Comunicate con uno de nuestros agentes x
Comunicate con Guardiana

Como podemos ayudarte?

Tres comunidades y parabas en peligro de extinción levantan vuelo

0

Texto, fotos y videos de Carlos Tellería Pomar para Guardiana (Bolivia), foto principal de Ernst Udo Drawert

Lunes 1 de abril de 2024.- Al caer la noche del 13 de marzo de 2024, Limbert Rojas, Wilfredo Vargas y Macario Guzmán, representantes de las comunidades San Carlos, Perereta y Amaya del municipio de Omereque, en Cochabamba, llegan a la Reserva Natural Comunitaria Paraba Frente Roja para recibir el fruto anual del turismo en 2023: 42.654 bolivianos para cada comunidad. Eso no hubiese sido posible si no hubiesen unido esfuerzos para convivir con sus otrora enemigas: las parabas frente roja, aves declaradas en peligro crítico de extinción desde el 2018.

Las parabas frente roja sólo viven en Bolivia, en áreas de los valles secos interandinos y en parte del bosque boliviano-tucumano: por esta razón se dice que es una especie endémica.

Una vista panorámica de las comunidades San Carlos (donde se observan techos azules), Perereta (sobre el río Mizque) y Amaya (al fondo).

La reserva comunitaria, en la que existen entre 80 y 90 parabas, está ubicada a unos 248 kilómetros al sureste de la ciudad de Cochabamba. Fue creada el 14 de octubre de 2006, en un espacio aledaño a la comunidad San Carlos, a unos metros del río Mizque. Hasta ella llegaron el año pasado 102 turistas extranjeros y dos nacionales, muchos en unas cinco a siete horas de viaje por tierra desde la urbe cochabambina.

Cada comunidad recibió 42.654 bolivianos en efectivo de manos de representantes de la Asociación Civil Armonía, organización que trabaja en conservación de vida silvestre en Bolivia, desde 1996. Otro monto, 42.665,63 bolivianos, fue entregado al Comité de Administración de la Reserva Comunitaria Frente Roja, también dirigido por los comunarios, que se encarga de planificar y ejecutar trabajos de mantenimiento y mejora de senderos, gastos de promoción y servicios.

En total fueron repartidos 170.617 bolivianos, equivalentes aproximadamente a 24.346 dólares que beneficiarán a unas 150 familias de las tres comunidades, cuyos representantes son elegidos por un año.

Sesión informativa sobre los trabajos realizados en la reserva durante 2023, antes de la entrega del dinero.
Comunarios de las comunidades y personal de la Asociación Civil Armonía.

Limbert Rojas, representante de San Carlos; Wilfredo Vargas, de Perereta, y Macario Guzmán, de Amaya, recibieron los billetes y afirmaron que el destino de los recursos sería definido por las propias comunidades para atender necesidades en educación, salud y deportes. Aseguraron que hay mayor compromiso de los vecinos para proteger a las parabas y no eliminarlas o venderlas, como sucedía en el pasado.

Pasadas experiencias

No es la primera vez que las comunidades reciben dinero por su apoyo a la conservación de la paraba frente roja. Un informe de la organización Armonía, de 2022, indica que por efecto de la pandemia el turismo mundial y nacional se fueron a pique. Las cifras cayeron en la reserva de la paraba roja en 2020 y 2021, pero luego empezaron a recuperarse en 2022 y 2023.

En 2023, llegaron turistas de 18 países, la mayoría de Estados Unidos (38). De lejos le siguen Canadá, Reino Unido (8), España (7), Alemania, Australia, Dinamarca y Países Bajos (5), Francia y Bélgica (4), Singapur (3), Brasil y Grecia (2), y Portugal, Escocia, República Dominicana, Hungría y Costa Rica (uno cada uno). Y dos visitantes bolivianos pasaron por la reserva.

¿Cuáles fueron los gastos? En compra y logística de alimentación, sueldos del personal de la reserva, transporte viajes de viaje del equipo de la Armonía, mantenimiento de la infraestructura, publicidad y promoción, e impuestos y pérdida por el tipo de cambio, cargo bancarios, señala el reporte económico.

Llegar hasta la reserva

El municipio de Omereque está ubicado a unos 248 kilómetros al sureste de la ciudad de Cochabamba. Una carretera asfaltada se extiende hasta esa región, pero se debe recorrer un tramo de tierra con escaso mantenimiento para llegar a San Carlos, donde está el albergue ecoturístico, casi a orillas del río Mizque.

Portón que da la bienvenida a los turistas.
El albergue al que llegan los turistas.

