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Por Cristian León*//

Bolivia es un país emergente en lo digital desde hace más de una década. Si bien hubo un despegue de conexiones a internet en el último tiempo (con un crecimiento de casi 20% de 2019 a 2021) y un uso más intensivo de tecnologías como resultado de la pandemia, la digitalización se ha dado por inercia y sin una adecuada planificación, lo cual puede llegar a agudizar los problemas estructurales de desarrollo en lugar de solucionarlos.

La ausencia de un horizonte común en la transformación digital deriva en que mediciones internacionales y rankings nos recuerden constantemente nuestro rezago. Así, por ejemplo, en el pasado agosto se publicó el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, en el cual nuestro país salió en el puesto 12 de 12 países de la región.

La digitalización debe convertirse en una oportunidad y no un obstáculo más, por ello es necesario sumar voluntades para plantear una alianza interinstitucional y de trabajo conjunto entre diferentes sectores para darle rumbo a ésta. Una posibilidad para ello puede ser el Pacto Global, iniciativa de las Naciones Unidas que trabaja por economías más sostenibles e incluyentes desde una perspectiva de múltiples actores. En ese sentido, el Pacto Global organizó el evento “Cerrando la brecha digital en Bolivia”, en el cual la Fundación InternetBolivia.org estuvo presente para aportar con algunas ideas que plasmamos a continuación.

La economía digital como motor

La economía digital es básicamente toda actividad económica que se digitaliza. No obstante, ésta tiene diferentes niveles de maduración o estadios: así está la economía digital “emergente” que se orienta a facilitar el comercio electrónico de bienes y servicios ya existente a partir de plataformas; la economía digital “emprendedora”, en la cual ya existen empresas y desarrolladores que empiezan a crear nuevas propuestas y moverlas en el mercado; y la economía digital de “conocimiento”, que es aquella que genera las tecnologías y soluciones para que las demás economías funcionen.

Bolivia está entre el primer y segundo nivel de maduración (emergente y emprendedora). Recientemente, organismos como el Banco Mundial destacaron el alto crecimiento en comercio electrónico de Bolivia, y organizaciones como la Asociación de Bancos Privados (Asoban) confirman un cada vez mayor uso de transacciones electrónicas en el país, facilitadas por el QR, billeteras, etc. A su vez, hay cada vez más personas que usan las plataformas para ofrecer servicios de delivery, transporte, etc. Tenemos alrededor de 147 emprendimientos de base tecnológica, de acuerdo al Mapeo TIC, con algunos casos realmente destacables con altos valores de venta.

En sí, nuestra perspectiva en la economía digital no está mal, pero el problema es que si ésta no se impulsa de manera adecuada, corre el riesgo de estancarse y que sólo sirva a una minoría de la población que puede aprovecharla. Especialmente en un país como el nuestro, en el que el agotamiento de la economía del gas puede llevar a una inestabilidad económica futura, la digitalización puede ser un pequeño motor de dinamización.

Para ello, debemos dar pasos en varios aspectos: Primero, dejar de crecer por inercia e impulsar un modelo que identifique nuestras ventajas comparativas en lo digital. Segundo, implementar programas acelerados para generar habilidades digitales avanzadas y basadas en estándares internacionales en la población económicamente activa (PEA). Esto no es enseñar a los jóvenes a ser influencers o youtubers, sino a que ellos y ellas tengan un uso crítico de las tecnologías para la producción con valor agregado. Tercero, desarrollar el famoso entorno habilitante. Nuestros emprendimientos y las empresas más consolidadas chocan con los obstáculos de la falta de capital semilla, legislación en protección de datos, fintech, ciberseguridad, etc.

La educación como punta de lanza

Los impactos de la pandemia en el sistema educativo son profundos y se seguirán viendo en los próximos años. La CEPAL denominó esto como una "crisis silenciosa" que es la combinación de la continuidad de clases, brechas de aprendizaje y aumento de la deserción escolar. La magnitud de esta crisis es considerable y con posibles retrocesos de más de 20 años en políticas de educación.


Bolivia se encuentra en una posición muy vulnerable en tanto fue el segundo país del mundo con mayor número de semanas con escuelas cerradas. Se estima que más del 47% de las instituciones educativas no pudieron continuar clases –ni presenciales ni virtuales– y que el rezago educativo podría tener una multiplicidad de consecuencias, incluyendo el aumento de desigualdades sociales.

Sin políticas orientadas a resolver la brecha educativa, Bolivia podría estar al borde de un abismo con un estancamiento económico y de desarrollo. Por ello, en una publicación reciente, como Fundación InternetBolivia.org sugerimos al menos cuatro acciones:

1. Levantar diagnósticos en los niveles de aprendizaje y la magnitud de las brechas digitales en la educación, para tomar decisiones informadas y estratégicas.

2. Remover las barreras que impiden el cierre de las brechas digitales en la educación, a partir de priorizar la inversión pública para infraestructura de internet para unidades educativas y precios diferenciados –o subvencionados– para estudiantes.

3. Alfabetización y desarrollo de habilidades digitales de manera masiva.

4. Implementar un estándar de certificación en alfabetización y competencias digitales para facilitar el ingreso de la población económicamente activa al campo laboral calificado.

Todas estas acciones serán posibles si logramos un pacto público-privado que asuma estas necesidades, las canalice hacia políticas públicas precisas y las impulse de manera conjunta. Espacios como el “Pacto global” podrían ser espacios propicios para esto, pero se requiere mayor voluntad de todos los tomadores de decisión.

*Cristian León es Director ejecutivo de Fundación InternetBolivia.org

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