Por Guardiana (Bolivia)
Lunes 13 de septiembre de 2021.- El viernes 22 de mayo de 2020 el periodista Roberto Soliz Arteaga no pudo soportar la noticia que recibió: su hermano Absalon murió en el hospital de San Ramón. Poco antes Absalon salió positivo a la prueba de Covid-19 y fue considerado el paciente cero de la mortal enfermedad. Roberto tenía los mismos síntomas que su hermano y no quería morir. Tenía asuntos pendientes y era, además, uno de los amenizadores de la fiesta del pueblo.
El Covid-19 fue letal con los periodistas en el país. Desde que se detectó la pandemia en Bolivia, marzo de 2020, hasta los primeros días de este septiembre de 2021, Guardiana contabilizó la muerte de 67 trabajadores de los medios de comunicación: 64 varones y tres mujeres. Beni se convirtió en uno de los departamentos más afectados por este mal; aunque los números no han acompañado la realidad. Por ejemplo, entre el 22 y el 29 de mayo de 2020 en San Ramón se reportó al menos un fallecimiento por día, con síntomas de Covid-19; sin embargo, en las cifras oficiales solo se registraba un enfermo con este mal… Absalon Soliz Arteaga.
“Cuando mi tío se enteró de que su hermano, mi papá, había fallecido, obviamente él se descompensó por la noticia y lo internaron en fecha 22, estuvo delicado en el Hospital de San Ramón. No estuvo solo, también internaron a su señora, Valeria Mayube Noza”, explica Yinet Soliz Rodríguez, hija de Absalon y sobrina de Roberto. Valeria fue la compañera leal del periodista, ella le ayudaba a desplazarse en algunas entrevistas.
Hacía 17 años que Roberto Soliz era el periodista más carismático de la comarca ubicada a más de tres horas de la capital beniana. “Empezó en la FM Parroquial San Francisco de Asís, ahí daba a conocer las noticias. Era chica la FM, el mismo párroco se mandó a asesorar y compró un transmisor más grande para abarcar a más comunidades. Nuestro amigo Roberto se hizo conocer en la población ramoniana y en otros medios. Se lo conoció con su carisma y gracia”, recuerda Genrry Guayabe, un periodista sobreviviente de la pandemia. Luego acota una frase para resumir quién era su amigo: “Roberto era la voz de cada uno de los ramonianos”.
Cuestión de fe
En San Ramón la fiesta patronal es el acontecimiento más importante del año y suele celebrarse durante tres días, a fines de agosto. Entonces Roberto lucía pantalón, camisa y sombrero blanco, con el micrófono en mano entregaba su mejor repertorio de oratoria. “Su voz y carisma eran únicos”, comenta Norma Ojopi Hurtado.
La fe mueve montañas y en el pueblo hay fe de sobra; aunque a veces de poco sirve. Por ejemplo, cuando era niño Roberto “tuvo un susto” y por más que en su familia hubo una infinita cantidad de rezos, él quedó con un problema de por vida y desde entonces ya no le servían las piernas para caminar, incluso viajó a La Paz para sanarse y nada. Con muletas y apoyado en un burrito se convirtió en un buen estudiante en la etapa escolar y luego dio clases de Religión y durante los 17 últimos años de su vida fue el periodista referente de San Ramón. El problema físico que arrastraba jamás le impidió perseguir sus sueños, es más, lideró la Asociación de Personas con Discapacidad en su municipio. Hacía todo lo posible por incentivar entre los jóvenes el cariño por el periodismo.
Pero mayo de 2020 era una mala época para ser comunicador en San Ramón. Guasabe también fue maltratado por el Covid-19, durante un tiempo quedó con una parte del rostro paralizado y pensó incluso en tirar la toalla del periodismo. Entonces no había condiciones para ejercer el oficio. No había trajes de bioseguridad e incluso el alcohol en gel era una utopía que no llegaba a las manos de todos.
En esas condiciones la pandemia sí se apoderó del pueblo. El patrono de la comarca, San Ramón, fue sacado en andas por los pobladores, con la esperanza de que a su paso por las calles retornara la salud, pero nada. Unos rezaban y otros clamaban por Mentisán, aspirinas, Vitaminas C y D. Tener una sala de terapia intensiva o un médico intensivista era mucha ambición. No había ni dinero, puesto que durante más de 10 días la agencia del Banco Unión estuvo cerrada y era imposible salir a pedir ayuda a otros municipios. Eran tiempos de encapsulamiento.
La lucha de Roberto por vivir acabó ocho horas después de la muerte de su esposa. Su sobrina Yinet cuenta: “El día 28 murió su mujer, Valeria Mayube Noza. Ella murió tipo diez de la noche y él murió el día 29 a las seis de la mañana”. De inmediato, salieron los necrológicos en las páginas de internet. Había callado la voz del pueblo de San Ramón.
Solidaridad
Entre el 22 y el 29 de mayo, tres integrantes de la familia de Roberto murieron. El viernes 22 falleció su hermano Absalon, al día siguiente su mamá María Arteaga Mareca y el jueves 28 su esposa Valeria.
San Ramón es un pueblo pequeño donde los lazos familiares son bastante comunes. Genrry es hermano de Sarah Guasabe y ambos eran primos de Valeria Mayube, la esposa de Roberto Soliz. Cuando la pareja falleció, sus hijos quedaron huérfanos, pero no abandonados.
“Todos aquí estamos ayudando a los niños, mis hermanos, mi madre, mi padre. Todos ayudamos… ¿Por qué? Porque son nuestra familia?”, explica Sarah. “Nosotros a todos los niños los conocemos desde pequeñitos, siempre ellos han venido aquí y mi prima tenía un vínculo grande con mi madre, era como si fuera hija de mi madre. Los niños son bien apegados con nosotros”.
En 2020 no se realizó la fiesta patronal del pueblo. El virus continuó sembrando muerte; aunque ya no con la misma letalidad. Eso sí, la muerte por Covid-19 no dejó de ensañarse con la familia Arteaga Soliz, el 30 de junio de este año murió la hermana de Roberto y Absalon: María Dely Soliz Arteaga.
Las noticias deben continuar y Genrry lo sabe, cuenta que ahora tiene seis trajes de bioseguridad y que siempre lleva con él alcohol en gel. No solo eso, le han dicho que van a mejorar las condiciones de trabajo. Él está ilusionado, pero aún arrastra una pena. Al hablar de su colega y amigo Roberto, reflexiona: “He quedado solo, mi bastón que me acompañaba estaba y se fue”. Hoy sigue en el oficio que ama, aquel del cual ni la muerte pudo apartarlo.
Este material forma parte de un grupo de artículos que conforman el reportaje "Periodistas en Pandemia":
- Reducción tras reducción, muchos periodistas ganan menos que el año 2000
- Las 4 muertes del periodista Roberto Soliz y el día en que calló la voz de San Ramón
- 67 trabajadores de medios murieron en las primeras 3 olas de la pandemia en Bolivia
- El periodista “errante” que anda por el mundo cargando libros y revistas
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