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Por Rafael Sagárnaga L. //

Y de pronto parece haber llegado el frenazo demográfico. “El planeta empezará a vaciarse de gente, y debemos prepararnos para ello”, ha anunciado la más reciente edición de National Geographic. Diversas publicaciones de destacados medios internacionales señalaron también aquella nueva previsión que contraría las políticas y temores malthusianos tan en boga hasta hace unos años. Eso de que “ya hay demasiada gente en el mundo” (que nunca acabó de ser demostrado) empezó a perder sentido.

Las nuevas proyecciones señalan, por ejemplo, que, en el año 2050, tres cuartos del total de los países del mundo experimentarán tasas negativas de natalidad. Para 2100 será el 97 por ciento. La tendencia es definida en más de un caso como “imparable”. Las caídas conmueven las estructuras económicas, sociales y políticas.

En España la tasa de natalidad señala que nacen, apenas, 1,19 niños por mujer; en Italia son 1,24 y en Grecia, 1,3. En Latinoamérica, las alarmas también ya suenan. En Uruguay, Cuba y Chile, la tasa de natalidad llega a 1,5 niños por mujer. En Bolivia, se ha bajado a rozar el nivel mínimo de reemplazo generacional, es decir, 2,1 niños por mujer. Valga considerar la velocidad del descenso ya que, en 1970, el registro boliviano señalaba 7 hijos por mujer.   

Suicidas

Que la humanidad esté yendo aceleradamente a su decrecimiento poblacional es algo que raya en el peligro de extinción de la especie. De hecho, algunas de las principales características para que se llegue a ese estado son: el declive sostenido de la población y la creciente pérdida del hábitat. Para que una especie desaparezca destacan causas como la destrucción de su medioambiente, la abrupta aparición de factores que mellen la reproducción o una combinación de ambas.  

Lo particular del caso es que esta especie, a diferencia de las otras, va buscando voluntariamente desarrollar las causas de su autodestrucción. Es, por ejemplo, la única que priorizó el placer sexual y el confort al natural instinto reproductivo. Para ello inventó una variada serie de técnicas anticonceptivas y consumó el aborto como una práctica cotidiana, sea bajo marcos legales o clandestinos.

Es, además, la única especie que prefirió atentar contra el medioambiente, que brinda las condiciones óptimas para esa reproducción de la especie, a cambio de la obsesión capitalista. Y es la única que, en esos afanes, arrasa con los elementos vitales tanto íntimos como planetarios y amenaza al resto de las especies. En otras palabras, contamina dentro y fuera de sí misma.

Para colmo, valdrá la pena apuntarlo, es la que se considera superior al resto. Como decía Nietzsche, “es el único animal que cree que no es animal”. O, quizás, resulta realmente otro tipo de criatura, pero no precisamente superior al resto. Una especie entercada en el error a niveles suicidas y genocidas a la vez.

Esterilidad crítica

Si de contaminación mortal íntima se trata, valga sumar las múltiples formas por las que las capacidades reproductivas han disminuido. O sea, no sólo resulta que los jóvenes de hoy ya no quieren ser papás, sino que muchos de aquellos que sí quieren, no pueden. Y, entre las múltiples causas que explican esas bajas de tasas de espermatozoides u óvulos, se encuentra una antología de la contaminación interior. Allí suman desde la ingesta de drogas y tabaco hasta el consumo masivo de aceites refinados (tan ligados a los transgénicos).  

La contaminación psicológica también suma su buena parte. Los cuerpos de personas atormentadas por el estrés de la vida moderna no se predisponen precisamente a la concepción de nueva vida. Priorizan el peligro continuo que su cerebro les advierte, tan continuo que la primera causa de muerte en el mundo son los problemas cardiovasculares. A esa vida “moderna” se pueden sumar la octava y novena causas de muerte, es decir, los accidentes y las muertes violentas. Y, en medio, las muertes por cáncer o diabetes se hallan muy emparentadas al ritmo que la especie humana optó por poner a su existencia.

Y la contaminación exterior se añade como efectivo coadyuvante para la amenaza que empezó a alertarse. La contaminación lumínica, por ejemplo, es una de las principales causas que afectan al natural proceso de sueño en los humanos. Y los problemas de sueño son críticos para la supervivencia. Pero hoy no sólo pesan los focos del vecindario y la ciudad, sino hasta las pantallas y luces con las que se ha decidido convivir sin límite de espacio ni hora. Lo propio con la contaminación acústica que, en determinadas urbes, no tiene la más mínima regulación y, por lo tanto, les destroza la vida a cientos de miles, sino millones de habitantes.

Aire anticonceptivo

El aire contaminado también va matando a la especie y no sólo porque multiplica las enfermedades respiratorias (tercera causa de muerte en el mundo). Un reciente estudio de la Universidad de California descubrió que los microplásticos que pululan en la atmósfera de las ciudades dañan la salud reproductiva de las personas. Micróplásticos que también abundan en las aguas embotelladas y la leche.

Otra de las causas externas de esterilidad humana está relacionada a los agroquímicos que rocían los agroindustriales, especialmente los ligados a la transgénesis. Es decir, contaminar, y, en buena medida, esterilizar la tierra implica esterilizar a la humanidad. Y si vamos a más elementos, son cada vez más frecuentes las denuncias sobre la influencia de las radiaciones en los humanos. Esas que provienen de la multiplicidad de aparatos con los que decidieron rodearse bajo la aureola de la tecnología.

Así difícilmente la naturaleza se predispondrá a favorecer más concepciones, sino todo lo contrario. ¿Habrá sido ese el fin buscado? ¿Será que la “todo poderosa” ciencia se dará modos para fabricar bebés y equilibrar el déficit en los siguientes siglos? ¿Dará margen a una muy humana y natural felicidad?

Pero, en ese caso, mejor habría sido apostar a un mundo que se predisponga a menos desigualdades, menos competencia, menos contaminación y violencia, así como a mucha más justicia, hermandad y cooperación. ¿Dónde habremos visto y escuchado ese mensaje?      

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