Por Mónica Oblitas //
Confieso que esta columna iba a ir por otro lado. Estuve esperando unas cifras que no llegaron, para poner más en contexto las tremendas pérdidas en flora y fauna que nos están dejando los incendios en el país. Quería escribir algo más intelectual (si así puede decirse), pero mi contacto no pudo mandarme lo prometido y acá estoy, escribiendo lo que me sale del alma y que creo que usted, amiga o amigo lector, siente un poco también.
Reconozco mi mala disposición contra Luis Arce desde el día en que, como Ministro de Economía de este vapuleado país, fijó sus ojos en la primera alfombra persa con la que adornó su lujosa oficina en el edificio que se mandó a construir en pleno Prado de la ciudad de La Paz. A esa alfombra le siguieron otras, luego una mesa y sillas de miles de bolivianos, cuadros, plantas y un viaje a Brasil para tratar un cáncer que según él los médicos de Bolivia no estaban capacitados de atender, gastos que le pagaron los bolivianos y bolivianas que hacen fila desde la madrugada para conseguir una ficha en la Caja de Salud.
Pero el pasado domingo 8 de septiembre, cuando los incendios ya habían quemado millones de hectáreas, matado a millones de animales y dejado sin hogar a cientos de personas, inundado las ciudades de humo y obligado a una herencia de muerte a las futuras generaciones de Bolivia, y apareció el presidente Luis Arce con su vocecita anodina y gris, y dio una tediosa clase en cadena nacional sobre lo que se debió hacer en los pasados años, pero no se hizo, sobre el gas, los combustibles y la subida del precio de algunos alimentos de la canasta familiar, sin decir nada sobre los incendios, ni una palabra de consuelo o de aliento. Nada. Me he quedado sin palabras para expresar lo que siento porque repugnancia es poco.
La pregunta que me hago es: ¿Realmente sus asesores le dijeron: "Vaya señor Presidente, hable una hora de cifras vacías para que sus guerreros digitales le digan lo bueno que es y para que el Evo y la gente crean que sigue teniendo apoyo, pero no mencione a los incendios, nadie se va a dar cuenta"? ¿Es Luis Arce tan imbécil? ¿O es en realidad más malo que Evo?
Que quede claro que Luis Arce fue Ministro de Economía de Evo Morales y su asesor en asuntos financieros durante mucho tiempo hasta que tomaron caminos diferentes (aún me cuesta creer que estén tan peleados como dicen), por lo que Arce sabe de memoria cada letra de las leyes incendiarias que aprobó Evo Morales en 2019 (Ley de Uso y Manejo Racional de Quemas 1171), y que son la causa de la tragedia que hoy vivimos.
Arce es tan culpable como Morales de que la multa por quemas en Bolivia haya sido la más baja del mundo, solo Bs 2,30 por hectárea, ni el costo de una cerveza. La nueva multa fijada en el decreto supremo 5203 tampoco es tan alta, no lo crea, son Bs 2.459 como máximo por hectárea quemada, no importa si es en la reserva forestal más sagrada, como está sucediendo. Esta nueva medida quiere lavarle un poco la cara a Luis Arce, pero la tiene tan manchada de hollín que es imposible, aunque a él no le importa.
Viendo el tremendo caos en el que hoy estamos, me doy cuenta de que todo este desorden ha sido mezquina y meticulosamente planeado, para muestra unos carbones:
- Las leyes incendiarias se promulgaron en los gobiernos del MAS y hasta ahora no tenemos un avión hidrante que pueda apagar los incendios, ni qué decir de un cuerpo de bomberos forestales entrenados y pagados por el Estado para combatir incendios. Nada.
- Los bomberos, héroes voluntarios, siguen dependiendo de kermesses, rifas, donaciones y de la colaboración de la gente, misma que se mide de acuerdo al grado de desesperación y al tamaño de la desgracia.
- La sociedad civil continúa siendo la punta de lanza de todo cambio, pero lamentablemente no tiene líderes porque el masismo es experto en cortar cabezas. Además, la burocracia ha contribuido a confundir a la gente y un ejemplo es lo desorientada que está al momento de saber dónde llevar donaciones porque nadie quiere saber nada de las autoridades. No hay un centro general de acopio, una autoridad que distribuya lo recaudado. De esta forma las buenas intenciones se dividen entre muchas buenas causas, pero al final hay muchos con poco.
Y así este país se está haciendo cenizas. Pero hay quienes pueden vivir en él sin inmutarse y sin que les duela. Son los que tienen cuero de jochi y todo les resbala, los que cierran la ventana para que no entre el humo, encienden el aire y prenden Netflix sin moverse del sillón, esperando que otros vayan a las marchas y se quejen por ellos. Sólo así se puede vivir en Bolivia sin llorar, no por el humo, sino por el país.
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