Por Guardiana (Bolivia)
Miércoles 29 de noviembre de 2023.- Las ganancias por la venta de flores dejaron de florecer para los productores del Sindicato Agrario Taquiña, al norte de la ciudad de Cochabamba. Llegó la pandemia en marzo de 2020 y les dio la estocada final. Entonces decidieron dar un salto de fe para dedicarse a la producción de maíz amarillo que la Cervecería Taquiña convertiría en Taquiña Chicha.
En la zona norte de la capital valluna, en la parte alta donde la ciudad respira cerca del Parque Tunari, el terreno de Benjamín Pérez Gonzales se abre paso entre las viviendas próximas a la avenida Segunda Circunvalación. Allí, unos muros de adobe y calaminas dan cobijo a gigantes plantas de maíz. También hay un reducido grupo de toros. Una puerta ancha da la bienvenida cuando no está con su doble candado.
Benjamín Pérez Gonzales, secretario general del Sindicato Agrario Taquiña, cuenta a Guardiana que allá por el año 2005, entre 150 y 250 familias afiliadas al sindicato se dedicaban a la producción y venta de flores; pero con suerte les alcanzaba para sus gastos de subsistencia y algo más. Tenían gladiolos, claveles, papelinas e ilusiones. También tenían hortalizas y maíz choclero para la alimentación. Padres e hijos trabajaban.
Con el pasar de los años, el cultivo de flores se fue volviendo un negocio cada vez más amargo. El rendimiento se había venido abajo. La producción demandaba mucho gasto y atención desde el preparado del suelo, el abono, el cuidado de almácigos, el riego y la eliminación de hierbas silvestres y el uso de químicos para combatir a las plagas.
Ahí no terminaba el esfuerzo porque después de la cosecha venía un proceso de preparación para el traslado y la venta de las flores. Desde la tarde, debían ser seleccionadas y colocadas en bañadores grandes para hidratarlas hasta la una de la madrugada del día siguiente. Después debían escurrir el agua para luego cargar las flores a las dos de la madrugada en un carro que las trasladaría hasta el lugar de expendio a los intermediarios, con quienes luego había que iniciar la discusión de los precios.
Doña Alejandra Bustamante recuerda esos días de mucho laburo e incluso riesgos. "Las flores requerían de mucha fumigación. Nosotros mismos nos contaminábamos con eso. Ahora ya no trabajamos así y protegemos a nuestras tierras y al mismo tiempo a nuestra familia. Incluso el cambio de flores a maíz nos ha permitido dejar de pelear con los comerciantes que nos querían pagar a su gusto. Ahora tenemos directamente un lugar para entregar el maíz y no tenemos que estar rogando como con las flores para que nos compren".
A ello hay que añadir el problema de reducción del ciclo de vida de una producción de flores. Por ejemplo, el ciclo del clavel antes duraba entre cinco y seis años, pero ahora es de dos a tres años, explica Benjamín Pérez. Luego cuenta que el 80 por ciento de las propiedades estaban dedicadas a las flores.
Benjamín añade que trabajar con flores es más complicado, mientras que el maíz es una planta más rústica y resistente, aunque también hay que preparar el terreno, abonarlo… Además, el sector se siente bendecido por la proximidad de lagunas de las que se provee de agua para regar.
DE LAS FLORES AL MAÍZ
Para el año 2019, las dificultades se multiplicaron. Se sumaron los efectos de los conflictos políticos que estallaron en Bolivia después de las frustradas elecciones de octubre. Bloqueos y manifestaciones violentas impidieron el normal desenvolvimiento de las actividades.
Y entonces el temible virus aterrizó unos meses después en Bolivia, en marzo de 2020. La crisis sanitaria obligó a asumir restricciones de distinta naturaleza, entre ellas el tránsito de personas para evitar contagios masivos. El agonizante negocio de la flores entró en terapia intensiva.
Para entonces, Cervecería Taquiña había completado dos años de investigaciones para obtener el sabor original de la chicha, trabajo realizado en coordinación con Fundación Valles. Con esa fórmula más el concurso de los productores, la acción de Fundación Valles y el apoyo de la cooperación suiza, en julio de 2020 fue lanzada Taquiña Chicha.
Para que el proyecto marchara viento en popa, la Fundación Valles aplicó un modelo de negocios de intervención integral para la proveeduría sostenible en la cadena de valor de maíz. Esto significaba buscar beneficios sociales, económicos y ambientales. No sería fácil. Había que primero investigar cuáles eran los factores críticos en la cadena de producción del maíz en la zona de intervención. Y uno de esos factores era la semilla, pero no el único.
Fundación Valles logró generar ingresos económicos para las familias de productores. Y lo hizo de manera conjunta con éstas tomando en cuenta todas las etapas de trabajo que debiera seguir un productor moderno que piensa, además, en el cuidado del medio ambiente. Así una de las primeras tareas fue hacer un diagnóstico de la situación, luego pasaron a planificar e incluyeron tecnología en procesos que antiguamente se los resolvía manualmente, a fin de optimizar tiempos y mejorar la calidad y cantidad del producto. Y finalmente se aseguró la existencia de un comprador.
Todo ello implicó un proceso paso a paso que incluyó capacitación y asesoramiento técnico a los productores por parte de ingenieros. Así los primeros pudieron aumentar la productividad tradicional al acceder a nuevas tecnologías, financiamiento, mercado seguro, material vegetal certificado, todo esto desarrollado de acuerdo a las condiciones ambientales de la región previamente estudiadas por Fundación Valles.