La región está a una altura cercana a los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Es una zona con vegetación que crece en la tierra seca de los cerros que rodean el lugar. El sol quema la piel y los mosquitos hacen de las suyas, sobre todo después del atardecer.

Es recomendable utilizar zapatos adecuados para caminatas sobre un suelo resbaladizo, entre piedras grandes y pequeñas, y arena cuando se va por los senderos abiertos a orillas del río. Para ir aguas arriba se debe seguir un tramo paralelo a un canal estrecho que se abre paso por la vegetación y parte de una muralla rocosa. Unos metros hacia abajo, fluye el turbio río Mizque.

Si alguien se anima a subir al mirador, puede encontrar restos de la cultura omereque. Desde allí es posible observar el sobrevuelo lejano de las parabas. Abundan enormes cactus y vegetación silvestre con frutos de los que se alimentan las parabas, como el localmente conocido soto, la higuerilla, el palo borracho y el lanza-lanza. Y desde ese lugar se ve parte de la carretera asfaltada que va hacia Santa Cruz. Por allí también suelen merodear grupos de cabras.

El administrador de la Asociación Civil Armonía, Iván Pérez Hurtado.

Al frente del albergue, cruzando el río, se observa al primero de los cuatro acantilados o peñas donde las parabas tienen sus nidos. El ruido del agua no impide escuchar a estas aves y otras como el llamado loro choclero, cotorras, tordos y otras especies más pequeñas que se acercan al albergue, mientras los visitantes pueden observarlas a simple vista. También se puede apreciar el vuelo de cóndores andinos y halcones peregrinos.

La reserva tiene 54 hectáreas. El terreno era de propiedad privada y fue comprado por la Asociación Armonía. El 18 de diciembre de 2008 se hizo el segundo pago de 12.000 dólares para adquirir la mayor parte de las tierras. Posteriormente, con el saneamiento que realizó el Instituto Nacional de Reformas Agraria (INRA), la propiedad pasó a manos de las comunidades.

Iván Pérez Hurtado, administrador de la Asociación Civil Armonía

Ella es Miriam Vía Veizaga, de la comunidad San Carlos, quien se ocupa de las labores de limpieza y en ocasiones ayuda en la cocina. Cuenta que, al principio, cuando llegaban turistas extranjeros, sentía nerviosismo de encontrarse con visitantes de otros países, pero que con el tiempo se fue acostumbrando.

Marlene Rivas Núñez, de la comunidad de Perereta, es la persona encargada del servicio de cocina para los visitantes. La atención incluye desayuno, almuerzo y cena. Aclara que la comunicación con los extranjeros que no hablan ni entienden español, es facilitada por los guías que acompañan a los foráneos.

En peligro crítico de extinción

En los años 80 del siglo pasado, la población de parabas frente roja (Ara rubrogenys) alcanzaba sólo a cinco mil aves, según un video difundido por la Asociación Civil Armonía, en 2020. Dos años más tarde, un reporte publicado por la Universidad de Cambridge, corroboró esa información. Pero esa cantidad de aves fue bajando debido a la caza indiscriminada, la captura para venderlas como mascotas y la destrucción de su hábitat natural.

El Libro Rojo de la Fauna de Vertebrados de Bolivia de 2009 da cuenta de que, entre 1980 y 1995, la cantidad de parabas disminuyó de cinco mil a dos mil.

Un trabajo de investigación, plasmado en una tesis de licenciatura en Biología, sobre identificación de sitios de anidamiento, arroja resultados más pesimistas. La pesquisa hecha por Guido Saldaña Covarrubias, actual coordinador de la reserva, permitió saber de la existencia de 827 individuos a nivel nacional.

Un censo realizado en 2021 por especialistas e investigadores de la Asociación Civil Armonía daba cuenta de 1.160 parabas en todo el país.

Un pichón costaba entre 30 y 50 bolivianos

Simón Pedrazas, antiguo habitante de San Carlos y actual guardaparques de la reserva, recuerda que en años pasados las parabas eran consideradas dañinas para los cultivos de las comunidades, sobre todo de maíz y maní, razón por la cual los habitantes de la región las cazaban o las vendían a traficantes de mascotas. Recordó, por ejemplo, que un pichón costaba entre 30 y 50 bolivianos.

Agrega que actualmente el comunario que no cumpla su compromiso de proteger a las parabas o incluso llegue a cazarlas es sancionado con multas de entre 200 y 500 bolivianos, dependiendo de la gravedad de los hechos.

