos de Oruro que, gracias al tesón investigativo de Fabrizio y Maurice, se presentan ante nosotros, como si estuvieran con vida, y nos cuentan, gracias a la voz de los Cazorla, sus propias y preclaras vidas.
Así conocemos al cura Carlos Felipe Beltrán, que a fines del siglo XIX hizo un gran trabajo por el rescate de las lenguas indígenas, y por la educación de los niños del campo. O a Adolfo Mier, quien investigó sobre la fundación de Oruro, pero también y notablemente sobre lo acontecido en febrero de 1781, momento de insurrección contra la Corona española que, gracias a su reconstrucción, se ha convertido en un hito fundacional para el departamento de Oruro, y por supuesto, para los procesos de independencia en toda América Latina. Los Cazorla también rescatan del olvido a Genoveva Jiménez Aguirre, poetisa orureña del siglo XIX, que también merece ser recordada por su obra. Y así visitamos a cada uno de los orureños y orureñas que pueblan las páginas, adentrándonos a sus memorables vidas. Son 27 biografías, todas llenas de información, y acercamiento cálido para con los biografiados, que, cada uno desde su propia perspectiva vivencial, contribuyeron a la trascendencia humana y cultural de Oruro. Una de las características más sorprendentes de estos orureños de fuste es que, cuando uno lee sus biografías hilvanadas por los Cazorla, son difíciles de encasillar con un solo oficio, profesión o impulso vital. Son escritores, pero también músicos; son abogados, pero también historiadores. Son poetas, pero también empresarios, encargados de negocios y banqueros, pero también escritores… en fin, seres humanos polivalentes, quizás por las circunstancias mismas de Oruro, que posibilitó la existencia de vidas así de variadas y polifacéticas.
Gracias al libro de los Cazorla nos visitan historiadores, como León M. Loza, Marcos Beltrán Ávila, Ramiro Condarco Morales y Alfonso Gamarra Durana, y arqueólogos, como Luis Guerra Gutiérrez. Nos vienen a conversar escritores y poetas, cófrades de la bohemia y el alma de Oruro, como Enrique Zevallos Antezana, Luis Mendizábal Santa Cruz, José Víctor Zaconeta, pero también grandes fotógrafos, como Carlos Portillo Jiménez y Damián Ayma Zepita. Escritoras, poetas y mujeres comprometidas con causas sociales y con la mejora de la situación de la mujer en la sociedad boliviana, como Elsa Dorado de Revilla, Milena Estrada Sainz, Nelly López Rosse y Laura de la Rosa Torres. Grandes investigadores y rescatadores de las tradiciones y la cultura popular de Oruro, como Josermo Murillo Vacareza (el gran abuelo de los Cazorla, sus dignos herederos intelectuales) y Augusto Beltrán Heredia, cuyo trabajo sobre el carnaval de Oruro es más que notable e imperecedero. Y grandes músicos, que no por el hecho de sus orígenes humildes son menos meritorios como músicos y creadores de un acervo musical extraordinario, como Tiburcio Gutiérrez Mamani y Gumercindo Licidio Chambi, directores de bandas cuyo legado pervive en las bandas de bronces hasta el día de hoy, o el gran Raúl Shaw Moreno, no solo un orureño de talla mundial, sino uno de los orgullos bolivianos de todos los tiempos, por su exquisita voz, sus composiciones y su huella en los corazones musicales de toda una época en toda América Latina. O artistas visuales cuya obra es de gran valía, como Alberto Medina Mendieta. En fin, los hay que resultan difíciles de clasificar, porque eran escritores, poetas, profesores, folkloristas, historietistas, creadores originales de cine y otras tantas ideas, como Donato Juanez Pérez, Alberto Guerra Gutiérrez, Vicente González Aramayo Zuleta y Carlos Condarco Santillán. En fin: una verdadera reunión de grandes seres humanos cuyas vidas merecen ser recordadas y valoradas.
Por si fuera poco, en este sumergirse en las vidas ilustres, también me toca el alto honor de presentar el libro Biografía musicalizada de Nilo Soruco Arancibia: La vida es linda de mi querido amigo E. Fernando Hurtado Valdivia, a quien le debo muchísimos agradecimientos y abrazos por su gran apoyo para con la publicación de mi libro de 2017, La ópera chola, por su gran trabajo en la recuperación de la memoria musical boliviana, que, junto a Isaac Rivera llevan adelante el gran proyecto: Ajayus de Antaño. Fernando e Isaac me ayudaron muchísimo con datos precisos, como títulos y fechas de discos y canciones, imágenes de tapas de discos, etc., que contribuyeron a armar ese complicado mosaico que es la música popular boliviana. Pues bien, en una vuelta de reciprocidad andina y fraternal, presento el libro de Fernando sobre Nilo Soruco, este 11 de octubre, en el salón Werner Guttentag, en la XVII Feria Internacional del Libro de Cochabamba, a las 19:00 pm.
Gran acontecimiento, porque Nilo Soruco merece un libro de esta calidad, él, su memoria, su vida, y su sensible música. Me cupo en suerte escribir sobre el legado de Nilo, y como boliviano, deleitarme siempre con sus sutiles canciones, como las musicalizaciones de poemas para niños de Oscar Alfaro, y, claro, la gran cueca La vida es linda, que también nombra el libro de Fernando Hurtado. La vida es linda es más que una cueca: es un himno al ser humano y a creer que la vida, por sobre todas las cosas, vale la pena de ser vivida. Nilo fue un músico, sobre todo, pero también un hombre que vivió conforme a sus ideales, un educador, un inconformista, un creador. Un hombre bueno, un hombre necesario, porque contribuyó con honestidad y talento a hacer más grande la música y la cultura boliviana. Porque las vidas tienen valor, y se valora las vidas de aquellos que las entregaron para los demás, como Nilo Soruco. Por eso es un gran acontecimiento, sin lugar a ninguna duda, la publicación del libro de E. Fernando Hurtado Valdivia, tanto como el libro de los hermanos Fabrizio y Maurice Cazorla, porque al deleitarnos con los detalles finamente urdidos de las vidas de grandes seres humanos, nos contemplamos en su ejemplo, y, de alguna manera, viven en lo mejor de nosotros.
La vida es linda. Gracias por recordarnos, Fabrizio, Maurice, Fernando, las lindas vidas de nuestros grandes bolivianos, de nuestras grandes bolivianas, porque estamos hechos de la misma forja, y si queda algo de la lectura de estos libros, es que las vidas deben ser valoradas para seguir, nosotros también, haciendo más linda la vida de todos.
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