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"Nacer hombre, ese es el delito que no se perdona a ninguna mujer".

Con esta frase, Adela Zamudio encapsuló, hace más de un siglo, una realidad que aún resuena en la sociedad boliviana. Adelantada a su tiempo, Zamudio nos dejó un legado de lucha por los derechos de las mujeres, un eco persistente que sigue vigente. Su vida y obra continúan siendo un faro en un país que, aunque ha avanzado en materia de igualdad, aún enfrenta retos para alcanzar una verdadera justicia social en todos los niveles.

El pasado 11 de octubre, Bolivia celebró el Día de la Mujer Boliviana, una fecha que no sólo nos invita a rendir homenaje a mujeres como Zamudio, sino que también nos impulsa a reflexionar sobre el camino recorrido y los obstáculos que todavía persisten.

Bolivia ha sido escenario de grandes conquistas en términos de representación política y derechos de las mujeres. Sin embargo, todas y todos debemos reconocer que cada avance ha sido el resultado de décadas de sacrificio, movilización y resiliencia. Cada paso dado en la dirección correcta es un homenaje vivo al espíritu combativo de Adela Zamudio.

Nacida en Cochabamba en 1854, Adela Zamudio fue más que una poeta: fue una revolucionaria del pensamiento. Su obra literaria, cargada de crítica social, atacaba sin reservas el sistema patriarcal de su época, desafiando la subordinación de las mujeres en un contexto en el que la mayoría de ellas no tenía acceso a la educación ni a la vida pública. A través de sus escritos, Zamudio expuso la discriminación que enfrentaban las mujeres simplemente por su género.

Desde su poesía hasta su prosa, Zamudio nos dejó frases y pensamientos que se convirtieron en armas en la lucha por la igualdad. Denunció la falta de oportunidades para las mujeres y, con su ejemplo, abrió camino para que las generaciones posteriores soñaran con un país más justo. Este país, el nuestro, que hoy reconoce su esfuerzo al dedicarle un día especial, debe recordar que su lucha no ha terminado.

A más de un siglo de la obra de Zamudio, Bolivia ha sido protagonista de avances importantes en la representación política de las mujeres. En 2010, la promulgación de la Ley 026 de Régimen Electoral marcó un antes y un después al establecer la paridad y alternancia en las candidaturas. Este principio obliga a los partidos políticos a presentar listas equilibradas entre hombres y mujeres, alternando las posiciones entre ambos géneros. La Constitución Política del Estado de 2009 también consolidó este enfoque al incluir la igualdad de género como un principio fundamental de la democracia boliviana.

El resultado de estas políticas es visible: Bolivia se ha convertido en uno de los países con mayor representación de mujeres en la Asamblea Legislativa Plurinacional, con más del 50% de los escaños ocupados por mujeres, un logro que sitúa al país entre los líderes mundiales en cuanto a participación política femenina. Estos avances no son casualidad; son el producto de una lucha incansable donde mujeres de todas las edades, clases y orígenes han exigido el lugar que les corresponde en las esferas de poder.

Sin embargo, la conquista de estos espacios no ha estado libre de obstáculos. La violencia política contra las mujeres sigue siendo un flagelo que persiste. A pesar de la promulgación de la Ley 243 Contra el Acoso y la Violencia Política hacia las Mujeres, muchas siguen enfrentando hostigamiento, amenazas y presiones que buscan coartar su capacidad de acción. Las mujeres que se atreven a desafiar las normas establecidas y ocupar cargos públicos continúan siendo objeto de ataques sistemáticos, tanto físicos como psicológicos, que intentan hacerlas retroceder.

A pesar de los logros, no podemos bajar la guardia. La lucha por la igualdad sigue siendo ardua. Aunque las mujeres ocupan la mitad de los escaños en la Asamblea, su representación en cargos ejecutivos, tanto a nivel central como local, como alcaldías y gobernaciones, sigue siendo significativamente menor. Además, las mujeres indígenas, a pesar de estar protegidas por la ley, enfrentan barreras desproporcionadas para acceder a posiciones de poder, especialmente en áreas rurales donde las estructuras patriarcales están profundamente arraigadas.

Bolivia ha demostrado ser pionera en términos de legislación y políticas públicas en favor de las mujeres, pero las leyes, por sí solas, no bastan. La verdadera transformación radica en cambiar las mentalidades, en desmantelar los prejuicios que aún se ciernen sobre el rol de la mujer en la sociedad. Las leyes que protegen y promueven la igualdad deben ir acompañadas de un compromiso real para garantizar su implementación efectiva y erradicar los obstáculos que persisten en la práctica cotidiana.

Hoy, más que nunca, todas y todos debemos recordar que cada derecho que hemos conquistado ha sido producto de una lucha constante. Las mujeres bolivianas han dado ejemplo de coraje, unidad y de una capacidad inquebrantable para seguir adelante a pesar de las adversidades. No se trata sólo de ocupar espacios, sino de construir una sociedad donde la igualdad sea una realidad tangible y no sólo una aspiración.

Es aquí donde hago mi compromiso más profundo, guiado por el ejemplo de lucha que nos dejó Adela Zamudio. A mis tres pilares, y especialmente a María Fernanda y Renata, mis hijas, les prometo que, desde mi trinchera, no cesaré en la lucha por construir un futuro más justo, igualitario y equitativo. Un futuro en el que cada paso que den esté libre de las barreras que hoy enfrentamos. Haré todo lo posible para que ustedes vivan en un país donde la paridad no sea sólo un ideal, sino una realidad tangible en cada rincón. Porque el mundo que soñamos para ustedes no se heredará sin esfuerzo; lo construiremos día a día, con cada acto de justicia, cada voz levantada y cada paso hacia adelante.

En un país donde la mitad de la Asamblea Legislativa Plurinacional está conformada por mujeres, el futuro parece prometedor. Sin embargo, no podemos olvidar las palabras de Zamudio. Su denuncia sobre la discriminación y la desigualdad sigue resonando en cada rincón donde una mujer se enfrenta a barreras por el simple hecho de ser mujer. La lucha no ha terminado. Queda mucho por hacer, por conquistar y por proteger.

"La igualdad no es un destino, es un camino que se recorre todos los días".

Esta frase nos recuerda que la lucha por la igualdad es un esfuerzo continuo, una responsabilidad compartida que debemos asumir hoy para dejar un mejor mañana a las generaciones futuras. Por ellas, por nosotros, la lucha sigue.

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