Trampa casera que era usada para atrapar parabas (foto tomada de la tesis de Guido Saldaña).
Cárcel para traficantes

El Código Penal establece una sanción de privación de libertad de 3 a 8 años para la persona que trafique alguna especie de flora y fauna declarada en peligro de extinción, como es el caso de la paraba frente roja.

Artículo 223 bis (Tráfico ilegal de vida silvestre).- La persona que sin autorización legal de la Autoridad Ambiental Competente Nacional, capture, posea, adquiera, transporte, almacene, introduzca o extraiga del país un espécimen, especies de fauna y flora silvestre con fines comerciales o algunas de sus partes o derivados o recursos genéticos, será sancionado con una pena de privación de libertad de dos (2) a seis (6) años.

La sanción será agravada a pena privativa de libertad de tres (3) a ocho (8) años de privación de libertad, cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias:

  • El espécimen o la especie traficada se encuentre declarada por normativa nacional o internacional ratificada por el Estado como vulnerable, en peligro, peligro crítico o en extinción.
  • La especie traficada esté declarada en veda o prohibida su caza; o
  • En el hecho se involucre varios tipos de especies de la fauna silvestre.

El municipio de Omereque, ubicado a  unos 1.500 metros sobre el nivel del mar, se caracteriza por la producción de maíz, maní, tomate, papa, cebolla, hortalizas, caña de azúcar y especies como el anís, comino, ají, etc. También hay crianza de ganado vacuno, porcino, caprino y aves de corral, y se produce sandía, cítricos, piña, papaya y otros.

El hogar natural de la paraba frente roja se extiende por municipios de Cochabamba, Santa Cruz, Potosí y Chuquisaca, por donde fluyen los ríos Mizque, Caine, Pilcomayo y Grande. La Asociación Civil Armonía trabaja en la conservación de las parabas frente roja en tres áreas geográficas: en la reserva comunitaria de Cochabamba, en el Parque de Toro Toro (Potosí) y en el Parque El Palmar (Chuquisaca).

El mapa muestra los lugares donde la Asociación Civil Armonía trabaja con las parabas.
El trabajo inició en los años 2000

Los inicios del trabajo en la reserva se remontan al primer quinquenio de los años 2000, cuando Félix Huaquipa, quien sería el primer coordinador de la reserva, visitó la zona para corroborar la hipótesis de investigadores extranjeros de que en ese lugar sí podría funcionar un proyecto de aviturismo.

Huaquipa fue el primer coordinador de la reserva y trabajó en la Asociación Armonía entre 2002 y 2005. Luego llegó Abraham Rojas para tratar de convencer a los comunarios de las bondades de la conservación de las parabas. En octubre de 2006 fue inaugurado el albergue ecoturístico.

Hoy, los habitantes de la zona están satisfechos. Los representantes de San Carlos, Perereta y Amaya dicen que las aves tienen que ser protegidas y que es necesario recibir más capacitación.

Simón Pedrazas, actual guardaparques que luce su sombrero y chaleco distintivos de Armonía, confiesa que al principio fue difícil convencer a los vecinos, pero los resultados cuentan. Se destinó un porcentaje de los beneficios para el sistema de agua potable, compra de equipos para la escuela, se organizan eventos deportivos y, recientemente, se han hecho mejoras en algunas viviendas.

“A nuestros hijos les decimos –cuenta Pedrazas– que es importante proteger (a las parabas). Necesitamos más talleres para que sepan, a veces con videos se les mete (la idea) en la cabeza y que vean con sus propios ojos, ahí se dan cuenta”.

Filemón Soto Gómez (61 años), antiguo dirigente de la comunidad Perereta, se protege la cabeza con un sombrero parecido al del personaje "Indiana Jones". Cuenta que hubo algunos tropiezos para hacer que los vecinos comprendan la importancia de proteger a las parabas. Incluso hubo talleres  en los que participaron niños y profesores de la escuela. Le deja la posta a los jóvenes para continuar con el cuidado de las aves y trabajar por el bien de las comunidades.

Filemón Soto Gómez, vecino de la comunidad de Perereta.
Construcciones nuevas en la comunidad de Perereta.
Algunas de las características de la paraba frente roja

De enemigas a amigas

Cuando las parabas eran consideradas enemigas del lugar era porque llegaban hasta los cultivos en busca de alimento porque en su entorno era cada vez más difícil encontrar comida, sobre todo en época seca. Ni siquiera en plantas, arbustos y árboles típicos de la región podían hallar un bocado; entonces tenían que explorar otras posibilidades. A esto se fue sumando la destrucción del hábitat natural de las parabas.

