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Vivimos tiempos difíciles. A medida de que la pandemia avanza, nuestra vida se va complicando cada vez más. Mientras más días pasamos en confinamiento, nos sentimos más distanciados de nuestros amigos y familiares. Nuestra vida tal y como era antes se empieza a transformar en un recuerdo. Pasan los días y vemos cómo nuestro dinero se nos va de las manos sin vernos en la posibilidad de reponerlo como antes. Volver a las oficinas nos pone nerviosos por temor al contagio. En este contexto, el virus que ha parado al mundo entero, no debería ser nuestra única preocupación, sino también cómo está afectando todo esto a nuestra salud mental.

Normalmente no hablamos de problemas de salud mental, porque hemos asociado ese concepto con aquellos personajes de las películas y libros, que llevan puesta una camisa de fuerza y pasan sus vidas encerrados en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, sufrir trastornos relacionados con la salud mental es más común de lo que nos imaginamos. Especialmente en momentos como este.

El aislamiento, el miedo al contagio, la pérdida de trabajo, la inestabilidad económica, la pérdida de espacios de socialización y la alteración de rutinas, entre otros muchos factores, nos han puesto en situaciones límite. Por ello, es importante aprender a reconocer algunas señales que nos da nuestro organismo para avisarnos que debemos poner atención a nuestra salud mental.

¿Cuáles son esas señales?

Dificultad para dormir o falta de sueño. Un sueño profundo permite que nuestro organismo se recupere de la fatiga y el esfuerzo; reavive los mecanismos autorreparadores y disminuya la tensión del sistema nervioso. Por ello, si la calidad de nuestro sueño es mala y esto se vuelve una constante, necesitamos tomar medidas al respecto, de lo contrario caeremos en un círculo vicioso: la ansiedad provoca falta de sueño, pero la falta de sueño de calidad produce a su vez ansiedad, estrés y depresión.  

Preocupación excesiva e intrusiva que interrumpe el desarrollo normal de nuestras actividades. Cuando uno está preocupado por algo, lo natural es buscar soluciones. Pero cuando atravesamos por cuadros de estrés o ansiedad muy altos o muy largos, nuestra mente se bloquea y no es capaz de encontrar soluciones. De esa manera nuestros sentimientos de preocupación se potencian.

Agitación... Cuando nos sentimos ansiosos, nuestro sistema nervioso simpático se potencia y, en consecuencia, nuestro pulso se acelera; nuestra respiración se agita y se acorta; nuestras manos pueden temblar y presentar sudoración excesiva. Estos síntomas ocurren porque el cerebro cree que está frente a un peligro y comienza a preparar al cuerpo para escapar. De hecho, estos efectos serían muy útiles si estuviéramos frente a un peligro real; sin embargo, cuando el miedo está en nuestra mente estos efectos terminan por debilitarnos.

Irritabilidad...La gente que sufre trastornos de estrés y ansiedad suele sentirse muy irritable, especialmente cuando se encuentra en los puntos más críticos de su cuadro de ansiedad.

Ataques de pánico...Los ataques de pánico producen una sensación de miedo extremo y pérdida de control, inclusive miedo a morir. Suelen estar acompañados de un ritmo cardíaco rápido, sudoración, falta de aliento, sensación de bloqueo, presión en el pecho y náuseas. Los ataques de pánico pueden ocurrir de manera aislada, pero si ocurren frecuente e inesperadamente, pueden ser una señal de trastorno de pánico.

Cuando uno ha experimentado uno o varios de estos síntomas por varias semanas o meses consecutivos, es importante buscar ayuda profesional. Los psicólogos y psiquiatras están capacitados para tratar la ansiedad y otros trastornos mentales a través de diferentes técnicas. Algunos incluyen la terapia cognitiva conductual, medicamentos y también tratamientos naturales y al alcance de todos, como los que se nombran a continuación y que pueden practicarse especialmente en esta época de confinamiento.

Mantenerse socialmente conectados con amigos y seres queridos. En lugar de pasar mucho tiempo en las redes sociales viendo fotos y publicaciones de un montón de personas, lo que se recomienda es hacer una lista de las 10 o 20 personas que más nos importan y llamar a una de ellas cada día.

Practicar técnicas de respiración para bajar los niveles de estrés y ansiedad. Si bien hay muchas técnicas de respiración para alcanzar estos efectos, la más sencilla es simplemente la respiración larga y profunda, que permite disminuir la frecuencia respiratoria. Se debe inhalar por la nariz llenando al máximo la capacidad pulmonar y luego exhalar, también por la nariz, vaciando por completo los pulmones. A través de la respiración larga y profunda podemos disminuir la frecuencia cardíaca, aliviar el estrés, estimular el sistema nervioso parasimpático y sentirnos más relajados.

Practicar la gratitud. Está comprobado científicamente que las personas que practican la gratitud son más felices y optimistas. Puedes hacer una lista de dos o tres cosas por las que te sientes agradecido a lo largo del día. También puedes tener un frasco de la felicidad, en el que puedes ir poniendo notas de las cosas o situaciones que te hacen feliz día a día y aquellas por las que te sientes agradecido.

Disminuir la preocupación con un plan de acción. En lugar de estar preocupado por mil cosas, toma una hoja de papel y haz dos columnas. En una de ellas escribe las cosas que te preocupan y sobre las cuales tienes poder de acción y puedes cambiar, y en la otra columna las cosas que te preocupan, pero no puedes controlar. Luego toma solo las de la primera columna y elabora un plan de acción. Si quieres puedes desglosarlo en tareas específicas que puedes ir resolviendo cada día o cada semana. Esto te dará una sensación de tranquilidad.

Si has perdido tu trabajo o has tenido que cerrar tu negocio o pequeño emprendimiento, puedes utilizar este tiempo para estudiar algo, mejorar tus capacidades y habilidades en determinadas áreas. Hay muchas herramientas y cursos en internet que te pueden ayudar en este proceso de nuevos aprendizajes. También puedes ponerte en contacto con personas que estén interesadas en los mismos temas y compartir con ellas lecturas, charlas, videos, fomentar debates y reuniones virtuales de intercambio de conocimiento.

Crear rutinas. Ahora que no tenemos la obligación de levantarnos temprano para ir al trabajo, a la universidad o llevar a los niños al colegio, es importante crear rutinas. Es recomendable mantener los mismos horarios para levantarse e irse a dormir y comer siempre a las mismas horas. Se puede dedicar la mañana a realizar las tareas de limpieza del hogar, estudios, tareas escolares, ejercicios y otras que tal vez no sean nuestras preferidas, pero que una vez completadas nos traerán una sensación de satisfacción. La tarde y la noche se pueden destinar a realizar actividades más recreativas como dar un paseo, realizar actividades manuales y artísticas, leer, ver películas, jugar juegos de mesa o conversar con nuestros seres queridos.

Limitar el uso de las redes sociales y las noticias. Es importante estar informado, pero no es necesario seguir las noticias día a día, sobre todo si sientes que esto te pone muy sensible o te causa ansiedad.

Realizar actividades que te gusten y te hagan sonreír. Dicen que no se puede estar ansioso y sonreír al mismo tiempo, es algo fisiológico. Puedes ver películas o series de comedia, leer relatos chistosos.

Hacer ejercicio y practicar actividades de movimiento, danza, yoga, artes marciales. No es necesario que seas un experto en danza, simplemente pon la música que te guste y mueve tu cuerpo.

Medita, la meditación calma la mente, reduce el estrés y reduce significativamente los síntomas de las personas con trastornos de ansiedad.

Son tiempos para cuidar y cuidarnos.

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