Por Rafael Sagárnaga //
El de este 27 de agosto fue uno de los amaneceres más apocalípticos de los últimos años en Santa Cruz. Seguramente mucha gente se vio obligada a presenciarlo porque el aire se hizo casi irrespirable y resultaba muy difícil dormir. Era como si algo se hubiese quemado dentro de casa, pero afuera el olor a hollín se sentía más. El sol se presentó arrebatado y herido, plenamente rojo durante varias horas, naranja hasta el atardecer y otra vez rojo en el ocaso. Según los físicos, el polvo y partículas de carbono causan que la luz azul, de ondas más cortas, se disperse, entonces pasa sólo la roja.
Así toda inspiración natural cambia. El himno cruceño, que empieza con la frase “Bajo cielo más puro de Améeerica…”, se ha convertido en toda una ironía. Ahora durante casi cinco meses ya no rima en los hechos. Más desentonado sonará el venidero 24 de septiembre, fecha aniversario en la que se lo suele cantar a voz en cuello. Lo propio pasa con la “Perfumada brisa que llegó del arenal”, que inicia la emblemática canción Flor de Santa Cruz. Este martes 27, la brisa era humo tóxico, micropartículas de carbono sobre las que más de un médico especialista ya ha lanzado advertencias.
Esas micropartículas se alojan primero en los órganos del sistema respiratorio y van sembrando males que se desatarán en los próximos años. Otros ya la pasan muy mal hoy. Son las personas con insuficiencia cardíaca, angina de pecho, enfermedad cardíaca isquémica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfisema, asma y los diabéticos. A ellos se suman las poblaciones en riesgo como adultos mayores, por su fragilidad, y niños, porque tienen sus sistemas respiratorios todavía en desarrollo. Y las embarazadas porque pueden existir potenciales efectos sobre la salud tanto para ellas como para el feto en crecimiento.
Es decir, tampoco se siente en este escenario la solidaridad con tanta gente en riesgo y más que eso. Eso justamente escribía hace unas semanas un periodista cruceño que parafraseó la clásica frase: “Es ley del cruceño la hospitalidad” cuando tituló una crónica: “Es ley del cruceño quemar”.
Hasta la simbología de la bandera parece haber entrado en cuestión. Se explica que el verde representa la riqueza de natural de la geografía regional y la viva esperanza en un futuro mejor, mientras el blanco simboliza la pureza, hidalguía, franqueza, nobleza y patriotismo del pueblo cruceño. Estos valores, sin duda, se hallan en cientos y cientos de bomberos voluntarios y pobladores, más algunos funcionarios que se baten contra los fuegos. Y mucha gente más, seguramente.
Pero el color verde está siendo seriamente manchado. Las previsiones de diversas investigaciones y evaluaciones independientes van marcando límites catastróficos para el futuro cruceño. Basta leer las publicaciones de Fundación Tierra, Global Forest Watch, Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, Probioma, etc. También han realizado sus aportes las propias universidades.
En ese marco, recordemos que Bolivia ha sido clasificada, por la Global Forest Watch, como el tercer país que más deforesta en el mundo. El campeón de ese catastrófico ranking es Brasil. Ambos países han repetido esos sitiales durante ya tres años. Ambos, debido a la extensa frontera que comparten (3.423 kilómetros), forman casi una sola unidad incendiaria y afectan a uno de los mayores tesoros del planeta: la Amazonia.
Y ahí suma una de las más duras previsiones que se han hecho en los últimos años. Vincent Vos, biólogo francés que trabaja para el Instituto de Investigaciones Forestales de la Amazonía de la Universidad Autónoma de Beni José Ballivián, señaló: “Si no se frenan ahora los incendios forestales, la Amazonía puede desaparecer en 2030”. El experto alerta que las quemas están ocurriendo con gran intensidad en Bolivia y el sur de Brasil, acelerando la deforestación de la Amazonía, la principal reserva mundial del ecosistema. El biólogo señaló que el bosque amazónico puede transformarse en una pampa porque el daño ocasionado por el fuego es irreversible. “Consideremos que hay árboles que tardan 300 años en ser adultos y hay reservas acuíferas que se pierden”.