Frente a ese panorama, el personal de la reserva y los propios comunarios decidieron plantar maíz y maní en áreas próximas a las orillas del río Mizque para que las aves pudieran alimentarse sin la necesidad de volar hacia los cultivos de las comunidades. También sembraron vegetación local para ayudar a la sobrevivencia de la especie.

En el siguiente video de la Asociación Armonía se observan imágenes tomadas con una cámara trampa en las que se ve un grupo de parabas alimentándose con maní.

Monitoreo de nidos

El aiquileño Teodoro Camacho Reyes es un investigador que también se ocupa del monitoreo de los nidos de las parabas. Cuenta que anota qué es lo que sucede en cada uno de ellos, cuántas veces las aves se acercan a los lugares, si ingresan o no (si se diera el caso), o si llevan comida para los pichones.

Guido Saldaña, oriundo del municipio cruceño de Saipina, explicó que la reserva cuenta con cuatro peñas o acantilados que son sitios de anidamiento. En los cuatro hay nidos naturales en las grietas. El monitoreo en el periodo de reproducción, aproximadamente entre noviembre y junio, permite detectar si hay o no pichones en los nidos.

Es probable que en diciembre haya huevos en los nidos. No hay certeza del tiempo de eclosión o nacimiento de pichones. No se han hecho, por ahora, inspecciones a los nidos para evitar que las parabas sientan que sus hogares son invadidos. "Los padres –dice Guido– pueden ser celosos de que se intervenga sus nidos y, al intentar bajar hasta ellos puede ser peligroso". Por esa razón es que tampoco fue posible colocar cámaras-trampa para observar los nidos por dentro. Cada una de esas cámaras tiene un costo aproximado de entre 80 y 100 dólares en el exterior del país.

Recordó que gente vinculada con el tráfico de aves en los años 80 y 90 se daba modos para llegar hasta los nidos y extraer pichones, y venderlos como mascotas.

Las cajas nido

Otra de las acciones de preservación es la instalación de cajas nido. En el primer acantilado fueron colocadas 10 cajas-nido, fabricadas con madera ochoo para ver si las parabas se animan a ingresar en ellas en el periodo de reproducción. Fueron colocadas en 2021 por gente especializada en escalar montañas, pero hasta la fecha ninguna fue utilizada por las parabas frente roja. Las cajas miden un metro de largo por 45 centímetros de alto y 45 centímetros de profundidad.

"Son bastante celosas, tienen mucha precaución, más cuando ven algo diferente en la peña. No es tan rápido el proceso. Por ejemplo, en el caso de las parabas barba azul, en el Beni, recién al tercer año utilizaron las cajas".

El componente turístico

El componente turístico nace a raíz de la necesidad de contar con recursos económicos para sustentar la reserva e involucrar a las comunidades en esta actividad.

Al principio se contaba con una pequeña infraestructura de tres habitaciones para seis turistas y una cocina, pero después se presentó la necesidad de ampliar el albergue: hoy se cuenta con espacio para siete habitaciones dobles para 14 visitantes con cuatro baños compartidos, una cocina, un depósito y cuartos para investigadores. Se hicieron talleres de capacitación para la atención de la alimentación, hospedaje...

En cuanto a la promoción, se tuvo que buscar a gente interesada a través de internet, mediante la página web de la organización y enfatizar que la región de los valles secos interandinos es la única en el mundo donde habita la paraba frente roja y que es un ave en peligro de extinción. En su momento, a los comunarios también se les decía que había que tener paciencia y que el turismo no se iba a dar de la noche a la mañana.

Continúa en pie el reto de convencer a los comunarios para convertirse en guías locales. El español Álex Giménez, encargado del rubro turístico, está convencido de que las cifras conseguidas hasta el momento, sobre todo en 2023, han sido fruto de un arduo trabajo que implicó la búsqueda de grupo interesados, estar pendientes de los correos electrónicos y responderlos, de los mensajes en plataformas...

De aquí en adelante se prevé que habrá más talleres de capacitación en alimentación, limpieza y no descartó la posibilidad de tener cursos de observación de aves e identificación de cantos para contar con al menos uno o dos guías locales que puedan acompañar a turistas y conversar con ellos en inglés.

La idea no es ampliar la capacidad de alojamiento para un turismo masivo, sino mejorar los servicios, instalar baños privados, ampliar el almacén y reducir las limitaciones, y que las comunidades se capaciten para seguir con el trabajo hacia un buen servicio.

Álex da más información en el siguiente video:

EL TECHO DE CRISTAL EN EL PERIODISMO BOLIVIANO

Noticia Anterior

LAS DEUDAS CON EL RÍO PILCOMAYO

Siguiente Noticia

Comentarios

Deja un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *