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Por Lisette Balbachan* //

En las últimas semanas circuló por grupos de WhatsApp, redes sociales y medios de comunicación tradicional un video de un feminicidio y el morbo y las ansias de clics no tuvieron reparos ni pensaron en la familia y amigas y amigos de la víctima.

Pero este sensacionalismo en la cobertura de feminicidios no sólo afecta a las víctimas y sus familias, sino que también tiene un impacto en la percepción pública de la violencia de género. Al presentar estos crímenes como espectáculos, los medios contribuyen a la normalización de la violencia y a la desensibilización de la sociedad.

Como explica Rita Segato, antropóloga y activista feminista, en la violencia de género existe una «pedagogía de la crueldad» y los medios cumplen un papel de amplificador de esta pedagogía con horas y horas exponiendo explícitamente cuerpos de mujeres asesinadas con el pretexto de contar lo sucedido, pero con el transfondo de una invitación a la reproducción.

Cuando lo que prima es lo amarillista y el morbo para llamar la atención de las y los espectadores, la práctica periodística pierde toda su función y la oportunidad de abordar con una perspectiva de derechos humanos cualquier temática, especialmente cuando se trata de violencia de género y su máxima expresión que es el feminicidio.

El hambre y las ganas de comer

Hay un círculo vicioso difícil de romper: parte de la sociedad consume noticias a partir del morbo que les genera y los medios de comunicación le dan material sin ningún límite ético. Pero ¿qué pasa particularmente con este tipo de hechos?

Se banalizan los feminicidios que adquieren una mayor notoriedad noticiosa de acuerdo con el nivel de violencia con el que fueron cometidos.

Entonces, la gente busca videos y fotos crudas sobre cómo asesinan a una joven y la televisión se encarga de darles esas imágenes, en algunos casos "blureadas", pero que siguen alimentando esa hambre de morbo sin pensar en la sensibilidad de la población en general y de las familias y amigos de quien fue víctima. Eso es pura y llana revictimización. 

Entornos virtuales

No sólo tienen responsabilidad los medios de comunicación tradicionales. Como sociedad tenemos que hacer un mea culpa y pensar por qué mandaríamos por WhatsApp un video de un feminicidio a nuestro compañero de trabajo o qué nos lleva a subirlo a una plataforma como Twitter.

¿Qué nos está moviendo a las personas a una búsqueda imperante de likes sin medir la deshumanización que implica?

Y por otro lado, ¿qué lleva a alguien a filmar un feminicidio y compartir el video?

Las plataformas, por otro lado, deben rever su rol en todo esto. ¿Cómo puede ser más fácil bajar un contenido de una cuenta que habla de educación sexual integral que una que muestra una foto de un feminicidio?

Tienen que transparentar sus políticas y protocolos, tienen que estar accesibles para todos y todas las usuarias y no escondidas en sus “términos y condiciones de uso”.

También es necesario trabajar con la población para romper la cadena de violencia en entornos digitales: si en un grupo comparten un video de un feminicidio como si estuvieran enviando cómo hacer un queque, deberían frenarlo y decirle que no puede hacerlo y pedirle que lo elimine.

No da lo mismo tener una actitud proactiva que dejar pasar las cosas por no incomodar.

Enviar videos de un feminicidio como si fuera entretenimiento también es violencia digital de género y hay que tomar medidas para frenarla.

Cambiar la lógica

Muchas de las formas de violencia contra las mujeres y diversidades se están reproduciendo  por la manera descarnada en la que los medios revelan detalles escabrosos de casos de feminicidio. Este enfoque amarillista logra insensibilizar a la población y naturalizar las violencias poniendo a quienes consumen las noticias como espectadores de una película de ficción. Como vimos en el caso reciente, estas personas consumen y difunden por sus canales (chats, redes sociales, etc.) material muy sensible como entretenimiento de manera totalmente acrítica.

Entonces, cómo vencer la lógica mercantilista que tiene como centro el vender y reemplazarla por una ética profesional que ponga en foco los derechos humanos y la no revictimización.

Necesitamos más políticas públicas orientadas a la erradicación de toda forma de violencia de género; necesitamos más medios de comunicación responsables que cuenten con protocolos para la cobertura de este tipo de hechos y trabajar en todos los sectores de la sociedad para que la empatía gane al morbo.

Volvamos a poner las cosas en su lugar: que las coberturas de feminicidios sean para visibilizar la violencia de género como un problema social que requiere atención urgente de múltiples sectores y no como un negocio que tiene el morbo como motor.

*Lisette Balbachan es responsable de comunicación de la Fundación InternetBolivia.org

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