En la cultura popular se suele escuchar que los años pares son de suerte, por eso muchas parejas comienzan a realizar planes para sus bodas con el fin de que éstas sean prósperas, felices y con suerte. Desgraciadamente, esta creencia quizá no pueda aplicarse a otros aspectos de la vida, principalmente a los ámbitos político, económico y jurídico del país.
Al parecer se viene un 2024 muy complicado para Bolivia, profundizándose la crisis que vivimos, lo cual asusta y preocupa mucho.
En el ámbito jurídico, tendremos magistrados/as, por decir lo menos “chutos”, dada la decisión inconstitucional poco ética y valiente de las actuales autoridades para dar un paso al costado, quedándose cínicamente en sus cargos, hasta, lo más seguro, el año 2025, cuando supuestamente habría un nuevo equilibrio de fuerzas que libere al “arcismo” del “evismo” para elegir a sus “masistrados/as” como en 2011 y 2017, sin interferencia de nadie. Por lo tanto, tendremos ilegalidad para largo, realmente muchos y muchas esperamos que el 31 de diciembre, a pesar de la decisión del TCP, renuncien. Sería lo más sano para el Estado de Derecho y la democracia.
Si tenemos la esperanza de que haya elecciones judiciales el año que comienza, creo que nos quedaremos muy frustrados. No se olvide que en marzo viene el censo y con éste toda una carga de conflictividad por fondos, distribución de escaños electorales, un reordenamiento de la distribución fiscal y un sinfín de efectos que traerá el mismo, que debería ser un tema técnico, pero que como es habitual en Bolivia se politizará in extremis, hasta las últimas consecuencias. Obviamente, al gobierno le convendrá esta convulsión para olvidar el tema judicial y otros problemas.
En el segundo semestre del año llegarán las elecciones primarias, donde se vienen planteado modificaciones importantes con el fin de afectar la actual pelea interna del MAS, dado que si éstas son como en la Argentina, abiertas y obligatorias, pues habrá una gran cantidad de gente que irá a votar en contra del señor feudal del Chapare, lo que, por supuesto, la llamada facción radical tratará de evitar “bloqueo en mano”, como hace unas semanas por el tema del Congreso de Lauca Ñ, y ahí la cosa se irá complicando, pero de elección judiciales... nada.
Aunque al año realmente se verá si la pelea interna del masismo es real o un guion realizado por los amigos caribeños y venezolanos para engañar a bolivianos y bolivianas que desean un cambio, y a la casi desaparecida oposición político partidaria.
Esta “ch'ampa guerra” parece de verdad bastante artificial; aunque haya muchos/as politólogos/as y analistas que digan lo contrario. Sólo creeremos que la cosa va en serio cuando el “jefazo” esté entre rejas o en un avión de nuevo rumbo a México, Cuba o Venezuela, junto con muchos/as de su corte, contrario sensu, la premonición de un abrazo de reconciliación para no perder el poder el 2025, sería lo más seguro. No hay que olvidar que en Bolivia hasta “ríos de sangre” se han cruzado por la tan ansiada silla presidencial.
A pesar de todo esto, sin oposición y un candidato viable, el masismo la tiene todavía fácil. Como expresó el presidente Arce, su principal opositor (artificial como se dijo) es Evo Morales, mostrando que las demás facciones partidarias no le quitan el sueño para nada; y es que realmente no hay nadie, siendo el 2024 un año clave para cualquier proyecto porque ya se tiene mucho atraso en encumbrar alguna figura política interesante que llame a un verdadero cambio. Al parecer la gente de oposición ya no quiere un Mesa, Doria Medina o algo parecido como opción, porque ya no lo son, y Dios nos libre de un Milei criollo al que algunos/as apuntan y añoran. No señores/as, ésa no es la solución, sino una o un candidato con principios, con ética, con proyecto para todas y todos, con mirada de derechos humanos, pero estamos lejos.
En lo económico realmente rezamos para que en el 2024 la cosa mejore o en su caso no empeore, empero los profesionales de la economía (que no venden humo), vaticinan momentos peores; por favor, ¿peores? Ahora ya vivimos momentos feos, con “dólares blue” como en la Argentina, cuyo cambio en el mercado paralelo se encuentra en Bs 7,50 a 7,75, mientras los gobernantes ciegos siguen aconsejando comprar los mismos al oficial en el BCB, cuando es imposible conseguir una ficha o se preguntan (no se sabe si crédulamente o ya muy cínicamente) dónde están los billetes verdes que se distribuye a los bancos.
Uno no necesita ser economista para saber que la cosa ya está mal cuando no se puede adquirir gasolina o diésel normalmente, aunque los responsables intenten explicar que este problema lo tienen todos en la región o que justo vamos a gasolineras que no recibieron su dotación. Te das cuenta de que ya gastas más o has empezado a limitar la compra de tus alimentos, porque esos 3 o 5 pesos que subieron te crean un desequilibrio que no se corrige fácilmente porque tus ingresos no han mejorado.
Seguramente el 2024 se seguirá mostrando vía propaganda gubernamental (para la que sí hay dinero), que vivimos en Narnia o en Suiza, gastando fondos que ya no hay, con proyectos que la lógica y el sentido común señalarían como un despilfarro insulso, pero que se lo pinta como la solución mágica a los problemas del país, sabiendo que lo único que está dando desgraciadamente cierto flote a la economía es el oro mal habido, el contrabando, (¿narco?), el agronegocio depredador e incendiario, puesto que esos 3 millones de hectáreas quemadas y destruidas, seguro se convertirán en soya, sorgo, palma aceitera y todo aquello que degrada el medio ambiente y nos condena a un futuro desalentador.
Seguro que todas y todos queremos una bola de cristal para dilucidar qué nos deparará el 2024, pero las señales están ahí, bastante claras de que la cosa se pondrá difícil. Quizá no para mineros cooperativistas (que estrenarán auto nuevo, no pagarán impuestos y seguirán lanzando mercurio), contrabandistas, algunas y algunos servidores públicos (que viven en el país de las maravillas), seguidores de Marset y los carteles que operan a sus anchas en Bolivia, y otros sectores privilegiados. Pero el problema es para el grueso de la población a la que ya no le alcanza, que ha perdido su emprendimiento o su empleo, que lucha día a día; y pensar que faltan todavía varios años más de este suplicio. Aun así, tenga usted un venturoso 2024.
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