Bolivia es el país donde todos nos indignamos con las inundaciones, pero donde pocos se preguntan por qué las bocas de tormenta están tapadas. Donde los políticos discursean sobre desarrollo sostenible mientras los rellenos sanitarios colapsan y las ciudades decaen en su propia suciedad. Y donde, cada vez que el agua entra a las casas, la culpa es siempre de alguien más. Y es que es un espectáculo predecible. Llega la temporada de lluvias, las calles se convierten en ríos de desperdicios y la gente corre a las redes sociales a exigir soluciones inmediatas. Y sí, es obvio que los gobiernos municipales han sido y son criminalmente incompetentes en la gestión de residuos y drenajes pluviales. Pero la pregunta incómoda es: ¿Quién llenó las alcantarillas de basura?
Dese un paseo por cualquier mercado. Comerciantes que dejan montañas de residuos en la calle, ciudadanos que arrojan botellas, envolturas y cáscaras de fruta como si la vía pública fuera un vertedero. Cada bolsa de papas fritas lanzada desde un minibús, cada botella de refresco abandonada en la acera, termina en los desagües. Y cuando las lluvias llegan, el agua no tiene por dónde fluir. Resultado: caos, destrucción y, por supuesto, quejas dirigidas exclusivamente a las autoridades.
Es lo mismo que ocurre con los incendios forestales. Cuando el humo cubre las ciudades, todos claman por el desastre. Pero cuando se habla de frenar la deforestación, muchos defienden la quema de tierras como un “derecho” de los productores. Exigimos un país limpio, pero seguimos actuando como si la responsabilidad no fuera también nuestra.
La Ley 755 de Gestión Integral de Residuos y la Ley 1333 del Medio Ambiente establecen normas claras sobre el manejo de la basura. Pero, ¿cuántos municipios las aplican con rigor? ¿Cuántas personas han sido sancionadas por tirar desechos en la calle? La respuesta es evidente.
Mientras, en países vecinos como Chile y Colombia, los programas de reciclaje han logrado avances significativos. En Bolivia, seguimos en la edad de piedra en gestión de residuos. No porque falten recursos, sino porque falta voluntad. Las soluciones existen: más educación ambiental, reciclaje eficiente, sanciones reales. Pero ninguna funcionará si las y los ciudadanos seguimos viendo la basura como un problema ajeno.
Así que antes de culpar, pensemos en lo que hacemos cada día. Se trata de empezar por lo básico: guarda tu basura hasta encontrar un basurero.
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