“(…) Vamos a dar la vida para que, si Tuto es candidato y presidente electo, las 53 instituciones que se manejan en el departamento sean para el pueblo, para que no venga ningún colla de mierda a adueñarse y a faltarnos el respeto”, así se expresó un concejal trinitario y candidato por el partido de Tuto Quiroga en Beni. Y que después quisieran desconocerlo, negarlo y enterrarlo bajo la alfombra es hasta ridículo.
Nadie puede decir que eran declaraciones individuales en uso de su libertad de expresión, sino que lo hizo en un ambiente de los acólitos tutistas que aplaudieron y vitorearon sus palabras, y nos muestran con preocupación el verdadero sentir de mucha, pero mucha gente que no ha comprendido todavía los cambios que ha sufrido Bolivia en estos años. Al final, parece que es el único legado positivo del llamado “proceso de cambio”.
Hay demasiada gente en nuestra patria que sigue siendo discriminadora y racista, que no ha dejado de llamar a las personas de origen indígena o campesino “hija o hijo”, aunque ya peine canas; que cree que su mundo está circunscrito hasta el tercer anillo de la ciudad de Santa Cruz, o la zona norte de Cochabamba, incluso la zona sur de La Paz, que viven rodeadas de zonas y municipios semirurales, o como este concejal al que le convendría darse una vueltita por el mercado central de Trinidad o el mercado campesino de esa ciudad y analizar de quién compra y come.
Casi nadie en este país podría negar que es hijo o hija del mestizaje, que por nuestras venas corre sangre indígena, española y por esta vía, hasta sangre ibera, romana, visigoda, árabe y un largo etc., quizá algunos/as vean con cierto desdén esta afirmación, pero es cierta. Por eso duele mucho cuando se escucha todavía ese odio hacia el otro, ese resentimiento porque se cree que se robó privilegios que se ostentó por años de años sin darse cuenta de que lo único que se buscó fue igualdad formal y material para aquellos y aquellas que sufrieron el rigor colonial, la continuidad criolla que los condenó a continuar siendo vasallos en su propia tierra, la destrucción de sus comunidades con la Ley de Exvinculación de 1874, la servidumbre feudal en gran parte del siglo XIX y XX, y que hasta hoy siguen viviendo la destrucción de sus hábitats y formas de vida.
Es necesario que en Bolivia repasemos una y mil veces nuestra historia, no sólo la que escribieron los criollos, sino la verdadera, para darnos cuenta de esta realidad. Muchos afirman que esto no es necesario, ¿para qué llorar sobre la leche derramada?, daremos vuelta la página y listo.
Pero lo anterior no es tan fácil, puesto que la discriminación y racismo sólo se combaten con educación y concientización, aspecto que no se ha trabajado en nuestro país. Se creyó que con sancionar penalmente estas conductas era suficiente, no es así.
La identidad está muy arraigada en nuestra población y quizá ese sea el fracaso de muchas agrupaciones políticas en este proceso eleccionario. No se trata de colocar a regañadientes o por cuestiones de marketing político imágenes o candidatos representativos de los pueblos indígenas o asumir la ridiculez de vestirse con ornamentos de nuestros pueblos indígena originario campesinos y bailar descoordinadamente.
Es realmente tener un sentimiento de respeto a la pluralidad y a la plurinacionalidad; de intentar comprender y ejercitar la interculturalidad porque eso es Bolivia, ya lo afirmamos muchas veces: “Bolivia debe ser plurinacional o no será”.
Los viejos políticos no entienden que desgraciadamente ese es el efecto Evo Morales, y él lo sabe perfectamente, juega maliciosa e hipócritamente con ese discurso, por ello ese 20% de apoyo que tiene hasta hoy, se basa en ello, en esa identidad, a esos/as ciudadanos/as que no les importa las barrabasadas que haga, que creen en su imagen y palabra, aunque lo vieran abusar de una menor en vivo y directo o almorzar con el capo narco de moda, no les hace ni dudar un centímetro de su voto.
Los discursos como el del concejal trinitario, junto con otros de volver equivocadamente a la República, (sin ver el artículo 11 de la Constitución) son para las clases medias urbanas. Si bien según el último censo están concentradas en las ciudades, olvidan que incluso éstas reconocen y afirman sus orígenes e identidad, siguen practicando sus tradiciones, ritos, idioma y costumbres, por ello, pensarán demasiado antes de emitir su voto por alguno de ellos, y quizá los condenen nuevamente a un destino como el sus padres y abuelos, que lucharon por su reconocimiento, por dejar de ser ciudadanos/as de tercera categoría, por participar de la fiesta en igualdad de condiciones, no desde la cocina; que aunque esto no ocurriere en realidad, pero el sentimiento está arraigado en su corazón, sin duda.
Es por estos odiosos sentimientos de los viejos políticos que posiblemente tendremos que seguir sufriendo del masismo (en cualquiera de sus versiones). Si quieren ganar, deberían leer y ver un poquito más a la patria fuera de sus burbujas.
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