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Por Andrea Tatiana Vargas Elío* //

El mundo enfrenta desafíos climáticos que afectan especialmente a quienes viven en el sur global y Bolivia no es la excepción. En 2023, debido a una sequía devastadora seis de los nueve departamentos de Bolivia se declararon en emergencia y se vieron afectadas más de 478.000 familias. [1]

Este fenómeno, intensificado por El Niño, provocó una de las precipitaciones más bajas desde 1950, reduciendo significativamente el nivel del agua del lago Titicaca y afectando a las comunidades campesinas que dependen de él. La sequía también ha causado pérdidas de cultivos, dejando a los agricultores en una constante incertidumbre sobre si podrán realizar la siembra debido a la escasez de agua. 

Por otro lado, nuestro país ha sufrido una de las mayores pérdidas de bosques, 385.000 hectáreas destruidas en 2023, debido a la expansión de la frontera agrícola impulsada por la agroindustria.[2] Esta deforestación no solo destruye los ecosistemas, sino que también agrava la crisis hídrica alterando el ciclo hidrológico.

A esto contribuye, el “paquete de leyes incendiarias” que permiten los incendios forestales y la expansión agrícola. Se estima que el cambio climático podría afectar hasta el 16% del PIB de Bolivia en los próximos años, con pérdidas significativas debido a fenómenos climáticos extremos. [3]

Con el fin de minimizar esos impactos, la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático lanzó los Fondos de Oportunidades y Emergencias, que fueron ejecutados entre diciembre 2023 y abril 2024. Estos fondos concursables apoyaron a iniciativas y actividades de acción temprana y la respuesta ante emergencias que fueron realizadas por organizaciones, grupos, colectivos, personas naturales que se encontraban en situación de vulnerabilidad al cambio climático.

En tiempos donde las decisiones urgentes se vuelven vitales, estos fondos permitieron respuestas rápidas y adecuadas a las realidades locales, promoviendo la resiliencia. Esta convocatoria apoyó 12 iniciativas en la categoría de fondos de oportunidades y 10 iniciativas en la categoría de fondo de emergencias.

¿Qué hemos aprendido durante este proceso?

En las visitas a las comunidades, donde se ejecutaron las iniciativas, hemos observado los rastros de la sequía, la falta de agua que no solamente afecta a los cultivos sino también al consumo humano, vestigios de los incendios forestales que dejan cicatrices en la tierra y en la gente, entre otros. Por otro lado, esas iniciativas nos han llenado de esperanza, porque demuestran que los bolivianos no se quedan en el papel de víctimas, sino que buscan soluciones innovadoras e incluso recuerdan los aprendizajes de sus ancestros para hacer frente a la crisis climática.

Las iniciativas han respondido en gran medida a los impactos generados por la sequía y los incendios forestales. De esta manera se han ido realizando:

  • Desarrollo de capacidades sobre permacultura, manejo forestal y agroecológico, gestión de riesgos y ciencia ciudadana, que permitió a los beneficiarios desarrollar soluciones adaptadas a su contexto, como la implementación de huertos familiares con cosecha de agua de lluvia, reforestación con especies nativas y monitoreo para la alerta temprana frente a las inundaciones.
  • Campañas de comunicación y generación de evidencia para visibilizar los efectos del cambio climático en diferentes regiones como Tariquía, la sequía en la Laguna Cáceres en Puerto Suárez y Yacuiba, utilizando materiales creativos y generados participativamente, como parodias y materiales didácticos para niños y jóvenes. Por otro lado, se realizaron laboratorios en cuerpos de agua que han sido afectados por la presencia de petróleo y las cenizas de los incendios que han afectado la calidad del agua.
  • Asesoría jurídica de una ley departamental de protección y gestión sostenible de recursos hídricos en Tarija.

Sin embargo, estas iniciativas no solo nos hablan de la respuesta a emergencias, sino que reflejan algo más profundo: la incapacidad estructural de las autoridades para abordar los problemas desde la raíz. En ese contexto, las comunidades, conscientes de esta realidad, han tomado las riendas para buscar soluciones que, si bien por ahora son temporales, tienen el potencial de volverse sostenibles y escalables con el tiempo y el esfuerzo colectivo.

¿Qué se necesita para tener soluciones efectivas?

Las iniciativas nos han permitido reconocer algunas características que las convirtió en exitosas y efectivas como:

  • Las alianzas y colaboración de gobiernos locales, ONG y sociedad civil.
  • Respuestas adaptadas al contexto local
  • Fortalecimiento de capacidades de los beneficiarios para promover la sostenibilidad
  • Revalorización de conocimientos ancestrales
  • Construcción de la iniciativa con las comunidades locales, permitiendo la apropiación.

Sabemos que la resiliencia climática efectiva no es un proceso lineal ni sencillo, sobre todo porque requiere innovación, creatividad, colaboración y un compromiso genuino reconociendo las voces y las necesidades de las comunidades locales. Compartiendo estas experiencias y lecciones esperamos que estas historias inspiren nuevas acciones que garanticen la resiliencia climática desde los territorios.

"El clima está cambiando, nosotros también deberíamos": Svante Arrhenius

*Andrea Tatiana Vargas Elío es técnica de Seguimiento de Proyectos de la PBFCC.


[1]  Agramont, D. (Coord.) (2023). Migración y cambio climático en Bolivia. OIM/FES. La Paz

[2] https://es.mongabay.com/2024/01/desafios-ambientales-bolivia-2024-urgente-proteccion-de-bosques/

[3] https://www.inesad.edu.bo/2024/02/06/el-cambio-climatico-puede-afectar-hasta-el-16-del-pib-de-bolivia-el-deber/

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