De esa forma, cada actor de dicha alianza fue importante. Si bien los productores de maíz contaban con sus tierras y su mano de obra, no tenían los suficientes conocimientos actualizados para una producción que tome en cuenta todas las variables que hoy hacen posible obtener un producto en buena cantidad y calidad. Para solucionar este vacío estaban los ingenieros con los que trabaja Fundación Valles, quienes prepararon a través de talleres a las y los productores como cuenta Alejandra Bustamante. No sólo eso, visitaron los maizales para ir verificando los avances y, entonces, era un buen momento para que los productores aprendieran algo más.
El productor Pastor Bustamante que nació, vive y produce en la zona de Taquiña Norte cuenta que antes del apoyo de la Fundación Valles todo lo hacían manualmente y, por eso, regaban cada cierto tiempo de manera fija sin saber si realmente la tierra necesitaba en esos momentos agua o no y luego durante más de un mes desgranaban a mano una tonelada de maíz, lo que le dejó cicatrices en las manos. Ahora, gracias a la tecnología un sensor mide en cada parcela de cada productor si la tierra requiere o no agua y máquinas desgranan en dos horas lo que les llevaba un mes.
A todo ello hay que incluir la influencia del tipo de semilla. Al haber incorporado la variante Pairumani Compuesto 20, adecuada para el tipo de terreno, la cantidad y calidad de los maíces se elevó. Sin embargo, Pastor Bustamante está convencido de que el día que puedan seguir al 100 por ciento las instrucciones de los ingenieros, esto será aún mejor. Para ello sólo les falta sustituir totalmente el uso de la yunta con toros por tractores para que la distancia entre planta y planta de maíz sea exacta como les recomendaron.
No sólo se mejoró al elegir un tipo de semilla adecuada al terreno, incluir sensores para saber si los terrenos tienen la humedad adecuada, incorporar máquinas para desgranar el maíz, sino también la fase final de la venta que hoy es directa a la empresa Taquiña, la que según Pastor les compra todo lo producido y les paga cinco bolivianos por kilo, evitándoles la pérdida de tiempo y el dolor de cabeza en la negociación con los comerciantes.
Las semillas usadas por los productores son obtenidas del Centro Fitotécnico y Semillas de Pairumani: la variedad se llama Pairumani Compuesto 20. Los investigadores Jaime Mamani Vargas y Marco Antonio Echenique Quezada dicen en un estudio sobre esa variante:
"Variedad Pairumani Compuesto 20: variedad de ciclo intermedio, de alto potencial de rendimiento en grano y tolerancia alta a la sequía y enfermedades fúngicas, como las pudriciones de tallo y mazorca. Presenta mazorcas cilíndricas con granos medianos a grandes de textura semidura y color amarillo a naranja. Gracias a su magnífica tolerancia a enfermedades y a su precocidad puede ser sembrada incluso hasta fines del mes de diciembre".
Del estudio "Rendimiento de cuatro variedades de maíz (Zea Maíz L.) Establecidas en la estación experimental Sapecho, Alto Beni- Bolivia"
Lanzamiento de la chicha en lata
En julio de 2020, Cervecería Taquiña presentó su nuevo producto: Taquiña Chicha en dos variedades: la primera que incluye maíz en un 100% y la segunda con 70% de maíz y un 30% de cebada. El dulzor de la chancaca se encuentra en ambas opciones.
“Nos sentimos felices de lanzar Taquiña Chicha, una bebida que busca revitalizar la tradición local en la elaboración de esta bebida ancestral y, al mismo tiempo, reactivar la producción de variedades locales de maíz en los valles del departamento. Además, brinda el compromiso de fortalecer los lazos de la empresa con las comunidades y los productores locales de maíz”, dijo entonces Rodrigo Rocabado a nombre de Taquiña.
Cuando recuerda esos momentos, Benjamín Pérez, secretario general del Sindicato Agrario Taquiña, también recuerda que en la primera producción fueron entregadas cerca de 30 toneladas de maíz a la Cervecería Taquiña. Pocos años después, esa cantidad prácticamente está a punto de triplicarse.
Actualmente son vendidas a la Cervecería Taquiña entre 70 y 80 toneladas. La empresa paga cinco bolivianos por kilo y 5.000 bolivianos por tonelada. Son 350 familias las que producen el maíz más conocido como maíz chichero.
Este proyecto ha sido realizado con el respaldo del Proyecto Diálogo y Apoyo Colaborativo (DAC), una iniciativa de la Cooperación Suiza en Bolivia, en alianza con la Cooperación Sueca, implementado por Solidar Suiza.
Proyecto Diálogo y Apoyo Colaborativo
En diciembre de 2019 empezó a funcionar en Bolivia el Proyecto Diálogo y Apoyo Colaborativo (DAC), de la Cooperación Suiza, al que se unió la Cooperación Sueca en 2021. Uno de los proyectos que eligió el DAC para apoyar fue, precisamente, el de la alianza de Fundación Valles con productores de maíz y la empresa Taquiña para la elaboración de Taquiña Chicha.
El DAC apoyó proyectos en los nueve departamentos de Bolivia entre diciembre de 2019 y fines de este año con el objetivo de promover que el Estado, la sociedad civil, el sector privado y la academia puedan contar con el apoyo necesario para que piensen y trabajen juntos en el planteamiento de soluciones que presentan los desafíos clave que afronta el desarrollo inclusivo y sostenible; para que sumen sus fuerzas y conocimientos.
El DAC también ha buscado promover iniciativas innovadoras basadas en la investigación aplicada, el análisis y la evidencia técnica, con el fin de que se brinden soluciones a los problemas nuevos y antiguos de Bolivia.
Este artículo contó con el patrocinio del Proyecto Diálogo y Apoyo Colaborativo (DAC), una iniciativa de la Cooperación Suiza en Bolivia, en alianza con la Cooperación Sueca, implementado por Solidar Suiza.
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