Las protestas continúan en Bolivia desde que el 20 de octubre por la noche, el Tribunal Supremo Electoral decidiera interrumpir el conteo rápido de los resultados de las elecciones generales realizadas ese día. Las protestas no han cesado, se han ido radicalizando cada vez más.
¿Cuál es el papel que una o un periodista debiera cumplir cuando se produce una crisis en un país como hoy ocurre en Bolivia?
Los códigos de ética en Bolivia y otros países indican que quien es periodista está al servicio de los derechos humanos, la justicia y la paz. Pero también está para llegar a la verdad de los hechos. Pero en ningún lugar se dice que debemos echar más leña al fuego.
¿Cuál es la verdad hoy en Bolivia? ¿Hubo fraude? ¿Se verificó mediante una investigación quién alquiló una vivienda en Potosí para depositar allí las papeletas electorales y en cuántas elecciones se hizo lo mismo si es que se lo hizo? ¿Qué pasa con la copia de las actas que debieran tener los partidos políticos para evitar, precisamente, un fraude? ¿Por qué el Tribunal Supremo Electoral interrumpió la transmisión del conteo rápido y quién dio la orden?, etc.
Existen preguntas que hasta hoy no parecen tener, del todo, respuestas, por lo menos no fruto de una investigación periodística. Probablemente porque el mismo conflicto termina devorando a periodistas y medios, peor en tiempos de redes sociales donde las medias verdades, las mentiras y, sobre todo, la mala intención de quienes buscan algún rédito político o económico están activas.
Hoy, ser periodista implica ingresar en una licuadora en la que el tiempo es vital. Si no se comparte rápido el video o texto y foto sobre lo último ocurrido, uno no está en la pomada de la información.
Encima, en varios medios se debe atender en el día a la web y redes sociales con el mismo personal con el que luego se intenta trabajar información para el diario en papel que deberá salir al día siguiente. Son pocos los que tienen suficientes recursos económicos para tener un buen número de periodistas solo para su versión digital.
Acto seguido, nuestras notas normalmente no tienen contraparte porque, además, el Gobierno nunca fue bueno para dar ninguna contraparte de manera oportuna; se publican artículos con errores de todo tipo; no existen antecedentes ni contexto de la información que ayudarían a entender mejor lo que está pasando. Mejor ni mencionar cuestiones de estilo porque eso se quedó perdido en alguna esquina de la historia del periodismo. En estas condiciones, ¿quién investiga?
No solo eso. La verdad es que quienes somos periodistas nunca supimos, con exactitud, cómo proceder ni qué titular exactamente en momentos de crisis. Esto dio lugar en la historia de Bolivia a una serie de críticas y hasta confrontaciones internas en los mismos medios de información por alguna portada, titular o, incluso, editorial considerado no atinado.
¿Qué es atinado en estos tiempos? Las y los periodistas somos, a la vez, personas y como tales podemos dejarnos influir por la temperatura del momento, más si esta va mostrando tendencias y mucho más si estas tienen como respaldo la opinión de grandes organizaciones internacionales y personalidades como ahora ocurre.
Si la OEA no hubiese tenido observaciones duras al proceso electoral y luego el vicepresidente del Tribunal Supremo Electoral, Antonio Costas, no hubiese renunciado, no faltaría quien siguiera pensando en que, tal vez, no hubo fraude. Sin embargo, no es la verdad la que les respalda, sino su credibilidad; aunque en ambos casos no son, precisamente, una taza de leche.
Tal vez, entonces, las preguntas que se hacen en este espacio de opinión de Guardiana debieran ser otras: ¿Cuándo empezó, en realidad, el fraude?, ¿no será que ahí hay mayor contundencia y verdad que la que hoy existe?, ¿no será que lo de hoy es la cereza en la copa?
Tal vez la verdad es que la crisis institucional y de credibilidad del Tribunal Supremo Electoral y del mismo Gobierno se han ido deteriorando cada vez más, en el primer caso por demostrar que se pintó de los colores del MAS y en el segundo porque Evo Morales y Álvaro García Linera se atrevieron a pisotear las leyes para forzar una candidatura que nunca fue, al final, legal y durante más de 13 años fueron quitándoles independencia a todos los órganos del Estado.
Tal vez la verdad es que al Tribunal Supremo Electoral y al Gobierno ya nadie les cree hace tiempo y así no existieran suficientes pruebas de fraude, ya no son dignos de confianza.
Todo ese cúmulo de hechos y sinsabores lo tenemos encima, en este momento, periodistas y medios. Somos personas y, como tales, tenemos nuestra forma de ver las cosas, peor si el Gobierno nos estuvo tildando durante años de mentirosos.
Entonces: ¿Cuál es el papel que una o un periodista debiera cumplir cuando se produce crisis en un país como hoy ocurre en Bolivia? Nuestro papel no es echar más leña al fuego porque este puede llevarse luego vidas por delante. Si existiera, por muy mínima que sea, una opción por la paz, debiéramos apoyarla. Pero este ejercicio implica tratar de pensar con la cabeza fría en tiempos calientes. Y no es fácil...
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