Con frecuencia se escucha decir que la juventud es el futuro del país. Quise conocer cuántos jóvenes existen en Bolivia según los resultados del Censo de Población y Vivienda realizado el 23 de marzo de 2024 (hace un año y 11 días) y no pude obtener esa información, aunque navegué en el sitio web del Instituto Nacional de Estadística (INE).
De acuerdo a los resultados del Censo 2024, ejecutado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), las y los bolivianos son 11.312.620 habitantes. Sin embargo, según el director general del INE, Humberto Arandia, los resultados finales del censo serán entregados en agosto de 2025 (El Deber, 17/02/2025).
Datos del INE (2018) estimaban que la población de 16 a 28 años de edad llegaría a 2.647.000 habitantes (23,4% del total de la población): el 50,8% hombres y el 49,2% mujeres.
En 2019, la estructura etaria de Bolivia se distribuía de la siguiente manera: el 30,7% de la población eran niños, niñas y adolescentes (menores a 15 años); el 27,3% eran jóvenes (15 a 29 años); el 32% eran adultos y el 10% eran adultos mayores (más de 60 años). Bolivia tiene una estructura poblacional joven, con una edad media de 23 años (INE, 2019).
Por tanto, el 27% de la población boliviana es joven, pero se conoce poco sobre su rol, sus derechos y grandes desafíos en términos de políticas sociales.
No obstante, aún existen temas pendientes para la población más joven que no siempre cuentan con el respaldo de las entidades territoriales autónomas o municipios, ni de las gobernaciones y menos del gobierno central.
El primer aspecto pendiente es la educación. Actualmente la formación en las unidades educativas ha sido cuestionada por su fuerte carga ideológica orientada hacia un partido político que gobernó por 20 años con el apoyo de materiales educativos elaborados por el Ministerio de Educación. A pesar de la tradicional herencia izquierdista de algunos dirigentes del magisterio, muchos maestros y maestras se han visto obligados a reproducir el discurso oficialista para no perder sus empleos.
En el caso de las universidades públicas existen algunos grupos muy bien organizados de docentes y administrativos que manejan esas instituciones para servir a sus intereses personales dejando de lado la gestión académica que los compromete a formar a los profesionales del mañana. Sin hablar de las deficiencias y desactualización de maestros de colegio y docentes universitarios para analizar la realidad actual condicionada por el manejo de las tecnologías de información y comunicación, el Internet, las redes sociales y la Inteligencia Artificial.
Los y las jóvenes conciben a la vida de otra manera, manejan otros lenguajes, otros ritmos. Por ello, no se concentran y pierden la atención con facilidad. Usualmente no se les fomenta en el desarrollo del pensamiento crítico; sin el ejemplo de los maestros y docentes para abrir sus mentes para comprender el contexto en el que viven, no se puede esperar reflexión e interpretación de las y los jóvenes porque reciben enseñanzas prejuiciosas, anticuadas y repetitivas.
Por otro lado, en el ámbito de la salud, no todos los jóvenes acceden al servicio médico, peor aún de calidad. Algunos tienen la fortuna de estar afiliados a algún seguro médico público o privado; pero una gran mayoría se ha registrado al Seguro Universal de Salud (SUS), que aún tiene sus limitaciones en términos de cobertura médica. Otro aspecto vinculado a las y los jóvenes es la atención diferenciada para recibir orientación sobre la salud sexual y reproductiva; a menudo se encuentran el prejuicio de personal médico que los juzga antes que orientarlos.
En el ámbito laboral, desafortunadamente existe mucho desempleo y subempleo para toda la población en general y para la juventud en particular. Se les exige una profesión y cuando por fortuna la terminan, se les pide experiencia. A menudo, se les solicita hacer pasantías sin recibir salario alguno y se les obliga a realizar tareas que distan mucho de ser una experiencia que enriquezca su formación profesional. Si se tiene la suerte de acceder a un primer empleo, se les explota y paga un salario muy bajo. Los derechos laborales no se cumplen para las y los jóvenes, peor aún si provienen de estratos sociales bajos.
Finalmente, también está pendiente tener información sobre los niveles de organización y participación de la juventud en Bolivia. Si existiera un censo de todas las organizaciones juveniles y de voluntariado en las que las y los jóvenes son los actores centrales, se podría destacar su participación como ciudadanas y ciudadanos, su aporte cívico y su compromiso con el país que, sin duda, son mejor ejemplo que muchos políticos y adultos.
Sólo como una referencia necesaria cito la publicación titulada “Organizaciones juveniles en Bolivia. Entre singularidades, agenda común y otras políticas posibles” de Idea Internacional (2018), la que identificó 233 organizaciones de jóvenes y proporcionó valiosa información sobre las condiciones de la perspectiva juvenil en Beni, Tarija, Cochabamba, Santa Cruz y La Paz.
Existe el Consejo Plurinacional de la Juventud, el Parlamento Joven de La Paz, el Consejo Municipal de la Juventud de La Paz, Comité Interministerial de Políticas para la Juventud y Dirección Plurinacional de la Juventud. También, por ejemplo, está la Federación de Organizaciones Juveniles de Llallagua; la Asociación civil de Jóvenes LGBTIQ+ Metamorfosis de La Paz y la Plataforma Bolivia de Adolescentes y Jóvenes por los Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos de Santa Cruz. Todas esas organizaciones forman parte del Programa Regional de Juventudes (PRJ), impulsado por Plan Internacional y la Cooperación de Suecia.
Para terminar, retomo una afirmación del estudio de Idea Internacional (2018): “La cuestión de lo 'juvenil' como objeto epistemológico en las ciencias sociales resulta un desafío teórico metodológico y un tema pendiente, más aún, considerando que las y los jóvenes han desarrollado diversas manifestaciones que desbordan su análisis y comprensión”.
Por tanto, la juventud no es el futuro del país, es un doloroso presente que sufre la ausencia de políticas públicas que garanticen la educación, salud, trabajo y participación de los líderes políticos y sociales que guiarán y ya guían nuestro país. Espacios, reconocimiento, respeto y presupuesto son lo más demandado por las y los jóvenes que forman parte de nuestra sociedad boliviana caótica, conflictiva y, por lo mismo, desafiante ante un mañana tan incierto.
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