Así no sólo se perderá el verde representado en la bandera cruceña, sino aquel que marca a la bandera beniana donde el (mal) ejemplo cundió. Este miércoles, también Trinidad amaneció con sol rojo y brisa ahumada. Lo peor del caso es que más de una irreflexiva voz en los últimos años defiende en ese departamento la irrupción del “modelo beniano”. Defiende la idea de imitar a los cruceños multiplicando siembras transgénicas y exportaciones fáciles. Y los incendios se desataron consecuentemente también allí.
En 2019, el año más catastrófico del último lustro, se quemaron en Santa Cruz cuatro millones de hectáreas. Lo preocupante este año es que este 27 de agosto de sol rojo ya se superó los dos millones y no se ha llegado ni a la mitad de la temporada de quemas. Las comparaciones suman tales proporciones que hasta se ha cambiado la unidad de medida relativa. En otros años se señalaba: “Extensión semejante a ‘x’ campos de fútbol”.
Ahora, se mide en términos de territorios estatales. Por ejemplo, cuatro millones de hectáreas equivalen a haber quemado casi toda Suiza o haber quemado Bélgica más Jamaica juntas. En cuanto al bosque destruido definitivamente, en 38 años Bolivia ya perdió más de 8 millones de hectáreas, es decir, se destruyó una superficie superior a Panamá, República Checa y casi similar a la de Guyana Francesa o Austria. Resulta doloroso pensar que toda esa superficie albergaba una incalculable riqueza vital que tiene impagables efectos multiplicadores.
Este martes 27 de agosto, de sol rojo, aire asfixiante y récord de 43 incendios activos en el departamento, recuerda al récord de 2019. Pero entonces hubo movilizaciones que luego, hacia noviembre, se ensamblaron en las protestas contra Evo Morales. Entonces uno de los “ecologistas” más activos era don Fernando Camacho. En estos días, desde su celda, ha mandado mensajes contra el Gobierno por la crisis económica y otros temas coyunturales. Sobre los incendios, nada. Tal vez a Chonchocoro no llegan las noticias de los fuegos y, quién sabe, sus consejeros siempre ven rojo al sol.
La pena es que aquí en Santa Cruz, donde hubo protestas extendidas por la autonomía, el censo, el fraude electoral y otras causas, aún la gente no reacciona. Hay vuelos suspendidos por el fuego, bomberos en emergencia, alarmas, enfermos, dolores de cabeza, problemas respiratorios, gastrointestinales y oculares. Pero pareciera que el corazón aún no doliera lo suficiente. No lo afectan ni la alerta de que se agrava el estrés hídrico, se multiplican las pérdidas de los pequeños productores, diversas poblaciones rurales están en crisis, hay decenas de emprendimientos turísticos afectados…
Paralelamente es constante un silencio abismal de empresarios agroindustriales, autoridades nacionales y hasta del propio alcalde cruceño. Es más, hace unas horas, el presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Fernando Larach, anunció que llamaría a movilización para el viernes 30. Se esperaba que el tema o uno de los temas sea los incendios. La lista de razones suma: Referéndum del Gobierno, resultados del Censo, Elecciones Judiciales… ¡De incendios, nada! ¡Nada!
Que no lleguen las noticias a Chonchocoro, pasa. Pero las autoridades en funciones y los dirigentes cívicos no son capaces de ver las tapas de los diarios o las pantallas televisivas. No entran a las redes que muestran miles de veces la tragedia, con fotografías y videos. Algo los ha aturdido no sólo mediáticamente, sino les ha tapado más que las narices y los ojos. ¿Qué discapacidad impide a las personas ser conmovidas por un sol herido y un aire que quema tanta vida?
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