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Vivimos en una época en la que podemos aprovechar el conocimiento desarrollado en algún extremo del planeta para ponerlo en práctica en otro. Jorge Drexler supo expresar esta complejidad en su canción “Disneylandia” de la que me permito citar alguna estrofa: “Música hindú contrabandeada por gitanos polacos/se vuelve un éxito en el interior de Bolivia (…) Literatura griega adaptada para niños chinos de la Comunidad Europea (…) Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del sur.”

Esta realidad, acelerada por las NTIC, hace que hoy tengamos acceso casi ilimitado al conocimiento y la información. Basta recordar que el conocimiento producido por la humanidad a lo largo de milenios ha sido vaciado al internet. De hecho, quienes habíamos disfrutado de acudir a bibliotecas para solicitar algún tomo de una enciclopedia, sabemos que ahora tenemos esa información y más, por medio de un solo clic.

Las clases virtuales (o “a distancia” como prefiere denominarlas el Ministerio de Educación) ofrecen la posibilidad de navegar en el mundo del conocimiento que nos brinda el internet. Por este motivo, la prohibición del uso de celulares que estuvo vigente hasta marzo de 2020, hoy nos parece absurda. Sin embargo, nuestras autoridades educativas siguen prohibiendo, como si en la prohibición y en la punición se encontrase la verdadera esencia de la educación. Esta vez han prohibido el uso de textos escolares y de cualquier plataforma educativa que no fuera la del Ministerio de Educación.

En estas circunstancias  cabe preguntarse si el Ministro de Educación cree que es posible tapar el sol con un dedo. No señor Quelca, no es posible. Como no es posible pretender que se utilice una plataforma Moodle básica para el desarrollo de los procesos educativos de todo el país. Como tampoco es posible usar solamente los materiales elaborados por su Cartera de Gobierno, ya que pueden ser muy bien complementados con un sinfín de materiales impresos e interactivos que circulan por todo el país.

Claro que, por otra parte, no debemos olvidar que estos instructivos al tener un carácter obligatorio generan sanciones a los docentes que los incumplan. Con lo cual el Ministerio de Educación estaría castigando a los maestros que han investigado, a aquellos que han aprendido el uso de otras plataformas y otras herramientas digitales, a quienes, no conformes con las posibilidades de la “plataforma oficial”, han buscado los mejores medios para impartir educación de calidad. Y, por supuesto, con este instructivo, han sido premiados los maestros mediocres.

Tampoco podemos olvidar que muchas unidades educativas, sobre todo de Convenio, han hecho inversiones para contar con plataformas propias, capacitar a sus maestros y utilizar materiales interactivos acordes a los niveles de escolaridad.

No hablemos nuevamente del intento de control y dominación absolutamente colonial que pretende el gobierno con esta normativa, tampoco nos referiremos a los sesgos ideológicos que se pretenden imponer, a la idea de que existe una sola verdad, una sola manera de educar, una sola y única pedagogía descubierta por algunos técnicos del Minedu.

Hablemos, en cambio, de la posibilidad que nos está ofreciendo esta circunstancia para aprovechar lo mejor del conocimiento humano que está en internet. Pensemos en las alternativas de mejorar nuestros procesos educativos aprovechando los mejores materiales que se encuentran en la red. Viabilicemos la conformación de redes de trabajo con otras escuelas nacionales e internacionales, con otro tipo de plataformas, con experiencias exitosas, con desarrollo de tecnologías, etc.

Señores del Ministerio de Educación, no es momento de cerrar puertas ni ventanas, es tiempo de abrirlas.

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